Poder y violencia en América Latina: un análisis filosófico de La fiesta del Chivo – J. Barish
la literatura debía relacionarse con la historia y la filosofía (como siempre he creído que debe enseñarse), y todo esto a través de una lectura y un análisis crítico, que solo podían surgir de una verdadera mediación lectora.
Regresé a trabajar como profesora de Literatura en un colegio justo en un momento en que los lineamientos del Ministerio de Educación habían cambiado, y debo decir que, por primera vez, fue un cambio positivo. Entre estos nuevos enfoques se buscaba que la enseñanza de la literatura no se limitara a la simple memorización de nombres de autores, obras y fechas, sino que se entendiera en un proceso más global. Es decir, la literatura debía relacionarse con la historia y la filosofía (como siempre he creído que debe enseñarse), y todo esto a través de una lectura y un análisis crítico, que solo podían surgir de una verdadera mediación lectora. Esto implicaba comprender el contexto político, económico, social y educativo de las historias, los autores y sus países.
Entre las recomendaciones del ministerio se encontraba La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa. Aunque no comparto muchas de las ideas del autor, especialmente las actuales, considero que esta novela es fundamental para entender, al menos en parte, las dictaduras latinoamericanas. Mis clases comenzaron con una explicación sobre las dictaduras, proporcionando primero una base histórica para que mis estudiantes comprendieran el contexto político de la República Dominicana en tiempos de Trujillo. También exploramos el boom latinoamericano, analizando cómo, a pesar de las crisis constantes en la región, la caída de las dictaduras generaba una suerte de esperanza en sus habitantes.
Trujillo, o «el Chivo», ejerce un poder totalitario, una forma de violencia omnipresente. Pienso en escenas que describen cómo las personas colgaban fotos del presidente en sus paredes, rindiéndole tributo por el miedo a lo que podría suceder si no lo hacían. Sin embargo, esta violencia simbólica no es la más compleja; hay también una violencia física, manifiesta en asesinatos, desapariciones y torturas, acompañada de una violencia psicológica, política y social: la corrupción, la manipulación y el miedo que carcomía a los ciudadanos. Estas formas de violencia encuentran eco en la crítica de Enrique Dussel (1998) sobre la violencia estructural impuesta por las dictaduras.
Según los planteamientos de Dussel (1998), la dictadura de Trujillo representa una estructura de dominación que deshumaniza a los ciudadanos, convirtiéndolos en simples medios para sostener el régimen. El poder político se transforma así en un instrumento de opresión y destrucción de la vida. Como Trujillo mismo justificaba, «no solo justificaba aquella matanza de haitianos del año treinta y siete; la tenía como una hazaña del régimen. ¿No salvó a la República de ser prostituida una segunda vez en la historia por ese vecino rapaz? ¿Qué importan cinco, diez, veinte mil haitianos si se trata de salvar a un pueblo?» (Vargas Llosa, 2000, p. 18).
Los personajes de La fiesta del Chivo viven bajo la constante amenaza de vigilancia y castigo, lo que me recuerda a las distopías de Orwell en 1984 y Huxley en Un mundo feliz. En estas obras, el control se ejerce a través de cámaras de vigilancia; en la novela de Vargas Llosa, mediante la lealtad al régimen, que se traduce en miedo. Los disidentes, como Urania y los conspiradores, son las víctimas a las que Dussel (1998) se refiere: aquellos que sufren la opresión directa de la dictadura, a quienes se les niega la libertad y la dignidad mediante la violencia y el silenciamiento.
Este control absoluto que Trujillo ejerce sobre la vida pública y privada es central en la novela. El régimen decide quién tiene derecho al trabajo y quién no, quiénes «han caído en desgracia» y qué se puede hablar en público o incluso en los sermones religiosos. Esta deshumanización de la que habla Dussel (1998) también se manifiesta en la violencia ejercida sobre la vida espiritual de las personas. Como se describe en la novela: «A monseñor Reilly, en San Juan de la Maguana, le dinamitaron la camioneta con la que se desplazaba por la diócesis, y le bombardearon la casa con animales muertos, aguas servidas, ratas vivas, cada noche, hasta obligarlo a refugiarse en Ciudad Trujillo» (Vargas Llosa, 2000, p. 335).
La novela narra la dictadura desde múltiples perspectivas: la de Urania Cabral, quien regresa a Santo Domingo años después; la de Trujillo en su último día de vida; y la de los conspiradores, que esperan el momento para asesinar al dictador. La planificación del asesinato de Trujillo se presenta como un acto de resistencia frente a la opresión. Aunque violento, este acto puede entenderse como una respuesta ética necesaria para restaurar la dignidad de los ciudadanos. Como lo expresa Vargas Llosa: «Reconoció a Salvador Estrella Sadhalá. -Una bala en el estómago, creo -en vez de palabras, le salían unos ruidos guturales. Percibió las siluetas de sus amigos cargando un bulto y echándolo en el baúl del Chevrolet de Antonio. ¡Trujillo, coño! Lo habían conseguido. No sintió alegría; más bien, alivio» (Vargas Llosa, 2000, pp. 433, 434).
La fiesta del Chivo no solo ofrece una representación vívida de la dictadura de Trujillo, sino que también sirve como una poderosa reflexión sobre las estructuras de poder y opresión que han marcado la historia de América Latina. Al explorar las dimensiones de la violencia y la deshumanización desde una perspectiva crítica, la obra invita a reflexionar sobre los límites éticos de la resistencia y la rebelión. Para los estudiantes, esta novela se convierte en una herramienta invaluable para comprender no solo el pasado dictatorial del continente, sino también las repercusiones que estas formas de poder continúan teniendo en nuestras sociedades. Al analizar La fiesta del Chivo junto con las teorías de Dussel, se ofrece una oportunidad para que los jóvenes desarrollen una mirada crítica que trascienda lo literario y los prepare para enfrentar los desafíos sociales y políticos de nuestro tiempo.
Referencias
- Dussel, E. (1998). Ética de la liberación. Trotta
- Vargas Llosa, M. (2000). La fiesta del Chivo. Punto de lectura.
Fotografía: Daniela Samaniego @danielasamaniegor