“En la historia como en la naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida”.
Karl Marx / El Capital
Aniquilación es una película de ciencia ficción de Alex Garland, extraigo una idea de la historia, algo desconocido, sin un precedente, apareció en algún lugar, el sector es zona de interés para estudio científico, sin importar si es una presencia alienígena o de otro tipo, el resultado es que está modificando la naturaleza, seres “afectados” presentan extrañas mutaciones, se llama “Aniquilación”, pero lo que podemos ver son seres en mutación, el fin de la existencia como la conocíamos hasta entonces para dar paso a nuevas estructuras, la aniquilación del ser humano, no de la vida, más aún, en una escena dos ciervos en un proceso de mutación se mueve en una sincronía perturbadora, uno como sombra del otro, una duplicación extrema, son muy parecidos, pero no iguales y al parecer están mutando en una mezcla genética que adapta a todos los seres vivos, animales y plantas, supondría que se hace extensivo a toda la materia, orgánica e inorgánica.
Aniquilación desde la perspectiva humana, el ser, el individuo, el cuerpo, disgregación del ser, transformación, alteración, deconstrucción y reconstrucción. Nos es tan preciado el cuerpo y también nos es extraño, y en un contexto general evolutivo, una máquina maravillosa, pero inacabada, mientras el tiempo no se detenga la transformación no se detiene, lo único permanente es el cambio decía Octavio Paz. Pero tampoco es indispensable que la especie permanezca para que la vida siga, muchas especies han desaparecido desde que la humanidad tomo el sitio de especie dominante y podría desaparecer también.
Algunos artistas han orientado su búsqueda creativa explorando el aspecto elemental del ser humano, su cuerpo para convertirlo en espacio de creación. El pensamiento contemporáneo cuestiona y reinterpreta las relaciones entre las personas y cómo se perciben frente a sí mismos y la sociedad, cuerpo, género, sexualidad e identidad no son más conceptos limitantes.
Como entes biológicos, seres habitantes del planeta estamos intentando redescubrir el papel de la especie humana ante nosotros mismos, ante la naturaleza, ante los animales, buscamos entender y extender los límites de lo que hemos denominado humano, o tal vez romperlos. Y aún así los concetos de individuo en individualidad son predominantes en la vida cotidiana, moda, accesorios tecnológicos, presencia en las redes sociales, poder adquisitivo, prótesis, mucho de lo que nos lleva al posthumanismo, a ese espacio más allá del ser humano en muchos casos paradójicamente sirve para reafirmar la identidad del individuo y la individualidad.
El arte experimenta con los límites humanos explora romperlos, desbordarlos, sería interesante verlos diluirse, que se los lleve una corriente rumorosa, dejar el miedo y entregarse, a la vida, a un ritual, a una danza, a un gozo; una poderosa voz que nos atraviese a todos, un conjuro, un signo que nos conecte, no tan solo a la especie humana, a todas las especies, a cada uno de los seres que compartimos este mundo, como un organismo entero, la especie Tierra, un solo ser vivo, desconectados ahora por nuestros individualismos, nuestros temores naturales, nuestras pequeñas miserias cotidianas. El cuerpo sería entonces más allá que el sujeto de pruebas, más que un campo de juego, el cuerpo sería laboratorio, pero no plataforma de lanzamiento, ni destino final, se convertiría en puerto para abastecerse, seria camino, eslabón, “tambo”, pólipo, colmena, sería lo que no vemos. Transitar en el arte como un aroma floral liberado, como un sonido de hojas secas, como un reflejo en un lago, carroña en medio del bosque que alimenta a la parvada.
