Estética de la Migración: El bello, el filósofo y el extraño
María-José Rivera.
Por alguna razón la estética de las triadas siempre ha pegado muy bien, le sirvió a Hegel, a la mayoría de las teorías de cualquier disciplina y a la película de Sergio Leone. En esta oportunidad, intento hacer lo mismo, no la proeza de esos chicos que he nombrado, obvio, pero sí parafrasear la trilogía didáctica de el bueno, el malo y el feo para plantear una estética de la migración.
Partiré de señalar cómo interpreto “estética”. Para ello, he decido tomar una de las primeras ideas post socráticas, porque las primeras siempre son las mejores, y alguna de las últimas ideas de la percepción desde la psicología, porque es una parada, a mi parecer obligatoria, si hablamos de estética, me es difícil pensar en una estética si no hay nada que se perciba. Por un lado, para Aristóteles, la estética era el estudio que busca responder a la pregunta de si el arte, lo artístico, podría encarnar y comunicar el conocimiento y la verdad (Flew, 1984). Ahora, mundanizando esta idea, con el argumento de que arte tiene que ser corpóreo, creado por el hombre (palabra utilizada siempre en su acepción más general entendible, por supuesto), mundano, y reconociendo que el conocimiento y la verdad post socráticas son algo ajeno a nuestras almas poco virtuosas, voy a aclarar ese conocimiento y comunicar que el arte es solo la reflexión y conciencia de los hombres y sus pueblos, es decir, no la Verdad. Por otro lado, cumpliendo con lo prometido, quiero tomar a la percepción como proceso cognitivo a partir de la recepción de estímulos sensoriales. Muy intuitiva más que psicológicamente, diré que lo que pasa es que el cerebro, por naturaleza, siempre trata de comprender, le encanta unir ideas, dar sentido pues, y por eso las representaciones e interpretaciones de la realidad pueden llegar a ser tan conflictivas y retadoras. La realidad supera nuestras capacidades y eso molesta. En cualquier caso, la imagen, los sonidos y los colores son los que nos permiten conocer nuestro entorno y es así como el empirismo nos explica que las ideas son un reflejo de la realidad percibida (Freré et al., 2022), la imagen que no deja de ser colores y formas que se acomodan de una u otra forma, a veces para mostrar, a veces para ocultar.
Ahora, volvamos a las figuras iniciales y hablemos de El bello. ¿Qué es lo bello de la migración? Se me ocurren mil cosas, pero me centraré en un lugar de enunciación para facilitar la tarea, el de un ecuatoriano imaginario. Me imagino entonces ante la belleza de las luces que se ven desde el avión despegando, ante el migrante que al fin logró cruzar la frontera y ve un horizonte extenso, el abrazo de los reencuentros en las terminales, el entrar en una de esas universidades que parecen castillos, esas familias multiculturales tipo Atalaya en los parques que por momentos parecen amalgamar lo mejor de dos mundos. Entonces, el ser humano es bello cuando logra llegar a su destino, el que experimenta o comprende esa experiencia en los suyos, es el que se alegra por sus logros y ve la esperanza y la oportunidad en otra tierra. Si la belleza es la condición sensible de la excelencia estética que logra alcanzar el placer más noble por medio de la impresión un objeto en particular en nosotros, como sintetiza Flew (1984), entonces en el ámbito de la migración lo bello, son esas escenas instagrameables, la canción que te cuenta en dónde estás, quizá esa voz feliz y tranquila que oyes tan cerca. El momento bello se da cuando uno de estos estímulos te provoca un piquete en la boca del estómago y te hace abrir los ojos y sonreír; y El bello —y bueno— es ese ecuatoriano que lo logró, que tuvo la oportunidad de salir del país, que conoce el mundo y puede darle una mejor vida a su familia.
Me voy a saltar el filósofo, y voy con el feo, digo, con El extraño. ¿Qué es lo feo de la migración? Las cosas pueden ser feas en muchas formas, pero nuevamente recurriré al marco de la discusión estética y al mismo lugar de enunciación, mi ecuatoriano imaginario, que ahora ve cómo los migrantes y sus familias “afean” su ciudad, como los niños migrantes tienen malos modales, como se visten vulgares algunas mujeres extranjeras, como osan venir con su pobreza a tocar a su puerta en estos tiempos de tanta inseguridad, pero también cuando ponen sus casas de vidrios verdes en nuestros bellos páramos, o cuando los chicos dejan sus zapatos comunes por los Nike que le mandaron o dejan nuestro hermoso idioma por el inglés. Y es entonces cuando esa presencia se percibe fea, cuando es difícil ver lo bello de alcanzar un destino, del que puede empezar de cero, de la noble experiencia que inunda el corazón y arranca una sonrisa. Ahí, la fealdad desafía a la excelencia estética tomando la condición sensible de lo extraño, lo desconocido, lo aterrador a veces. No deja de ser una experiencia perceptiva basada en imágenes y formas y sonidos, pero lo que genera es una suerte de asco. Asco en el sentido que le da Martha Nussbaum (2019), asco proyectivo, el que desemboca en la estigmatización y subordinación de grupos sociales que de algún modo nos recuerdan la fragilidad demuestra “civilidad”. Así, el feo es El —y Lo— extraño.
