Pensar la raza: el alma y el cuerpo del siglo XX – Antonia Coronel
Yo elijo caminar sin raza/identidad nacional. Sin “autoidentificación” como mestiza, chola, longa, indígena, o cualquier otro “término”; están cargados de proyectos eugenistas de finales del XIX e inicios del XX. (…) Nada empieza ni desemboca en la raza porque en sí misma no es real.
Si bien como lectoras y lectores realizamos un “pacto ficcional” cuando revisamos una obra literaria también somos conscientes que en esa ficción hay un mensaje que nos podría conducir a una importante discusión sobre la interpretación entre lo real y lo ficticio. Sobre esto Umberto Eco nos dice:
Pero hay otra razón por la que la narrativa nos hace sentirnos cómodos con respecto a la realidad. Hay una regla áurea para todo criptoanalista o descifrador de códigos secretos, y es decir, que todo mensaje puede ser descifrado con tal de que se sepa que se trata de un mensaje. El problema con el mundo real es que llevamos milenios preguntándonos si hay un mensaje y si ese mensaje tiene sentido. De un universo narrativo sabemos con seguridad que constituye un mensaje y que una autoridad autorial está detrás de él, como su origen y como conjunto de instrucciones para la lectura (Eco, 1997, p. 127).
Aquí no veremos “el universo narrativo” que Bustamante expresa en la obra Para matar el gusano. Nos interesa averiguar algo más sencillo. Reconstruir, desde la ficción, la mentalidad que circunda al tema de la raza en la época junto a un Boletín del Instituto Normal “Manuela Cañizares” de 1934 donde se aborda la misma categoría a partir de la medicina y la biología, así como una breve crítica que realizó Belisario Quevedo al estado ecuatoriano en un discurso pronunciado a los estudiantes del colegio Mejía.
Entonces el mensaje sobre la raza se abordará desde textos educativos, retóricos, ficticios acompañados de un par de ilustraciones educativas del siglo XXI que simplemente se las presenta como una señal del mensaje.
Nota: imagen tomada de la lámina educativa La colonia #395 de Ilustraciones educativas siglo XXI.
En las primeras décadas del siglo pasado profesores de colegios urbanos de Quito escribían a sus lectores que a la raza mestiza le amenaza un peligro degenerativo (León, 1934) y proponían difundir cultura y educación para “impresionar en los cromosomas” e impulsar una mejor cultura (León, 1934).
En el Boletín titulado La herencia y el porvenir del mestizaje en el Ecuador el autor reflexiona sobre cómo se transmiten las herencias generacionales. A través de un lenguaje biológico específicamente botánico sale a la luz los términos mestizo o bastardo y línea pura para comprender las constancias que se muestran en la herencia de los caracteres (León, 1934). Asimismo, cuando trata sobre la herencia en el hombre menciona que hay leyes de trasmisión y variabilidad en algunos de sus caracteres (León, 1934) donde se visualiza el diálogo entre la antropología y la biología basado en las leyes mendelianas de los organismos. El autor afirma: “La sucesión de las funciones en la evolución de un individuo no se realiza caprichosamente, obedece a normas dictaminadas por la herencia” (León, 1934, p. 74). Las bases orgánicas de los sujetos son las posibilidades mismas de su ser íntegro sumado a los factores externos. La sangre es el principal transmisor del humor, así como de las enfermedades (León, 1934).
Nota: imagen tomada de la lámina educativa Historia del Ecuador “La colonia” #50 de Ediciones Godoy.
Los factores naturales como el clima, el suelo, el reino vegetal donde la persona se desenvuelve generan cierto humor. Debido al suelo, en la Costa son alegres, expansivos e inquietos; en la Sierra son tristes, reservados y serenos (León, 1934). También señala que existen factores étnicos que guardan cierta predisposición en la raza india, negra y blanca. Las mezclas entre estas razas dan los siguientes tipos étnicos que concurrían en las escuelas observadas por León. Señala doce tipos:
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- Blanco, tipo rubio: hijo de europeos. – 2. Blanca, tipo moreno: hija de americana y europeo. – 3. Indio puro. – Mestizo: hijo de india y blanco. – 5. India amestizada: hija de india y mestizo. – 6. Chola: hija de mestiza y blanco. – 7-. Negra, tipo africano. – 8. Negro, tipo depurado. – 9. Mulata: hijo de negra y blanco. – 10. Mulato de segundo grado: hijo de mulata y blanco. – 11. Zambo: hijo de india y negro. – 12. Zamba de segundo grado: hija de indio y zamba (León, 1934, p. 82).
