Consumismo, poder y alteridad
Por: Severo Ríos
El mundo complejo en el que vivimos está caracterizado por una sociedad acelerada, sumamente competitiva, donde el éxito se lo relaciona a la capacidad de consumo, lo que insalvablemente promueve la imposición de los intereses individuales, como justificativo para alcanzar un estilo de vida que muchos lo describen como efímero y egoísta.
El mundo complejo en el que vivimos está caracterizado por una sociedad acelerada, sumamente competitiva, donde el éxito se lo relaciona a la capacidad de consumo, lo que insalvablemente promueve la imposición de los intereses individuales, como justificativo para alcanzar un estilo de vida que muchos lo describen como efímero y egoísta.
Citando a Bolívar Echeverría, para quien la modernidad y el ser humano, se encuentran marcados por el capitalismo, siendo el desarraigo una característica fundamental, la falta de un sentido o coherencia profunda de las significaciones, presentan experiencias de artificialidad y fugacidad; cumpliendo el mercado una tarea resocializadora. En este escenario, vemos que se presenta lo que se denomina una crisis de valores, donde el éthos, es usado de modo estratégico para ocultar o denegar las contradicciones del capitalismo; así Echeverría dirá que “Sólo en virtud de esta denegación lo insoportable se vuelve soportable, sólo gracias a ella el sacrificio permanente del valor de uso en beneficio del valor, el hecho de la represión de lo moderno por lo capitalista, puede pasar inadvertido por la experiencia humana” (Echeverría, 2010, p. 235).
Esta comprensión efímera de la vida en la modernidad (modernidad tardía), también es captada por el filósofo coreano, Byung Chul Han, que en su obra “La sociedad del cansancio”, considera que, la vida y el mundo nunca han sido tan efímeros, nada es constante, ni duradero, la narratividad del mundo se va perdiendo y la fugacidad se refuerza. El filósofo coreano, utiliza el término, “hipercapitalismo” y dice: “El hipercapitalismo convierte todas las relaciones humanas en relaciones comerciales. Despoja al hombre de su dignidad, reemplazándola por completo por el valor de mercado.” (Han, 2017, p. 50). Además, para referirse al ser humano moderno, lo califica como esclavo neoliberal, en donde el “yo como proyecto, que cree haberse liberado de las coacciones externas y de las coerciones ajenas, se somete a coacciones internas y coerciones propias” (Han, 2014, p. 6).
En esa realidad, dominada por las interacciones de consumo, polarizado, y con el fortalecimiento del individuo; las relaciones de poder tendrán una tendencia hacia la indiferencia del otro y sus necesidades. El mismo Han, critica que a las relaciones de poder se las tome como una relación causal de imposición del yo sobre el otro, que se las tome como una relación sin consideración del otro, por ello dirá: “el otro sufre la voluntad del yo como algo que le resulta ajeno” (Han, 2016, p. 11), cuestiona que se forje una voluntad adversa para unos, pues esta sería una forma debilitada de poder, ya que las formas más elevadas de poder, son las que cuentan con la voluntad del otro. “un poder superior es aquel que configura el poder del otro, y no aquel que lo bloquea” (Han, 2016, p.14).
Vemos una mirada sobre el poder, como una relación con el otro, no necesariamente coaccionada, ni de jerarquía, sino que posibilita una relación no excluyente entre poder y libertad, un espacio para el encuentro con el otro; “El poder proporciona al otro, espacios que son los suyos, y en los que, pese a la presencia del otro, es capaz de recobrarse a sí mismo” (Han, 2016, p. 18). En esta expresión, existe un paralelismo al llamado del rostro y el encuentro con el otro que Levinas propone, el filósofo lituano-francés, pone como marco de relación a la responsabilidad.
Por otro lado, con referencia en Michel Foucault, quien hace una relación entre poder y verdad, partiendo que la verdad no está al margen del poder, sino que se configura en él. Correspondería especificar las siguientes interrogantes ¿Qué debemos entender por verdad? y ¿Cuál es el marco de la verdad en la sociedad?
En este sentido, dentro de la recopilación de entrevistas realizadas a Foucault y a cargo de Edgardo Castro, denominadas “Microfísca del poder” encontramos la declaración del francés: “La verdad es de este mundo y se produce a múltiples coacciones. Y tiene en él efectos pautados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su política general de la verdad es decir, los tipos de discursos que acoge y hace funcionar como verdaderos…” (Castro, 2019, p.42)
En la misma entrevista, Foucault, indica que la sociedad tiene sus procedimientos para establecer la verdad y el estatus de quienes tienen a su cargo decir lo que funciona como verdadero. En Foucault está claro, que la coacción es la forma en la que se manifiesta el poder y la verdad depende de esas manifestaciones Al decir la verdad es de este mundo, establece a la verdad como proyección de las relaciones de poder. La mecánica del poder somete al cuerpo del individuo y al cuerpo social, se incorpora en sus conductas y discursos.
La verdad según Foucault, tiene ciertos rasgos y entre ellos, establece que “se produce y se trasmite bajo el control no excluyente, pero si dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos” (Castro, 2019, p.43). Aquí encontramos, nuevamente la referencia de que el poder económico, maca el actuar de la sociedad. Tanto es así, que los criterios de verdad y quien dice lo que es verdad se relacionará al poder económico.
Vemos dos miradas diferentes sobre las relaciones de poder, pero queda claro, que el poder es un fenómeno, que configura la forma en la que una persona percibe y entiende a otra persona. Esa forma relacional en la sociedad contemporánea, se ve determinada en gran medida por las relaciones económicas y de consumo particularmente. Por lo tanto, las relaciones interpersonales y sociales en general, deben sus problemas a la dinámica consumo, poder, individuo.
