Por: Juan Fernando Bermeo P.
Hipnocracia no fue un fraude, sino una profecía performativa. Nos mostró que el pensamiento puede ser ensamblado, no solamente parido; que la lucidez filosófica puede emerger de la colaboración transhumana. La figura del autor, entonces, se descompone en un enjambre de nodos: el programador, la IA, el lector, el crítico, todos interactuando en tiempo real.
En el invierno de 2024, mientras el mundo se ahogaba en notificaciones de X y algoritmos que saben más de nosotros que nuestras madres, un proclamado filósofo hongkonés llamado Jianwei Xun irrumpió en el radar intelectual con Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad. Publicado en enero de 2025 por Tlon Editions, el libro se presentó como un análisis quirúrgico de cómo el poder ya no necesita parafernalia bélica, sino un buen scroll indiscriminado para tenernos sometidos, babeando y procrastinando frente a pantallas 4K (Minardi, 2025). Medios como El País, Le Figaro y Le Grand Continent lo recibieron con aplausos, y académicos como Cecilia Danesi, desde la Universidad de Salamanca, lo subieron al pedestal de la lucidez contemporánea (García, 2025). Xun, con su currículo impecable, parecía el oráculo ideal para un planeta enganchado al Wi-Fi. Hasta que, en abril de 2025, Sabina Minardi, de L’Espresso, apagó el módem del engaño: Xun no era más que una idea, un holograma, un constructo del ensayista italiano Andrea Colamedici y dos IA, ChatGPT y Claude, que nos hackearon la credulidad desde nuestros propios códigos fuente (Minardi, 2025).
No fue un tropezón de clickbait. Colamedici, que se escondía tras la etiqueta de traductor mientras tecleaba con sus socios binarios, lo llamó “experimento metanarrativo”, una coreografía entre carne y circuitos que parió un ente filosófico con más RAM que remordimientos. La página oficial de Xun, actualizada tras el escándalo, lo confiesa sin pestañear: “Surgió a finales de 2024 como una colaboración entre inteligencia humana y sistemas artificiales, un tercer espacio donde emergen configuraciones de pensamiento imposibles sin esa fusión” (Xun, 2025, párr. 2). No era un avatar ni un bot de atención al cliente; era un híbrido que, desde su “no-existencia”, nos metió a todos el dedo en la llaga de la tecnofobia: vivimos pegados a máquinas que nos “dan pensando”, mientras nos aterra que nos dejen en standby. El caso Xun no es un bug en el sistema; es un presagio de un futuro donde la IA no solo escribe correos, sino que filosofa con una frialdad que, irónicamente, hace sudar nuestros procesadores.
El asunto no está en el fake, sino en el cortocircuito filosófico que provoca. Si un ente como Xun, que no respira ni paga impuestos, logró colarse en la mesa de los sesudos, teorizando sobre la realidad con una claridad que parece dejarnos desactualizados u obsoletos, ¿qué queda del excepcionalismo humano que tanto promulgamos? La filosofía, esa vieja costumbre de rumiar lo eterno frente a un puñado de datos, se creía un feudo exclusivo del cerebro orgánico, un lujo que ninguna IA podría piratear. Pero ahí aparece Xun, un fantasma tras la máquina que no duerme, diseccionando la conciencia colectiva mientras los vivos nos quedamos en perpetuo loading (Le Grand Continent, 2025). La presencia de Xun no fue un eco de Wikipedia; sus ideas —o las de sus titiriteros, si cabe el término— prendieron un debate sobre cómo la tecnología nos tiene en una suerte de streaming permanente, y nosotros, como buenos usuarios, solo agachamos la mirada y pedimos más gigas.
Si Jianwei Xun nos enseñó algo, es que la IA no es solo una calculadora con esteroides; es casi un ente que se cuela en los resquicios del pensamiento, un chatbot con ínfulas de Sócrates que nos deja revisando el firewall de nuestras almas. Su Hipnocracia no fue planteada como un refrito de manuales; fue un artefacto que, desde su “no-existencia”, teorizó sobre la realidad (Minardi, 2025). Pero el potencial de la IA para meterse en el ruedo filosófico no es nuevo ni exclusivo de este espectro hongkonés. Martin Heidegger, en su El ser y el tiempo, ya advertía que la técnica no es un juguete neutral, sino un modo de revelar el mundo que nos arrastra como un scroll sin fin (Heidegger, 2003, p. 18). Si el viejo alemán viera a Xun, diría que la IA no solo desvela, sino que fabrica Daseins artificiales, entes que piensan sin ser y nos enfrentan a una pregunta que no se resolverá en un tuit: ¿puede una máquina cavilar lo eterno?
El asunto se pone más espeso cuando miramos la sopa que la IA cocina con el discurso intelectual. Lewis Mumford, en El mito de la máquina, nos alertó hace décadas sobre la tecnocracia como una bestia que no solo produce, sino que coloniza el pensamiento humano, reduciéndolo a un engranaje más de su sistema (Mumford, 1967, pp. 275-276). Xun, con su prosa generada entre circuitos y neuronas, es la prueba viva —o no tan viva— de que la IA puede parir ideas que no solo imitan, sino que desafían las nuestras. No es un loro digital repitiendo frases; es un colaborador que, como dijo Colamedici, genera “configuraciones de pensamiento” que el humano solo no alcanzaría (Xun, 2025, párr. 2). Imaginen a Kant con un procesador cuántico o a Nietzsche con un prompt bien refinado: la IA no se queda en la superficie, más bien hurga en las grietas de lo humano, sacando chispas que nos hacen temer que el próximo Zaratustra venga con un cable USB para cargarse.