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Menciona, asimismo que se realizaron estudios de los grupos sanguíneos en Ecuador y en otros países sudamericanos donde se revelaba el porcentaje racial de los territorios. Según el estudio del Dr. Carlos Vela mencionado en el texto el mestizo es la raza que predomina en el Ecuador (León, 1934) y que se encontraba amenazada de un peligro degenerativo e incitó a salvarla haciendo una referencia a José Ingenieros: “Fortalezcámosle para que en los siglos venideros sea la verdadera raza cósmica y conserve con orgullo los nombres de Atahualpa y Benalcázar” (León, 1934, p. 90).
Según el autor había una especie de crisis racial porque “el cruzamiento hubiera dado excelentes resultados si la higiene individual, social, racial (eugenesia) hubiera intervenido. La pobreza y la ignorancia de los grandes preceptos higiénicos han permitido que la degeneración morfológica, constitucional y psíquica vaya aumentando en los mestizos” (León, 1934, p. 88). De este modo el aumento y la difusión de la cultura y la educación era lo que podía impresionar en los cromosomas y aportar en las bases “que sustente con mayor eficacia las culturas venideras” (León, 1934, p. 90).
Podremos profundizar en el humor y alma de uno de estos “tipos étnicos” gracias a una novela de Rafael Bustamante escrita por el filósofo de la época (Barrera, 1928) en 1915 llamada Para matar el gusano. Veremos desde la ficción de Bustamante el ánimo del tipo tres planteado por León, el indio que en la siguiente cita comenta sobre otros indios.
Patroncito, si logro sacar ahora mesmo el tamo grueso, estoy bien; pero ¡quién sabe! ¡Con el poco viento que hace, y más con estos roscones arreados y ociosos que no son capaces de apurarse si no se les calienta! ¡Cuánto les advertí ayer para que madrugaran! Se habían agarrado a la bebida en la casa de Toribio Toapanta, y si no voy yo en persona y les hago adelantar, no vienen. ¡Ah! runas para beber; por ser indios será que no les entran razones. En las doctrinas, niño, cuánto les digo, cuánto les advierto, pero lo mesmo que nada (Bustamante, 1928, p. 49).
Este personaje era considerado por Bustamante como “El ruquito era mayoral, indio viejo que, a despecho de sus setenta años, se mantenía fuerte y tieso. Gozaba fama de indio racional, y a eso debía su cargo y el aprecio de los blancos” (Bustamante, 1928, p. 50).
Nota: imagen tomada de la lámina educativa La colonia #395 de Ilustraciones educativas siglo XXI.
El ruquito le comenta al amu de su corazón que los indios son “gente borrachosa, mal cristiana” que no quieren trabajar, pues los indios están:
(…) al rededor de la era, donde yacía, convenientemente regada y extendida, una parva de trigo, armados de sendos y gruesos garrotes y parados a corta distancia, sin curarse un ápice de las andanadas que les endilgaban sus superiores, entre risa y risa, entre broma y broma, espantaban con gritos y garrotazos a las bestias que, en masa, arreadas a zurriagazos por uno de ellos, daban las vueltas sobre el trigo para trillarlo. Epidermis duras, pieles curtidas, los indios, no se resienten ni a las destemplanzas del sol y el viento ni a las impiedades del látigo y la injuria; oponiendo a todo ello su indiferencia perezosa o su alegría ligera desesperan a los blancos que se esfuerzan por entrar en esa alma cerrada, esquiva, resistente, en busca del tesoro de buena voluntad, que habrá de activar y duplicar el trabajo. Y como el indio es el guardián de la heredad, como a su custodia se confían los valiosos y bellos animales, y las preciadas mieses, como en su humildad y mansedumbre es la piedra firme y sólida en que descansa la hacienda, el sostén de la fortuna, la raíz del árbol y el jugo de la planta, el blanco quiere dar con el resorte íntimo, con el manantial escondido, con la parte viva y sensible de aquel ser impenetrable que se amuralla en su pesada inercia. Sencillo y sobrio juego de instintos primeros, con tenaz y fuerte cohesión, dentro del que se amortiguan y desmayan el espíritu y la voluntad, el indio es la tortura del patrón que no acierta, ni con el látigo ni con el afecto, a dar espontaneidad a su trabajo; y es la tortura del poeta, codicioso siempre de penetrar el fondo de las almas y el secreto de las vidas (Bustamante, 1928, p. 51).
El cuerpo del indio es duro y curtido y su alma impenetrable, perezosa, alegre que perturba a los blancos patrones de la tierra.
Nota: imagen tomada de la lámina educativa La real audiencia de Quito #598 de Ilustraciones educativas siglo XXI.
