Breve análisis de un conflicto eterno
Por: Pedro J. González S.
A pesar de los esfuerzos internacionales de paz, el conflicto sigue sin resolverse, con profundas divisiones sobre tierra, identidad y derechos nacionales.
«Hay cosas que son evidentes, y la lucha de un pueblo por su libertad es una de ellas. #FreePalestine, porque la justicia no tiene dos versiones. ✊»
«Defender a un pueblo contra el terrorismo no es negociable. #IStandWithIsrael porque la seguridad y la paz son derechos fundamentales. ✌️»
Bienaventurados los opinadores de profesión, porque de ellos es el reino de los cielos. En su divina sabiduría, resumen décadas de conflicto en dos párrafos y solucionan guerras con un post. No requieren de contexto ni historia; basta con su intuición infalible y la seguridad de no tener idea. Son los nuevos profetas de las redes, transformando una tragedia en su momento de gloria digital, repartiendo verdades absolutas entre likes y comentarios.
El abordaje conflicto israel-palestino, bajo la mirada imparcial de la filosofía política, puede hacerse desde varias aristas, como la teoría de la guerra justa, los derechos colectivos vs individuales, la ética del sufrimiento y la violencia, el concepto de identidad y pertenencia, y la justicia y legitimidad del Estado. Yo, por afinidad más que pertinencia me he decantado por el análisis de este último, no sin antes hacer una mínima contextualización histórica del proceso bélico:
El conflicto actual entre Israel y Palestina tiene sus raíces en el siglo XIX, cuando el nacionalismo judío (sionismo) comenzó a buscar un hogar nacional en Palestina, entonces parte del Imperio Otomano. Tras la Primera Guerra Mundial, la región pasó a ser un mandato británico, y las tensiones crecieron entre los árabes palestinos, que se oponían al aumento de la inmigración judía, y los colonos judíos que buscaban establecer un estado propio.
En 1947, la ONU propuso un plan de partición que dividía Palestina en un estado judío y uno árabe, con Jerusalén bajo administración internacional. Los judíos aceptaron el plan, pero los árabes lo rechazaron. En 1948, tras la declaración de independencia de Israel, estalló la primera guerra árabe-israelí, resultando en la creación de Israel y el éxodo de cientos de miles de palestinos, quienes se convirtieron en refugiados.
Desde entonces, el conflicto ha continuado con múltiples guerras, ocupaciones de territorios por parte de Israel, y una creciente lucha palestina por la autodeterminación. A pesar de los esfuerzos internacionales de paz, el conflicto sigue sin resolverse, con profundas divisiones sobre tierra, identidad y derechos nacionales.
En el mundo Hobbesiano, donde reina el hombre lobo que hace campos de concentración y elimina sistemáticamente a pueblos enteros (Losada, 2012), es perfectamente justificable la creación del estado de Israel como una respuesta a la búsqueda de seguridad; pero incluso ante ello probablemente Locke hubiera disentido, puesto que los palestinos jamás consintieron la creación del estado de Israel, y muchos fueron expulsados de sus tierras con la consiguiente violación de sus derechos. Para Locke, la legitimidad del estado se basa en el consentimiento de los gobernados, y sus derechos naturales, entre ellos la propiedad privada, para algunos el apoyo que ofrece EEUU a Israel, y en especial su comunidad judía, es incoherente con la doctrina liberal que caracteriza las bases fundacionales de EEUU (Geier, 2021). El otro argumento de legitimación, es el uso y trabajo de la tierra; también desarrollado por Locke, que decantaría a favor de los palestinos. La visión desde el judaísmo podría basarse en la Declaración Balfour y el Mandato Británico que legitimaron la inmigración judía y el asentamiento en tierras dentro de Palestina de modo que los judíos adquirieron tierras y desarrollaron infraestructura agrícola y urbana, proceso que el movimiento sionista veía como el cumplimiento de su aspiración de «redimir» la tierra de Palestina mediante el trabajo; proceso que para el mundo árabe palestino no es otra cosa que colonización.
