Ciencia ficción, distopías y presagios: a escasos minutos del fin del mundo
Por: Juan Fernando Bermeo.
Esta sensación de proximidad ante una catástrofe, puede llevarnos a pensar lo cerca que estamos, realmente, de ciertos tópicos más bien recurrentes en distopías y mundos paralelos, propios de la literatura de ciencia ficción, ese género tan maravillosamente sensato que, con su mirada futurista, nos ha mostrado los posibles cataclismos que nos acechan.
A lo largo de la historia, la humanidad ha demostrado una capacidad inigualable para ignorar las advertencias que se le han lanzado desde todas las direcciones: el cambio climático, las tensiones nucleares y políticas, el avance desmedido de la tecnología. Y, sin embargo, aquí estamos, a punto de caer en el abismo, sin haber aprendido nada de las tragedias pasadas. Hace algunos días, los encargados del famoso Reloj del Juicio Final, gestionado por el Boletín de Científicos Atómicos (Bulletin of the Atomic Scientists, 2025), nos dejaron impactados al mostrarnos lo cerca que estamos, como especie, de un desastre del que podría no haber forma de volver. Este reloj, concebido en 1947 por científicos que participaron en el Proyecto Manhattan, simboliza la proximidad de la humanidad a una catástrofe global, ya sea por guerra nuclear, cambio climático, o avances tecnológicos descontrolados. En su última actualización, las manecillas se fijaron a 89 segundos para la medianoche, la hora más cercana al colapso que se haya registrado en su historia. Esto no debería extrañarnos considerando los hechos en la política actual mundial: la modernización de los arsenales nucleares y el aumento de la retórica belicista entre naciones con capacidad atómica han elevado el riesgo de un conflicto devastador. La crisis climática sigue agravándose, con temperaturas récord, incendios forestales masivos y el derretimiento de los polos, lo que amenaza la estabilidad global. A esto se suma, para algunos, el avance acelerado de la inteligencia artificial y la biotecnología, cuyos efectos sobre el empleo, la privacidad y la seguridad global aún son inciertos.
Esta sensación de proximidad ante una catástrofe, puede llevarnos a pensar lo cerca que estamos, realmente, de ciertos tópicos más bien recurrentes en distopías y mundos paralelos, propios de la literatura de ciencia ficción, ese género tan maravillosamente sensato que, con su mirada futurista, nos ha mostrado los posibles cataclismos que nos acechan. Claro, tal vez no lo haya hecho de la manera más optimista, pero, ¿Quién necesita optimismo cuando podemos seguir como si nada estuviera ocurriendo? Como bien lo expresó el escritor Arthur C. Clarke, «la ciencia ficción es la única rama de la literatura que trata sobre el impacto de los cambios científicos, tecnológicos y sociales en los seres humanos» (Clarke, 1962, p. 42). En efecto, el género ha servido como un laboratorio especulativo donde se exploran las posibles consecuencias de nuestra propia evolución, desde la amenaza de la inteligencia artificial hasta los efectos del cambio climático y la guerra nuclear. La cercanía del Reloj del Juicio Final no hace más que reforzar la pertinencia de estas historias, muchas de las cuales han dejado de ser meras conjeturas para convertirse en advertencias inquietantemente plausibles.
Hugo Gernsback, considerado uno de los padres fundadores de la ciencia ficción, describió el género como “un medio de enseñanza que utiliza la especulación sobre el futuro para ilustrar los peligros y promesas de la ciencia” (Gernsback, 1926, p. 73). En este sentido, la ciencia ficción no solo entretiene, sino que también nos debería preparar para enfrentar realidades que podrían estar a la vuelta de la esquina. Al leer sobre sociedades que han caído en el totalitarismo, planetas devastados por la negligencia humana o individuos obligados a sobrevivir en condiciones extremas, nos vemos forzados a cuestionar si estamos realmente alejándonos de estos escenarios o, por el contrario, acercándonos peligrosamente a ellos.