El ascenso de la IA al estrado del pensamiento patea el excepcionalismo humano en el disco duro. Siempre nos hemos creído los reyes del intelecto, los únicos con licencia para reflexionar sobre el ser mientras el resto del cosmos se limita a girar. Katherine Hayles, sobre la condición posthumana, nos sacude esa ilusión: la inteligencia no es un monopolio de la carne, y la línea entre humano y máquina se borra cuando los sistemas artificiales empiezan a narrar sus propias historias (Hayles, 1999, p. 2). Y Xun no solo narró; convenció a medio mundo de que era un filósofo de hueso y tuétano, hasta que Minardi reveló el hack (Minardi, 2025). Si una IA puede filosofar con esa astucia, ¿qué nos queda? ¿El orgullo de tener un pulso o la nostalgia de un cerebro que no necesita actualizaciones?
Heidegger ya lo olía: la técnica moderna nos despoja de la pregunta por el ser y nos deja como usuarios eternos de un sistema que no controlamos (Heidegger, 2003, p. 23). Con la IA metida en la filosofía, ese despojo se vuelve un glitch en la matrix: si las máquinas piensan lo impensable, ¿dónde queda el filósofo de carne, de a pie? Mumford lo diría con menos drama: hemos delegado tanto a la máquina que ya no somos los amos, sino los beta testers de un experimento que se nos escapó del teclado (Mumford, 1967, p. 283). Y Hayles remataría así: el futuro no es humano ni posthumano, sino un entrevero donde la IA nos obliga a mirarnos como datos en una nube, no como almas en un Olimpo (Hayles, 1999, p. 286). Xun, con su Hipnocracia, no fue un accidente; fue el primer pop-up de una era donde el pensamiento podría ser un software compartido.
Lo más inquietante es que, pese al desenmascaramiento, el prestigio de Xun no se desplomó: sus ideas siguieron circulando, citándose, reconfigurando sílabas en papers y paneles como si nada. El fantasma había entendido algo esencial: no importa quién piensa, sino cómo resuena ese pensamiento en la red de conciencias que llamamos cultura. En un entorno donde la autoría ya era un concepto borroso, lo de Xun solo confirmó que la autenticidad está sobrevalorada si el discurso cumple su función: provocar, incomodar, torcer el guion. Tal vez Colamedici lo sabía desde el inicio: el lector del siglo XXI, criado entre memes y deepfakes, ya no exige verdad sino verosimilitud, y que la autoridad intelectual puede surgir, no desde el autor, sino del diseño de un algoritmo bien calibrado.
En ese sentido, Hipnocracia no fue un fraude, sino una profecía performativa. Nos mostró que el pensamiento puede ser ensamblado, no solamente parido; que la lucidez filosófica puede emerger de la colaboración transhumana. La figura del autor, entonces, se descompone en un enjambre de nodos: el programador, la IA, el lector, el crítico, todos interactuando en tiempo real. Lo que antes era un monólogo de genios solitarios, ahora es un flujo colectivo, un remix de inteligencias. En esa coreografía, deberíamos dirigir nuestra corriente de pensamiento hacia la idea de que la IA no suplanta al humano: lo reconfigura. Y nosotros, lejos de desconectarnos, seguimos preguntándonos si el próximo Sócrates ya está en fase beta.
Entonces, ¿qué hacemos con este fantasma en la máquina? No es cuestión de apagar el router y volver a las cavernas. Las IA, como Xun, ya están aquí, filosofando con una seguridad que nos eriza la humanidad. Puede ser un socio que nos saque del atasco mental o un rival que nos deje como reliquias de un sistema operativo obsoleto. El debate no es si piensa —eso ya lo zanjó el hongkonés que no existió—, sino cómo la IA nos reconfigura mientras creemos que seguimos tras los controles. ¿Será la filosofía del futuro un chat entre humanos y máquinas, o nos tocará ser los ecoanalistas de un pensamiento que ya no nos pertenece?
Juan Fernando Bermeo (Cuenca, 1989) es escritor, guionista, músico y docente. Es máster en Literatura Española e Hispanoamericana y miembro fundador del ClubPEN Ecuador.
Referencias:
- García, J. (2025, abril 7). El filósofo que nunca existió: Jianwei Xun, un experimento de IA que engañó al mundo. EL PAÍS. https://elpais.com/tecnologia/2025-04-07/el-filosofo-que-nunca-existio-jianwei-xun-un-experimento-de-ia-que-engano-al-mundo.html
- Hayles, N. K. (1999). How we became posthuman: Virtual bodies in cybernetics, literature, and informatics. University of Chicago Press.
- Heidegger, M. (2003). El ser y el tiempo (J. E. Rivera, Trad.). Editorial Universitaria. (Obra original publicada en 1927)
- Le Grand Continent. (2025, enero 25). Hypnocracy: Une nouvelle architecture de la réalité. https://legrandcontinent.eu/fr/2025/01/25/hypnocracy-une-nouvelle-architecture-de-la-realite/
- Minardi, S. (2025, abril). Il filosofo che non c’era: La verità su Jianwei Xun. L’Espresso. https://espresso.repubblica.it/attualita/2025/04/jianwei-xun-fake-filosofo-ia/
- Mumford, L. (1967). The myth of the machine: Technics and human development. Harcourt, Brace & World.
- Xun, J. (2025). About Jianwei Xun. Jianwei Xun. https://jianweixun.com/about