Obras como Summa Theologica, de Tomás de Aquino y la ética Kantiana sostienen la idea de un derecho natural que es independiente y superior a las leyes positivas creadas por los gobernantes. Esta supraordenada del derecho es la base filosófica para el ius cogens recogida en la normativa internacional, que en definitiva son normas que prevalecen sobre cualquier otro acuerdo o legislación internacional, porque representan principios básicos esenciales para la coexistencia y el orden en la comunidad internacional, entre ellas están prohibiciones contra el genocidio, la tortura, y la esclavitud, pero también el derecho a la autodeterminación, que indudablemente deriva de la teoría del Contrato social Rousseauniana. Por la autodeterminación los pueblos tienen el derecho inalienable a determinar su estatus político, a resolver sus propios asuntos y a establecer su forma de gobierno sin interferencia externa. En este conflicto tanto los israelíes, que reclamaron su autodeterminación con la creación del estado de Israel en 1948, como los palestinos, que buscan un Estado independiente, el ius cogens se pinta todas las tonalidades de gris que tiene la guerra, porque ¿cómo se puede garantizar la soberanía de un estado (Israel) mientras se respeta el derecho de autodeterminación de un pueblo sin estado (los palestinos)?
Lo expresado, me ha ayudado a comprender los motivos de la guerra, pero tanto Agustín de Hipona, como Tomás de Aquino y actualmente Michael Walzer (2002), nos pueden dar las luces para entender si dentro del infierno de la guerra, hay además injusticia. Para ello, hemos de remitirnos a los dos principios: si la guerra fue iniciada por una causa justa (jus ad bellum) y si se ha llevado correctamente (jus in bello). Israel argumenta una causa justa en respuesta a las acciones de Hamas, como defensa propia, mientras que Palestina lo hace como una respuesta a la liberación de un territorio injustamente ocupado.
Para que se cumpla el primer principio se debe tener en cuenta la condición de que la guerra debe ser declarada por una autoridad legítima en la que solo los estados o entidades políticas legítimamente constituidas pueden iniciar hostilidades. Aquí el tema se torna aún más complejo pues, mientras que Israel actúa como un estado soberano, los palestinos están divididos entre diferentes facciones y estructuras de gobierno, entre ellas Hamas, que ocupa Gaza y que no está reconocida como estado por la mayoría de naciones; lo que pone en tela de duda la legitimidad de dicha autoridad en el uso de la fuerza. La tercera condición del Jus ad bellum es la intencionalidad, es decir, el objetivo de la guerra: corregir el mal y restaurar la paz; evitando la venganza, dominación o conquista, en donde Israel asegura que lucha por proteger a su población de las amenazas de Gaza. Sin embargo, también ha realizado asentamientos en Cisjordania, acto que, a ojos de muchos, es colonialista. Por su parte, Hamas proclama una guerra en pos de la liberación de su pueblo, pero ataca a civiles israelíes, lo que parece un acto de venganza.
El segundo principio, que evalúa la conducta durante la guerra –jus in bello– rescata a su vez, dos condiciones: la proporcionalidad, en donde la respuesta militar debe ser similar a la amenaza recibida, que ha sido claramente violada por ambas partes, luego parece equiparse, a esto lo denomino “escalada”. La segunda condición es la discriminación, que en definitiva busca la protección a no combatientes (civiles), que también ha sido violada por ambos.
Este análisis breve, y posiblemente incompleto, solo afirma la imposibilidad de adoptar una postura a favor o en contra de uno de los dos bandos. Un pacifismo irrestricto implica por el momento la aceptación de graves injusticias, pero aumentar los grados de agresión solo llevará a la progresión en su respuesta y la formación de nuevas alianzas. Habrá pocas, poquísimas cosas que podemos hacer desde Ecuador para aportar a la solución del problema -a mi cabeza mundana no se le ocurre ninguna- pero posicionarnos a favor o en contra de uno u otro, irreverentes ante la complejidad del conflicto, creo que es profundizarlo.
Pedro González.
Referencias
- Geier, B. (2021). The Palestinian’s Venison: John Locke, Colonialism and Liberal Zionism. https://academicworks.cuny.edu/gc_etds/4395/
- Losada, J. (2012). Las razones emocionales de nuestra seguridad: Hobbes ante el reto de las relaciones internacionales. Relaciones internacionales, 20, pp. 13–30.
- Walzer, M. (2002). Guerras justas e injustas. Ediciones Paidos Ibérica.
Imagen tomada de lieber.westpoint.edu e intervenida digitalmente.