Me resta hablar de El malo, que esta vez será el sujeto filosófico, que no es un tercero, sino que a veces es en base el bello y a veces el extraño, a veces es el bueno y a veces es el feo, pero que se desdobla y permitirte ver desde otra perspectiva, ese mismo ecuatoriano imaginario. ¿Por qué el sujeto filosófico es el malo en la discusión estética? Por que debe ser el que está ahí para desestabilizar a su percepción cognitiva. Había mencionado antes que a nuestro cerebro le gusta estar tranquilo, poder darles sentido a las cosas. Es feliz cuando experimenta lo bello, simplemente llega y se lo toma como viene y lo abraza. Es infeliz cuando se le expone a ese estímulo que le provoca el asco proyectivo, pero recupera su tranquilidad cuando se convence de que él no es así, que es mejor que eso. Y por ello el filósofo es el que tiene el papel de El malo, de cuestionarnos, de hincarnos e incomodarnos, en este caso, respecto a la estética de la migración ¿Qué es lo bello? ¿Qué es lo feo? ¿Por qué lo vemos bello o feo? Pero, sobre todo, y para retomar la premisa de la estética aristotélica: ¿Estas postales nos permiten acceder a algún tipo de conocimiento y verdad?
Llevo unos 10 años estudiando el tema de migración, pero apenas un sábado pasado, en el jardín del CIDAP (Centro Interamericanos de Artes Populares), al lado del río Tomebamba y con un cielo de esos que luego se multiplican en estados de Whatsapp, pensé en la estética de la migración. Entre la discusión de lo estético y lo bello, y de cómo vivimos lo uno y lo otro, vinieron a mi mente los dibujos, pinturas y narraciones que estudiantes hicieron dentro del proyecto Migración: la palabra como memoria para la (re) significación del proyecto de vida[1], cuyo principal valor quizá era el de darle cuerpo a la experiencia, volver accesible las experiencias íntimas y, en ese sentido, aunque no deliberadamente, permitir a su audiencia adquirir un conocimiento y aproximarse a la verdad de la migración. Un tren, una casa, una carta, una familia caminando, historias crueles de la migración riesgosa, el desarraigo, la soledad, el abrazo guardado por más de 20 años. Podríamos discutir si son bellos, pero por ahora, en esta primera aproximación, escuchando y leyendo lo que es bello para quienes filosofan, me animo solo a decir “lindo”, no porque refleje un status menor, sino distinto, quizá más profundo, quizá más tierno… o más visceral ¿angustiante tal vez?
La verdad, nunca me vi El bueno, el malo y el feo, pero alguien lo mencionó ese sábado pasado. Y tengo internet. Mira qué feliz coincidencia que la sinopsis más breve dice más o menos así: “Los protagonistas son tres cazadores de recompensas que buscan un tesoro que ninguno de ellos puede encontrar sin la ayuda de los otros dos” (Biblioteca IPP, s.f., párr. 1). Puede que, para poder conocer a través de la experiencia estética de la migración, de algún modo hay que buscar a los tres.
María José Rivera
Referencias:
- Biblioteca IPP (s.f.). El bueno, el malo y el feo / Director Leone, Sergio / Co-Producción Italia, España y Alemania: MGM release / Produzioni Europee Associati (PEA) / Arturo González Producciones Cinematográficas, S.A / Constantin Film Produktion (1966) en Catálogo Virtual IPP. http://catalogo.ipp.edu.pe/index.php?lvl=notice_display&id=8070
- Flew, A. (1984). A Dictionary of Philosophy: Revised Second Edition. Macmillan.
- Freré, J, Véliz, J., Sarco, E. y Campoverde, K. (2022). La percepción, la cognición y la interactividad. RECIMUNDO, 6(2), 151-159.
- Nussbaum, M. C. (2019). La monarquía del miedo: Una mirada filosófica a la crisis política actual. Ediciones Paidós.
Notas:
[1] Proyecto de Vinculación de la Universidad Nacional de Educación que tiene por fin concientizar sobre el fenómeno de la migración en las comunidades educativas de Azuay, Cañar, Tungurahua y de la UNAE.
Imagen tomada de discord.com e intervenida digitalmente.