Obras clásicas como 1984 de George Orwell (1949) o Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932) ya advertían sobre la pérdida de libertades en sociedades hipercontroladas, presentando futuros donde la vigilancia extrema y la manipulación de la información (Orwell) o el condicionamiento biológico y el consumismo desmedido (Huxley) garantizan la estabilidad a costa de la autonomía individual. Sin embargo, la ciencia ficción ha expandido sus temáticas, explorando no solo regímenes opresivos, sino también las implicaciones de la tecnología, la crisis ecológica y el aislamiento humano. Por ejemplo, El Marciano de Andy Weir (2011) plantea un futuro donde la exploración espacial ya es una realidad, pero también muestra la vulnerabilidad de la humanidad frente a un entorno inhóspito. A través de la lucha por la supervivencia de Mark Watney, la novela nos recuerda que, aunque la tecnología puede llevarnos a nuevos mundos, sigue existiendo un margen de error que nos enfrenta a la fragilidad de nuestra existencia. De manera similar, El hombre que cayó a la Tierra de Walter Tevis (1963) utiliza la figura del extraterrestre varado en la Tierra como una metáfora del aislamiento y la decadencia de la civilización, explorando la soledad, la adicción y la imposibilidad de regresar a un hogar destruido, temas imprescindibles en un mundo donde el cambio climático amenaza con volver inhabitable nuestro propio planeta.
La literatura más moderna no ha dejado de lado posibles reflexiones aledañas; por ejemplo, la obra de Nora Keita Jemisin, especialmente su trilogía La Tierra Fragmentada (2015-2017), lleva la especulación aún más lejos al presentar un mundo constantemente al borde de la destrucción debido a fenómenos geológicos catastróficos. A través de su compleja construcción y su exploración de la opresión sistémica, Jemisin plantea un paralelismo con nuestra realidad, donde el colapso ecológico y social no es un evento lejano, sino una constante latente.
Otra obra más reciente es la adaptación televisiva de El problema de los tres cuerpos (2024), basada en la trilogía de Liu Cixin, empezada a publicarse en 2006. Esta serie presenta un primer contacto con una civilización extraterrestre, además de explorar la desesperanza de la humanidad al verse confrontada con su propia impotencia ante un futuro incontrolable. La historia refleja cómo las grandes crisis pueden fracturar sociedades y generar reacciones extremas, desde sectas fatalistas hasta estrategias científicas desesperadas. Su análisis de la paradoja de Fermi y la idea de la «selva oscura» –donde cada civilización inteligente debe ocultarse para evitar ser aniquilada– resuena con nuestra propia incertidumbre sobre la supervivencia humana a largo plazo. Cuando el colapso ecológico y el peligro nuclear son posibilidades tangibles, la narrativa de Liu Cixin se siente menos como una fantasía lejana y más como una advertencia sobre nuestra propia fragilidad.
También es remarcable la aparición de Severance (2022), una serie que, aunque más íntima en escala, aborda un tema crucial en tiempos de crisis: la alienación del ser humano dentro de sistemas corporativos. La serie explora una realidad en la que los empleados de una empresa se someten a un procedimiento quirúrgico para dividir su conciencia en dos: una versión de sí mismos que solo existe en el trabajo y otra que solo vive fuera de él. Esta premisa plantea preguntas filosóficas sobre la identidad y el libre albedrío, así como una crítica feroz sobre el control y la deshumanización en entornos laborales. Si pensamos que cada día, actualmente, el trabajo se vuelve más absorbente y las fronteras entre la vida personal y profesional son difusas, Severance se convierte en una reflexión inquietante sobre hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra humanidad en nombre de la productividad y la estabilidad económica.
El cine también ha sido un vehículo poderoso para representar la decadencia y el colapso de la civilización a través de la ciencia ficción. Clásicos como Blade Runner (1982) de Ridley Scott presentan un futuro en el que la tecnología ha avanzado hasta el punto de borrar la línea entre lo humano y lo artificial, mientras las megacorporaciones dominan el mundo y la humanidad parece haber perdido su esencia. La atmósfera sombría de la película y su exploración de la identidad y la memoria nos obligan a cuestionar si el progreso tecnológico realmente nos acerca a un mejor futuro o si, en cambio, nos despoja de lo que nos hace humanos.
Otra obra maestra es 2001: Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick, que no solo exploró el impacto de la inteligencia artificial en la humanidad, sino que también propuso una visión filosófica sobre la evolución humana y su posible trascendencia. HAL 9000, la IA que se rebela contra sus creadores, sigue siendo una de las representaciones más icónicas de los peligros de la automatización y la dependencia tecnológica, un tema que hoy en día cobra más relevancia con el auge de la inteligencia artificial y el aprendizaje automático.
