Hacia una crítica literaria de la liberación | Sebastián Ávila

Pensar y escribir en América Latina, como propuso Croce en sus clases y Dussel en su ética, significa asumir la tarea de desobedecer: desobedecer la teoría importada, el canon impuesto y la promesa vacía de una modernidad que siempre nos dejó fuera del mapa.

 

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¿Qué es el ser sino el fundamento del mundo, el horizonte que comprende la totalidad dentro del cual todo cobra sentido, la frontera del mercado que controlan los ejércitos?

Dussel

 

Enrique Dussel nos enseñó que el pensamiento no puede seguir reproduciendo las lógicas de la dominación. Su filosofía de la liberación (1960-1970) irrumpió como un grito epistémico desde el Sur, un intento de romper con los marcos coloniales que definen qué cuenta como saber y quién tiene derecho a producirlo. Si la filosofía debía descolonizarse, también la literatura, y sobre todo la crítica literaria, debía comenzar a leer desde la exterioridad, desde ese “otro lado” que el sistema-mundo relegó al silencio.

Marcela Croce, en La seducción de lo diverso, (2015) parece escuchar esa misma exigencia ética y teórica. Su propuesta de una comparatística latinoamericana antioccidentalista resuena profundamente con la ontología política dusseliana. Para Croce, comparar no puede ser imitar: “la literatura latinoamericana no debe ser leída en función de cánones europeos o norteamericanos” (p. 56), sino en el horizonte de sus propias intersecciones culturales, históricas y lingüísticas. Recuerdo que cuando cursé Literatura Comparada en la UASB, Marcela siempre recalcó la necesidad de generar un pensamiento propio latinoamericano, una epistemología situada que no traduzca su voz al lenguaje del norte, sino que piense, analice y compare desde su propia diversidad. En otras palabras, propone una crítica que se piense desde la periferia como centro: un comparatismo de la liberación.

Dussel advirtió que la modernidad europea se edificó sobre la negación del otro. Croce, desde el campo literario, constata cómo esa negación persiste en la teoría: “los catálogos canónicos, las jerarquías estéticas, los modos de leer y clasificar reproducen la lógica del centro que se impone sobre la periferia” (p. 34). Pero mientras Dussel hablaba de la “exterioridad” del oprimido como fuente de una ética radical, Croce recupera la “diversidad” como potencia estética y política. Su apuesta por un canon dinámico, capaz de desafiarse a sí mismo, coincide con la idea dusseliana de una razón analéctica, una razón que dialoga con el otro en lugar de subsumirlo.

La literatura latinoamericana, entonces, debe volverse conciencia crítica de su propio lugar de enunciación. No basta con narrar desde el sur: hay que leer desde el sur, pensar desde el sur, comparar desde el sur. Dussel lo formuló como un giro decolonial del pensamiento; Croce lo traduce en un giro comparatista que abandona la dependencia teórica. La crítica literaria, para ambos, deja de ser un ejercicio de interpretación y se convierte en una praxis liberadora. Hoy, cuando el continente enfrenta un renovado asedio cultural, el avance del conservadurismo, la homogenización mediática, la precarización simbólica, la lección de Dussel y Croce se vuelve urgente: no hay emancipación sin una crítica que cuestione las epistemologías del imperio. La literatura, si quiere ser realmente latinoamericana, debe ser también un acto de desobediencia intelectual, una forma de pensar lo diverso como resistencia.

Porque si, como decía Dussel (1977) “toda filosofía es siempre una respuesta a una interpelación del otro” (p. 35), toda literatura de América Latina debe ser también una respuesta al llamado de su propia heterogeneidad. En ella late una promesa: la de una crítica por venir, no occidental y no sumisa, capaz de leer al mundo, y a sí misma, desde los márgenes que el poder siempre temió. Esa necesidad de un pensamiento propio no se limita a la literatura: atraviesa todo el campo del saber latinoamericano. La filosofía, al igual que la crítica literaria, ha sido históricamente un territorio colonizado por categorías ajenas. Dussel, junto con Rodolfo Kusch, Leopoldo Zea o Arturo Roig, abrió la posibilidad de pensar desde la herida y no desde el espejo: desde la exterioridad del oprimido, del mestizo, del subalterno. En esa línea, textos como La invención de América de Edmundo O’Gorman, América profunda de Kusch, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui o incluso las narrativas distópicas de Los detectives salvajes y 2666 de Roberto Bolaño configuran una constelación de obras que interrogan los mitos del progreso y del universalismo. Son intentos, que a veces desesperados, a veces lúcidos por construir una epistemología del sur, una imaginación crítica que rompa el hechizo del centro. Pensar y escribir en América Latina, como propuso Croce en sus clases y Dussel en su ética, significa asumir la tarea de desobedecer: desobedecer la teoría importada, el canon impuesto y la promesa vacía de una modernidad que siempre nos dejó fuera del mapa.

Referencias

  • Bolaño, R. (2004). 2666. Anagrama.
  • Croce, M. (2015). La seducción de lo diverso: Literatura latinoamericana comparada. Interzona.
  • Dussel, E. (1977). Filosofía de la liberación. Edicol.
  • Kusch, R. (1962). América profunda. Editorial Sudamericana.
  • Mariátegui, J. C. (1928). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta.
  • O’Gorman, E. (1958). La invención de América. Fondo de Cultura Económica.
  • Roig, A. (1981). Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. Centro Editor de América Latina.
  • Zea, L. (1953). América como conciencia. Editorial Cuadernos Americanos.
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