Todas las puertas de entrada a la Filosofía.
El 15 de noviembre pasado, en la ciudad de Cuenca, se llevó a cabo la presentación de la primera edición, versión digital de MUNDANA, Revista de Filosofía. Con motivo de conmemorar el día de internacional de la Filosofía y con un auditorio lleno, se realizó el evento, el mismo que contó con la presentación crítica de la revista por parte de María Augusta Vintimilla, intervención que compartimos integramente a continuación:
Todas las puertas de entrada a la Filosofía.
María Augusta Vintimilla
La presentación de una nueva revista es siempre una buena noticia porque es síntoma de buena salud cultural de una ciudad. Y más todavía si es una revista que se aparta del entretenimiento fácil y del show mediático y se atreve más bien a proponer un diálogo altamente provocador con los lectores.
La revista que hora presentamos, y el colectivo que la ha publicado, se llama Mundana y su nombre ya es una declaración de intenciones: no le interesan las especulaciones abstractas ni las verdades eternas, sino algo mucho más cercano: instalarse en el aquí y ahora; echar una mirada reflexiva a este mundo nuestro, desde este tiempo tan complejo, tan desconcertante, tan repleto de horror y de belleza.
Diré algo más sobre el nombre: en una página interior encabezando el Editorial, han añadido una gran S que convierte el singular en plural: Mundanas: Revista de Filosofías. Lo cual introduce un matiz sutil pero fundamental: el mundo no es uno, como no es uno el pensamiento, ni la filosofía, ni los pueblos, ni los seres humanos. No persiguen pronunciar la Verdad Definitiva, así con mayúsculas, sino apenas un puñado de preguntas y respuestas, siempre provisionales, como resultado del ejercicio de pensar qué es lo que hay por debajo y por detrás de las creencias que se nos muestran como si fueran verdades incuestionables. Contra la palabra única, las palabras plurales y múltiples. Contra los dogmas de fe, las reflexiones críticas. Contra los discursos centrales que privilegian una mirada desde lo occidental, blanco, masculino, la diversidad de cosmovisiones, sensibilidades y perspectivas.
«se llama Mundana y su nombre ya es una declaración de intenciones: no le interesan las especulaciones abstractas ni las verdades eternas»
Los artículos, las columnas, las entrevistas, las ilustraciones, el diseño gráfico de Mundana responden bien a estas intenciones.
El tema central de este primer número es un asunto complicado: la inutilidad de la filosofía. Y contiene una pregunta de alto riesgo: ¿sirve para algo? Las llamadas ciencias duras no parecen necesitar de justificación, pues su utilidad práctica se da por sentada porque sus hallazgos (sobre todo convertidos en empresas tecnológicas) repercuten de manera inmediata en la vida material de las personas. Las ciencias sociales por su parte – y en particular la filosofía – siempre están acosadas por la duda: ¿para qué sirven? Disciplinas como la sociología, la ciencia política, el derecho, suelen encontrar maneras de ofrecer resultados utilitarios para el funcionamiento de las sociedades, la consultoría política, o el marketing electoral; pero la filosofía aparece como un extravagante ejercicio especulativo; no solo inútil sino además incómodo.
El dossier que ocupa el cuerpo central de la revista tiene cinco artículos que reflexionan sobre esta pregunta de partida: ¿tiene la filosofía algo importante qué decir en el mundo contemporáneo? Y todos ellos coinciden en la mirada sobre el presente, casi siempre una mirada escéptica y desencantada: la nuestra es la época de la fascinación tecnológica, del asombro diario ante el avance arrollador de la virtualidad digital, la biotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, que no solo han transformado para siempre nuestros modos de vida y las formas cómo nos relacionamos con el mundo y con los otros, sino que han modificado de modo radical – para bien y para mal– la sustancia misma de nuestra entidad como seres humanos. Ya no sabemos cuáles son las fronteras de nuestro cuerpo biológico, se han borrado los contornos que hasta hace poco separaban nítidamente lo real de lo virtual, las identidades subjetivas y colectivas se disuelven en la vastedad uniforme del ciberespacio digital, cada vez es más difícil encontrar un criterio de veracidad en este extraño mundo de las posverdades. Pero también es la época de la acumulación desaforada del capital en cada vez menos manos. Un informe reciente indica que en términos del PIB mundial, el 1% más rico de la población es dueño del 45% del total de la riqueza, mientras que el 50% más pobre posee apenas el 1% del total. Y la acumulación del poder político va en la misma desproporción. Tanto entre países como entre grupos sociales. Vean si no lo que pasa en Palestina. O en las oleadas de migrantes que mueren en el intento. O en cualquier barriada del sur global pero también en muchas ciudades y regiones del capitalismo central.
