¿El fin de la izquierda y la derecha?
Por: Vicente Solano P.
¿Es posible gobernar sin una base ideológica clara? ¿O hemos reducido la política a una simple cuestión de administración eficiente, despojada de ideales de transformación?
Durante los últimos años, la dicotomía entre izquierda y derecha ha sido objeto de cuestionamiento. Mientras algunos afirman que estas categorías políticas han perdido su relevancia en un mundo cada vez más globalizado y tecnocrático, otros insisten en que, a pesar de su crisis, la distinción sigue siendo crucial para comprender el panorama político actual. La pregunta que surge es: ¿Estamos realmente ante el fin de la izquierda y la derecha o simplemente frente a su transformación?
Norberto Bobbio, en su obra Destra e Sinistra, defendía que la división entre izquierda y derecha está anclada en un principio fundamental: la igualdad. Según el filósofo italiano, quienes promueven la eliminación de las desigualdades sociales pertenecen a la izquierda, mientras que quienes aceptan la desigualdad como inevitable se alinean con la derecha. Prima facie – a primera vista-, parece una distinción clara y lógica, pero en un contexto donde los partidos políticos se presentan cada vez más como «centristas» o «pragmáticos», surge una interrogante: ¿Siguen teniendo vigencia estas categorías en el mundo de hoy, donde la política parece más preocupada por la gestión eficiente que por las grandes posturas ideológicas?
La «tercera vía», ese intento por sintetizar lo mejor de la izquierda y la derecha, ha sido una de las respuestas más conocidas a esta “crisis”. No obstante, lejos de resolver el problema, esta vía parece haber diluido aún más los límites entre ambas posturas. Si todo se centra en el pragmatismo, ¿dónde quedan los grandes debates sobre igualdad, justicia social y libertad? La tercera vía no ha logrado cerrar el debate; más bien, ha dejado al descubierto la creciente dificultad para posicionarse políticamente. ¿Es posible gobernar sin una base ideológica clara? ¿O hemos reducido la política a una simple cuestión de administración eficiente, despojada de ideales de transformación?
Por otro lado, Gustavo Bueno, en El mito de la izquierda (2002), se distancia de esta visión pragmática y plantea que la izquierda surgió como una respuesta histórica al Antiguo Régimen, ese sistema de poder basado en la unión entre la monarquía y la Iglesia. Para Bueno, la Revolución Francesa fue el punto de partida de la izquierda, pero también dejó claro que nunca fue un movimiento homogéneo. Los jacobinos, que no dudaron en recurrir a la violencia para imponer sus ideas, contrastaban con los anarquistas, que rechazaban cualquier forma de poder centralizado.
Este análisis nos lleva a cuestionarnos la vigencia del concepto de izquierda: ¿Podemos seguir hablando de una «izquierda» unificada, o el término ha perdido su sentido en un mundo cada vez más fragmentado? Hoy en día, movimientos ambientalistas, feministas y de derechos humanos a menudo se agrupan bajo la bandera de la izquierda, a su vez también de ciertas derechas, pero sus agendas, en muchos casos, se alejan de los planteamientos tradicionales de la misma. De la misma forma, la derecha se encuentra en una crisis similar, difuminada entre el conservadurismo clásico, el liberalismo económico y los nuevos populismos.
Entonces ¿Es hora de abandonar las categorías de izquierda y derecha y adoptar un nuevo marco para comprender las luchas políticas modernas? Algunas voces sugieren que la verdadera división ya no es entre izquierda y derecha, sino entre «los de arriba y los de abajo», entre las élites económicas y políticas, y las grandes mayorías excluidas del poder. En este escenario, la izquierda y la derecha se diluyen, y lo que importa es la lucha entre los explotados y los explotadores, una dicotomía que recuerda a la vieja lucha de clases, pero adecuada a los tiempos actuales.
La crisis que enfrentan la izquierda y la derecha es real, pero no debemos confundirla con su desaparición. Ambas han sido fundamentales para la historia contemporánea -desde la Revolución Francesa-, y es ingenuo pensar que desaparecerán sin dejar algún tipo de legado. Al contrario, lo que estamos viendo es un proceso de transformación, donde los viejos paradigmas ceden lugar a nuevas formas de entender la política. ¿Significa esto que estamos ante el final de las ideologías, como sugirió alguna vez Francis Fukuyama?
La historia ha demostrado que la política no puede existir sin ideologías. Siempre habrá una narrativa, un conjunto de creencias que sustenten las decisiones políticas, ya sea bajo la forma de igualdad, libertad, justicia o cualquier otro ideal. Lo que parece estar sucediendo es que esas ideologías están adoptando nuevas formas -el viejo árbol de las ideologías siguen reverdeciendo-, a menudo difíciles de encasillar en las viejas etiquetas de izquierda y derecha.
Así, el debate no es tanto si la izquierda y la derecha han llegado a su fin, sino si estamos listos para redefinirlas. La política contemporánea, en su complejidad, nos invita a abandonar las dicotomías simples y a pensar en términos más matizados -los grises o los grados-. Las categorías no son eternas e inmutables, como bien decía Marx, “lo solido se desvanece en el aire”. ¿Estamos presenciando el fin de una era o el comienzo de una nueva generación de izquierdas y derechas? Esa es la pregunta crucial que debemos hacernos hoy. Mientras tanto, la real politik seguirá viva.
Vicente Solano P. Aprendiz de filosofo del Derecho. Seguidor de Diógenes y realista crítico.
Imagen tomada de goconqr.com e intervenida digitalmente