Interestelar (2014), de Christopher Nolan, por su parte, nos presenta un futuro donde la Tierra se vuelve cada vez más inhóspita debido al cambio climático, obligando a la humanidad a buscar nuevos mundos habitables. La película no solo es una aventura espacial, sino que también plantea preguntas fundamentales sobre el sacrificio, la supervivencia y la naturaleza del tiempo. Su mensaje sobre la urgencia de cuidar nuestro planeta es claro: si no actuamos pronto, nuestra única opción será abandonar la Tierra, si es que eso siquiera es posible.
Otro ejemplo que viene a colación es Mad Max: Fury Road (2015), de George Miller, que presenta un mundo postapocalíptico donde los recursos naturales son escasos y la civilización ha colapsado en un caos violento. Aunque estilizada y llena de acción, la película es una metáfora brutal sobre la lucha por el agua, el control sobre los cuerpos y el colapso de las estructuras sociales en un mundo donde la escasez lo domina todo. En un contexto donde el cambio climático ya está generando conflictos por recursos en varias regiones del planeta, la visión de Mad Max deja de ser una fantasía lejana para convertirse en una posibilidad aterradora.
Y es que la ciencia ficción, más que cualquier otro género, ha demostrado ser un espejo capaz de anticipar y analizar los colapsos que podrían acechar a nuestra realidad. Mientras que otras formas de literatura nos permiten explorar la condición humana desde lo individual o lo histórico, la ciencia ficción amplía la mirada al futuro y a los sistemas que podrían determinar nuestro destino. Ya sea mediante escenarios distópicos, crisis tecnológicas o dilemas éticos, este género se convierte en una advertencia y, a la vez, en un campo de pruebas para lo que aún no ha ocurrido, pero que podría estar en camino. Ha demostrado ser un reflejo de nuestras preocupaciones más profundas y un laboratorio especulativo que nos permite visualizar las posibles consecuencias de nuestra evolución científica, tecnológica y social.
Como se puede ver, en tiempos donde el Reloj del Juicio Final marca la hora más cercana a la medianoche en la historia, quizás deberíamos prestar más atención a lo que la ciencia ficción nos ha estado advirtiendo desde hace décadas. Pero, claro, no hay de qué preocuparse. Seguramente la humanidad tomará decisiones sabias y responsables, porque la historia ha demostrado cuán previsores somos ante la inminencia del desastre. ¿O acaso no aprendimos nada de las guerras mundiales, las crisis económicas o la destrucción del medio ambiente?
Después de todo, si el mundo colapsa, al menos podremos consolarnos con la certeza de que algún escritor de ciencia ficción ya nos lo había advertido.
Juan Fernando Bermeo. (Cuenca, 1989) es escritor, guionista, músico y docente. Es máster en Literatura Española e Hispanoamericana y miembro fundador del ClubPEN Ecuador.
Referencias:
- Bulletin of the Atomic Scientists. (2024, enero 24). Doomsday clock: The time is now 90 seconds to midnight. The Bulletin of the Atomic Scientists. https://thebulletin.org/doomsday-clock/#post-heading
- Clarke, A. C. (1962). Profiles of the future: An inquiry into the limits of the possible. Harper & Row.
- El problema de los tres cuerpos. (2024). The Three-Body Problem [Serie de televisión]. Netflix.
- Gernsback, H. (1926). Ralph 124C 41+: A romance of the year 2660. Gernsback Publications.
- Huxley, A. (1932). Brave new world. Chatto & Windus.
- Jemisin, N. K. (2015-2017). The Broken Earth trilogy. Orbit.
- Kubrick, S. (Director). (1968). 2001: A Space Odyssey. Metro-Goldwyn-Mayer.
- Liu, C. (2006). The Three-Body Problem. Chongqing Press.
- Miller, G. (Director). (2015). Mad Max: Fury Road. Warner Bros.
- Nolan, C. (Director). (2014). Interstellar. Paramount Pictures.
- Orwell, G. (1949). 1984. Secker & Warburg.
- Scott, R. (Director). (1982). Blade Runner. Warner Bros.
- Severance. (2022). Severance [Serie de televisión]. Media Rights Capital.
- Tevis, W. (1963). The man who fell to Earth. Doubleday.
- Weir, A. (2011). The Martian. Crown Publishing Group.
Imagen tomada de rfi.fr e intervenida digitalmente.