Hipermodernidad, modernidad líquida, sociedad del cansancio, transhumanismo, capitalismo tardío, con cualquiera de estos nombres, la pregunta que se plantean los articulistas es: qué significa hoy ser humano; y no como una teorización genérica sino como una pregunta que nos interpela, una pregunta sobre el mundo de la vida, la vida cotidiana de hombres y mujeres reales con su ración diaria de trabajos, de esperanzas, de sueños y derrotas.
En “Torres de marfil y abandono”, Esther Sánchez se pregunta si en este mundo de videojuegos, identidades virtuales, y cyborgs transhumanos, la filosofía ha perdido la voz y no tiene ya nada qué decir. Pero se puede dar la vuelta a la pregunta: ¿no será más bien que el abandono de estas cuestiones por parte del pensamiento filosófico es lo que la ha vuelto irrelevante. Si alguna misión tiene la filosofía, dice Esther, es hacer preguntas incómodas, meter el dedo en la llaga, a sabiendas de que duele, de que las heridas sangran y supuran. “O lo que es lo mismo: rescatar fragmentos dorados más allá del polvo y los deshechos que esconden bajo las alfombras lo que no deseamos ver.”
En “Filosofar a Machetazos” Alicia Martínez cuestiona esa idea romántica de la filosofía como búsqueda desinteresada del conocimiento, y propone – en la misma línea anterior – que la misión de la filosofía es incomodar, provocar desacuerdos, arriesgarse. En la época de la productividad y la razón instrumental, el sujeto humano se ha convertido en una pieza más del engranaje. Un productor de datos para alimentar los algoritmos que diseñan su nueva identidad de consumidor sin fin, obedeciendo a la ética del pensamiento positivo, el maindfulness y la homogenización de su intimidad hipervigilada. La utilidad de la filosofía está en despojarnos de todas las certezas, y en poner a la humanidad como el tablero de disputa.
«Mundana quiere ser una revista disruptiva: sacudir las creencias más arraigadas, las verdades que se exhiben como irrefutables, y hacer de la irreverencia un impulso para avanzar, una provocación, una convocatoria al debate abierto y sin disimulos. Y yo creo que este primer número lo consigue»
“Apuntes sobre la inutilidad de la filosofía para disuadir a un suicida”, de Emanuel Arenas Nájera, aborda un tema perturbador que de vez en cuando salta a los titulares de los medios: el suicidio. Arenas examina las maneras cómo el suicidio ha sido considerado y practicado en diversas épocas, culturas, filosofías y religiones. ¿Es el suicidio un ejercicio supremo de libertad, dotado de cierta aura heroica como pensaban por ejemplo los románticos? O es una afrenta contra el orden natural divino y humano, o es quizá apenas un acto deshonroso que debe disimularse? Es un síntoma de la disolución de los lazos familiares y comunitarios propiciada por el individualismo contemporáneo, o quizá un desorden de la personalidad como explicaría la psiquiatría moderna. Un tema muy de aquí y ahora, precisamente cuando Paola Roldán, una mujer ecuatoriana de cuarenta y dos años, en estos mismos días está demandando a la Corte Constitucional su derecho a morir. Hay que leer sus argumentos.
“Las cuerdas concretas de la amistad” de Emy Díaz dibuja los recorridos secretos del vínculo amistoso, hecho de afinidades y coincidencias pero también de desacuerdos y fricciones. Los personajes centrales de esta historia son tres grandes pensadores alemanes cuyas vidas se encuentran, transcurren y se distancian en el escenario feroz del nazismo y la Segunda Guerra: Hanna Arendt, Bertold Brecht y Walter Benjamin. El artículo toca brevemente temas como la traducción, la obra de arte, el suicidio, la lealtad.
El último artículo del dossier es “Filosofía ¿para qué?” de Elsa González. A partir de una distinción entre lo útil y lo valioso, pone el acento en la dimensión ética que atraviesa el pensamiento y la conducta individual y colectiva, y sobre todo en sus consecuencias prácticas; es decir: políticas. La guerra, la corrupción, el ecocidio, la pobreza extrema son la prueba de que hay un fallo de fondo en la forma civilizatoria contemporánea. “Filosofar para qué? No precisamente para construir una élite académica de pensadores, sino para el ejercicio de un pensamiento crítico, capaz de analizar la realidad y mostrar que las cosas y problemas pueden verse y resolverse de otra manera”
Me he detenido en el dossier central de la revista, para mostrar la diversidad no solo de las respuestas sino también de las preguntas y los puntos de mira. Mencionaré brevemente los demás contenidos:
La sección Columnas nos ofrece ocho reflexiones breves en un tono más personal y anecdótico; las hay para todos los gustos: la literatura, el poder corrosivo del humor y la ironía, el bucle y la utilidad de los saberes inútiles, las complicidades y desencuentros entre política y filosofía, los usos perversos de las filosofías utilitarias tan de moda en los recetarios de autoayuda y mindfulness, las preocupaciones de Yuval Noah Harari sobre la Inteligencia Artificial, el riesgo de ejercer la libertad, el cine con un estupendo e irónico mano a mano entre dos películas protagonizadas por la muerte: sueca la una, y mexicana la otra, que sirve de entrada para celebrar la riqueza de la metáfora y su vivacidad para alimentar nuestra comprensión del mundo y de la vida.
