La resistencia del ángel barroco – Alicia Martínez
resistir implica mucho más que hacer frente a la primacía del valor de cambio por sobre el valor de uso; sino poner la vida como fundamento de la resistencia, lo que funda una ética distinta, precisamente lo que sustenta el ethos barroco y la aspiración de que una modernidad no capitalista aún es posible, esa será la resistencia del Ángel barroco.
¿Dónde empieza y termina Occidente?
Sin lugar a dudas, esta pregunta deviene fundamental cuando hablamos de las tensiones dialécticas sobre las que, históricamente, se ha construido/disputado la identidad latinoamericana.
Más allá de una discusión geográfica, es evidente que América es un concepto-invención desde el cual se ha desarrollado un proyecto civilizatorio que excede los bordes territoriales de lo que cartográficamente representa este continente y que, por la dimensión histórica y las implicaciones materiales de la empresa colonial, nos incluye dentro de la zona de influencia de occidente, ideológicamente permeada por el concepto de modernidad.
¿Somos modernos, somos occidentales, somos americanos? En definitiva: ¿Qué somos? Esa podría ser la pregunta distintiva y característica de la filosofía latinoamericana. Cuestionar, proponer, revisar, construir, re-construir, de-construir, destruir las ontologías de lo latinoamericano ha sido el horizonte temático de la filosofía de esta región. Independientemente de las derivaciones creativas y las particularidades históricas de la intelectualidad latinoamericana, el signo de nuestra filosofía comienza en la crítica. Al respecto, Bolívar Echeverría lo afirma categóricamente: “Ningún discurso que aspire a decir algo de interés sobre la vida contemporánea puede prescindir de la dimensión crítica” (2011, p. 75).
Eso fue precisamente lo que el filósofo ecuatoriano-mexicano logró con su propuesta: Criticar la modernidad en los dos niveles requeridos: el teórico y el práctico-histórico. El teórico entendido como la comprensión crítica del relato filosófico que permitió justificar la acumulación originaria como el proceso vertebrador de la modernidad capitalista; Y, en lo práctico-histórico, asociar la crítica al contexto territorial y las personas que lo habitan con la pretensión, también, de hacer de la filosofía un ejercicio de resistencia concreta a la enajenación, para lo cual habrá que echar mano de todo el arsenal intelectual que se tenga a disposición desde la tradición de los oprimidos.
Echeverría explora los rasgos característicos de la vida moderna: El humanismo; el racionalismo; el progresismo; el urbanicismo; el individualismo y el economicismo (2011, p. 79) en un ejercicio de desmenuzar la modernidad para poder comprender el todo en sus partes y las partes siempre enlazadas en su totalidad histórica. En ese punto, resulta inevitable ver como por los textos de Echeverría ronda el Ángelus Novus de Walter Benjamin. Allí donde el discurso oficial ve el progreso del hombre, Echeverría mira los escombros de la civilización.
Sin embargo, el Ángel de Echeverría será un Ángel Barroco que asume al materialismo histórico como orientador ético-polítco y que toma lo mejor de la tradición de los oprimidos sin olvidar que este ángel mira desde y en el sur; un ángel de nuestra historia, que observa como “El lomo de la continuidad histórica ofrece una línea impecable al tacto y a la vista; pero oculta cicatrices, restos de miembros mutilados e incluso heridas aún sangrantes que sólo se muestran cuando la mano o la mirada que pasan sobre él lo hacen a contrapelo” (Echeverría, 2011, p. 75).
Si el Ángelus Novus mira la tempestad del progreso queriendo “detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido” (Benjamin, 2011, p. 44), el Ángel Barroco, aún en su desesperación de la catástrofe, no deja de buscar las formas de reafirmar la vida, de explorar las formas de resistir la civilización del progreso. El Ángel barroco toma consciencia de la” rebelión dentro de la subordinación al capital [que] es lo que caracteriza al ethos barroco” (Echeverría, 2011, p. 797).
El Ángel Barroco reconoce el derecho de ser de aquello que aún no ha sido. Echeverría señala:
Mostrar que lo que es no tiene más ‘derecho a ser’ que lo que no fue, pero pudo ser; que por debajo del proyecto establecido de modernidad, las oportunidades para un proyecto alternativo ―más adecuado a las posibilidades de afirmación total de la vida, que ella tiene en su esencia― no se han agotado todavía (2011, p. 75).
Si el Ángelus Novus miró la modernidad desde la Europa víctima del nazismo y la decadencia de un proyecto de civilización que prometía al hombre, finalmente entregarle el trono divino que le había sido esquivo hasta ese tiempo; el Ángel Barroco mira la modernidad desde la América Latina, testigo de cinco siglos de sometimiento, desde la violencia salvífica de la colonia; la herencia colonial, la blanquitud y ulteriormente el fracaso de las promesas de progreso que el capitalismo profetizaba. Los dos ángeles se nutren de la tradición de los oprimidos, ambos asumen la necesidad de construir un utopismo mesiánico que revitalice una teoría de la revolución realmente posible, necesaria y realizable, cobijada en la interpretación materialista de la historia.
Echeverría, al igual que la gran mayoría de filósofos latinoamericanos que han abrazado la crítica, no pretendió originalidades que rechacen el pensamiento europeo, sino que lo incluyó como parte de un repertorio intelectual para cumplir la vieja recomendación de la Tesis XI de Marx. No se trata solo de interpretar la realidad, sino de transformarla y para ello hay que tener claro al enemigo. Así, resistir implica mucho más que hacer frente a la primacía del valor de cambio por sobre el valor de uso; sino poner la vida como fundamento de la resistencia, lo que funda una ética distinta, precisamente lo que sustenta el ethos barroco y la aspiración de que una modernidad no capitalista aún es posible, esa será la resistencia del Ángel barroco.
Referencias
- Benjamin, W. (2008). Tesis sobre filosofía de la historia. (B. Echeverría, Trad.) UNAM.
- Echeverría, B. (2011). Antología. Crítica de la modernidad capitalista. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.
Fotografía: Daniela Samaniego @danielasamaniegor