LA ALTERIDAD COMO OPCIÒN
El imperio del yo, por sobre el otro, se vuelve insostenible, la desigualdad en el reparto de la riqueza y el acceso a los servicios, no puede mantenerse invisible a los ojos del ciudadano contemporáneo; el progreso tecnológico, el consumo, no pueden vaciar de contenido al ser humano, que necesita una configuración desde la dignidad, desde la ética.
En este sentido, Foucault, nos dice que la verdad es de este mundo y esa verdad se forma de acuerdo al poder imperante. Levinas a su vez, indica que, en la tradición occidental, el mundo se forma en el reposo del pensamiento y que se expresa mediante el verbo ser, en ese reposo lo distinto se reconoce, es presencia, se identifica y así forman el mundo. “En el mundo, lo positivo posee todo su sentido. La identidad de los seres se relaciona, pues, con una experiencia profunda y fundamental, que es también una experiencia de lo esencial...” (Levinas, 2005, p.156).
Si Foucault, dice que la verdad deviene del mundo, y Levinas nos dice que el mundo es el encuentro con el otro, la verdad es la forma por la cual nos encontramos con el otro. Si tomamos ese encuentro marcado por un poder coaccionante, la verdad se sujeta a quien tiene esta capacidad.
Pero en la alteridad, sobre todo si tomamos a Levinas, la propuesta del encuentro con el otro es de reconocimiento, es desde la proyección de la identidad de sí mismo que se conoce como rostro y el reconocimiento de las identidades o rostros de los otros, en ese llamado que no se da en una relación de coacción, sino que, según Levinas, en la exigencia mutua de respeto, que consiste en entender el límite del rostro del otro frente al mío mismo. Este llamado del otro y respuesta del yo, solo puede ser mantenida en el respeto en una tensión no violenta y es así que la ética se fija como nicho vital de ese encuentro.
El “encuentro del otro” que propone Levinas, cuando dice: En el mundo, lo positivo posee todo su sentido. La identidad de los seres se relaciona, pues, con una experiencia profunda y fundamental, que es también una experiencia de lo esencial; es una la relación con el otro, como experiencia profunda y de lo esencial; es decir, en el otro nos encontramos y en el otro encontramos las respuestas a lo esencial. Se propone una relación de poder libre, como la que promueve Byung Chul Han y por lo tanto excluyente de violencia, no necesariamente jovial, pero sí libre y fundamental.
La noción acerca de “el otro”, se convierte en el fundamento ético que exige respeto. Una suerte de tira y jala, pues cada individuo tiene una tendencia natural a imponer su personalidad, su yo, pero ante el llamado del otro y la propia intención del otro de imponerse, se crea una tensión que es el espacio para el respeto; por tanto, el “yo” se enriquece del otro y su personalidad se construye completa desde lo externo. En este sentido, la siguiente cita: “La lucha de cada persona por alcanzar el reconocimiento puede llevarlo a usar la violencia, pero solo cuando se acepta que el reconocimiento del otro, y que el otro es el origen mismo de dicho reconocimiento, se invierte la balanza y se le da al poder –en tanto sociabilidad – la primacía sobre la violencia “(Mejía, 2017, p. 48).
La frase anterior es tomada del libro de la profesora colombiana, Juliana Mejía, denominada “Violencia, reconocimiento del otro e identidad”, que es una reflexión al problema de la violencia en Colombia, inspirada en las propuestas de Hannah Arendet y Emmanuel Levinas, nos explica la posibilidad de una forma de poder desde la alteridad, como modelo relacionador capaz de excluir la violencia.
Esta forma de entender al poder, desde el otro como fuente ética, es también entendida por Chul Han, quien dice que la libertad no se excluye en el poder, sino que más bien se perfecciona. Para Han el poder es ipsocéntrico (Han, 2016, p.153) se centraliza en sí mismo, esta es su característica; por lo que es necesario que algo reprima esa tendencia, “que brinde espacios no solo a lo uno, sino también a lo múltiple y marginal, que conceda estancias, que se vea conmovido por una amabilidad original…” (Han, 2016, p.153). Para Han, esta característica del poder, es común al capital, que tiende a agrandarse a sí mismo. Para el autor coreano, el perfeccionamiento del poder, se lo encuentra también en la alteridad, en la libertad del otro. Él habla de una amabilidad original, Levinas habla del respeto como esa exigencia espontanea frente al llamado del otro.
Es así que, desarrollar las propuestas que devienen de la alteridad, que se acercan a una ética aplicada, donde el elemento central es formar las concepciones de mi propia vida, del yo y el mundo, desde el encuentro con el otro, es una opción que permitiría concretar alternativas que involucren formas de relación social menos violentas y más solidarias. La alteridad involucra, por lo tanto, no solo una concepción teórica, sino además metodológica, que implica el desarrollo de técnicas propias de esta corriente filosófica que se complementarían con otras ramas del conocimiento.
Bibliografía
- Echeverría, B. (2010). Definición de la cultura. Ciudad de México: Itaca
- Chul Han, B. (2017). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder (edición digital).
- Chul Han, B. (2014). Psicopolítica. Barcelona: Herder (edición digital).
- Chul Han, B. (2016). Sobre el poder. Barcelona: Herder
- Castro, E. (2019). Michel Foucault microfísica del poder. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Levinas, M. (2005). Dios, la muerte y el tiempo. Madrid: Ediciones Cátedra
- Mejía, J. (2017). Violencia, reconocimiento del otro e identidad. Bogotá: Universidad del Rosario (edición digital).
Imagen tomada de globalizacion.org e intervenida digitalmente.