La revista se cierra con dos secciones: una sustanciosa entrevista al filósofo francés radicado en Ecuador, Stéphane Vinolo, que revisa algunos de los temas que venimos señalando. Me encantó su insistencia en la necesidad de una filosofía encarnada, es decir que se encarna, que toma cuerpo en el mundo de la vida. Cito brevemente una respuesta suya ante la pregunta sobre las amenazas de la inteligencia artificial:
“Un aspecto muy interesante en esta revolución tecnológica es que lo que pensábamos más importante del ser humano, lo que más hemos valorado: la inteligencia es precisamente en lo que somos fácilmente sustituibles. Lo que no valorábamos en la filosofía, es el cuerpo humano. La inteligencia artificial nos obliga a dar un giro en los conceptos y en los valores, tal vez la especificidad de lo humano frente a la máquina esté mucho más en el cuerpo que en la mente, en las capacidades corporales y afectivas que en las capacidades cognitivas; por ahí la filosofía tiene mucho que pensar.”
Y finalmente en la sección Testimonios, Priscila Estrella y Juan Carlos Astudillo dialogan con la educadora e investigadora canadiense Verónica Pacini Ketchabaw acerca de las nuevas propuestas educativas que cuestionan la separación antropocéntrica entre naturaleza y cultura, y exploran otras formas de relación de los seres humanos con su entorno, superando el encierro en los paradigmas racionalistas por la apertura hacia otras fuentes de pensamiento no occidentales.
Termino con un par de comentarios.
El primero: Mundana quiere ser una revista disruptiva: sacudir las creencias más arraigadas, las verdades que se exhiben como irrefutables, y hacer de la irreverencia un impulso para avanzar, una provocación, una convocatoria al debate abierto y sin disimulos. Y yo creo que este primer número lo consigue: no solo por los contenidos y puntos de vista expuestos sino también por su forma: me refiero al uso de un lenguaje que se sale de los hábitos del discurso académico y prefiere la palabra insumisa, irónica, a veces insolente. La tipografía obsoleta de una máquina de escribir del siglo pasado en plena era de las computadoras, ilustraciones con imágenes de Sócrates amordazado con curitas de Hellow Kitty o de Haidegger con peluca y nariz de payaso, un diseño gráfico que evoca los grafittis callejeros.
Y aquí va el segundo comentario. Lo usual en una presentación es señalar los méritos y disimular los defectos. Pero decir que todo está bien es una actitud conformista y hasta cierto punto irresponsable porque que no ayuda a avanzar. La crítica suele incomodar, como bien sabe Mundana, pero yo quiero asumir su invitación y arriesgarme; aunque sé que mis comentarios solo responden a mis personales gustos y hábitos de lectura (que a lo mejor también son del siglo pasado). Pienso que a este número le falta un mejor trabajo de edición. El diseño visual me resultó excesivo y difícil de seguir, al menos en el documento pdf en la pantalla de la computadora; a ratos hay una sobreabundancia de recursos gráficos que saturan algunas páginas y la revista en su conjunto; yo creo que le haría bien un poco más de limpieza y sobriedad minimalista. Y falta también algo de atención en la corrección de errores de estilo, en algunos artículos más que en otros. Diré también que no es un problema solo de esta revista, sino un problema general de nuestras publicaciones: no tenemos en nuestro medio editores profesionales expertos en su difícil oficio. Hay que reconocer que también es un problema de presupuestos.
En todo caso, estos son aspectos menores ante la pertinencia, el vigor y la importancia de los contenidos.
«Lo usual en una presentación es señalar los méritos y disimular los defectos. Pero decir que todo está bien es una actitud conformista y hasta cierto punto irresponsable porque que no ayuda a avanzar. La crítica suele incomodar, como bien sabe Mundana»
Y termino ya con unas palabras del mismo Vinolo que creo le van muy bien a este número de Mundana: “Hay una pregunta que normalmente se me hace al final de las charlas, cuando la gente se acerca y me dice: «me encanta la filosofía, pero no sé por dónde comenzar» y mi respuesta siempre es la misma: no hay una puerta de entrada en la filosofía, comienza por donde puedas, según tus intereses, según tus capacidades, según tu tiempo; no hay una buena puerta de entrada, cada quien entra por donde puede. (Stéphane Vinolo)”.
¡Salud y larga vida a Mundana! ¡La necesitamos!