Asimismo, encontramos que Belisario Quevedo en 1906 señala a los jóvenes del Instituto Nacional Mejía que han de trabajar en la salud, robustez e higiene (Quevedo, 1906) pero con otro sentido al de Bustamante y León. El mensaje es distinto:
¿Dónde entre nosotros una organización completa que abrace todo el país, siquiera un Instituto eminentemente nacional, calcado en las necesidades positivas y en las fuerzas reales del pueblo, en que se prepare á las masas para la competencia económica, se adiestren y refinen las energías para el trabajo ilustrado, para las labores arduas, constantes de la producción; en que se fundan ánimos entusiastas, emprendedores, vigorosos, anhelantes de vivir y renovar la vida; viriles, fuertes, alegres al encararse con la naturaleza prepotente á la vez que dadivosa? ¿Dónde una institución educadora cuyo objetivo no sea volvernos literatos o filósofos, abogados ó médicos, sino realizar un ideal más humilde, hacernos ciudadanos conscientes, útiles a la patria y la familia, hombres de la vida y el deber, conocedores enamorados de la naturaleza que nos rodea, gente de sentido práctico, espíritu laborioso, ánimo modesto y corazón atrevido? ¿Y con literatos y metafísicos á la vanguardia nos encaminamos a la desaforada lidia de las razas y los pueblos á vernos frente agricultores atinados, diestros industriales, sagaces comerciantes y profundos científicos, domeñadores mágicos de la soberbia naturaleza? (Quevedo, 1906, p. 179).
Quevedo realizó una interesante crítica a la educación nacional y al estado. Este fue incapaz de gestionar un sistema educativo basado en la realidad y medio ambiente nacional y más bien promovió una lucha de razas y de menosprecio por el conocimiento técnico y práctico dándole más cabida a discusiones metafísicas diseñando una República con un sistema educativo aristocrático. Lo que significa algo más interesante, pues nos invita a pensar que esta filosofía de la raza no es una cuestión de un grupo de intelectuales sino también de una burocracia y de políticas que moldean la diferencia social en el siglo XX. Entonces, la filosofía de la raza es una división mental proveniente de nuestra historia colonial fundamentada en una educación metafísica republicana. Belisario Quevedo encontró uno de los ejes fundamentales para una autocrítica histórica y existencial.
Actualmente la categoría del mestizaje funge como “crisol” y “unidad” entre todos quienes habitamos este país. Pareciera que es la opción en la que todas y todos finalmente nos encontramos, pero notamos que históricamente es un concepto donde reside una idea de “progreso”, como si en el mestizo habitara lo mejor de “cada lado” para que la sociedad prospere socialmente y se logre un entendimiento y justicia colectiva.
Yo elijo caminar sin raza/identidad nacional. Sin “autoidentificación” como mestiza, chola, longa, indígena, o cualquier otro “término”; están cargados de proyectos eugenistas de finales del XIX e inicios del XX. Aunque me resulta interesante seguir la pista de los archivos para analizar cómo este concepto se ha tornado una variable de la política y estadística pública actuales porque se entiende que esta categoría no es suprahistórica, sino que más bien ha presentado cambios según el contexto y la necesidad de distintos sujetos. Nada empieza ni desemboca en la raza porque en sí misma no es real.
Sin embargo, ha irrumpido en un lugar aparentemente minúsculo de la política. A veces como una categoría legal para negociar la situación social de alguien, otras veces aparece en la pedagogía de las láminas educativas del siglo XXI para estudiantes de escuelas y colegios, luego como dato generado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) y en ocasiones se muestra de modo más íntimo vinculado con la sexualidad y la familia: “hay que mejorar la raza”. A la raza hay que tratarla como una categoría histórico-ético-política, pero por su cauce en el cuerpo la hemos entendido ontológicamente.
Referencias
- Barrera, I. J. (1928). José Rafael Bustamante o el Sembrador de ideas. América, 266. http://corporaciongrupoamerica.com/wp-content/uploads/2018/09/Revista-America-031.pdf
- Bustamante, R. (n.d.). Para matar el gusano. Ariel.
- Eco, U. (1997). Seis paseos por los bosques narrativos. Editorial Lumen.
Archivo histórico de la Facultad Franciscana “Cardenal Echeverría”
- León, L. (1934, Diciembre). La herencia y el porvenir del mestizaje en el Ecuador. Boletín del Instituto Normal Manuela Cañizares(1).
- Quevedo, B. (1906). Discurso pronunciado por el Señor Don Belisario Quevedo en la Distribución de Premios del Instituto Nacional Mejía. Revista Sociedad Jurídico Literaria, 171-181.
Fotografía: Daniela Samaniego @danielasamaniegor