El rebasamiento del territorio y las periferias de un infierno posible – Fernando Prieto Rojas
Apuntes para una poética del inframundo en Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal.
En ese sitio de la periferia es donde se construye un espacio otro, un infierno posible, uno de los miles de infiernos posibles que en la ciudad latinoamericana están circunscritos a la periferia, es decir, en los límites como espacios de tensión crítica.
Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno. Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?
Mefistófeles: Debajo del cielo.
Fausto: Sí, pero ¿en qué lugar?
Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos. Donde somos torturados y permaneceremos siempre. El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer…
Marlowe, Doctor Fausto.
El infierno no tiene límites. Se expande a través de confines insospechados e invade cada espacio. Nace en las entrañas de la tierra, pero escapa de ella hasta el exterior. El infierno es el otro, sugiere con una embriagadora lucidez Sartre en A puerta cerrada. El infierno es el prójimo, aquel al que Dios nos invita a amar. Él es el verdugo encargado de poblar de tormentos la vida del individuo. El infierno es en Sartre una mirada ajena, la mirada pesquisante del prójimo. Pero también el infierno es el espacio en el que se convive día a día. Hay un infierno de miradas juzgadoras que miran los cuerpos y determinan su valor, hay un infierno burocrático, un infierno amoroso, otro familiar. Hay un infierno urbano, donde la condena es una bala que escapa de un revolver recortado hecho a mano en una armería clandestina.
En este estudio se analizan los mecanismos y las claves de escritura que Leopoldo Marechal ejecuta en su obra Adán Buenosayres con el fin de reconstruir un infierno posible con los despojos de un mundo fragmentario. De esta manera, se busca comprender la estructura de la novela y los mecanismos con los que opera la escritura de Marechal con el fin de subvertir el infierno metafísico (dantesco, homérico y virgiliano) para trasladarlo a un espacio de las alteridades en el cual los tormentos se vuelven cercanos en la medida que se reconstruyen con el imaginario colectivo de un país y de una época.
La literatura latinoamericana ha tenido un particular interés por explorar el imaginario del inframundo a través de reescrituras e interpretaciones del espacio infernal como tópico de tensión crítica. Basta recordar entre otras obras, El lugar sin límites de José Donoso, Tadeys de Oswaldo Lamborghini, El rincón de los justos de Velasco Mackenzie que exploran, desde las alteridades, un infierno propio, circunscrito ya no a un inframundo metafísico, rodeado de demonios alados sino el tormento de un mundo terrenal donde la vida se ha vuelto imposible.
En el imaginario de la literatura latinoamericana el infierno es un espacio poblado por gente y no por almas en pena. No hay demonios sino sicarios, asesinos, gobiernos corruptos, feminicidas que quedan en la impunidad y un sistema que atormenta a aquellos que no cumplen con los estamentos físicos, morales o éticos para ser parte de una estructura social. En Adan Buenosayres Marechal construye un infierno a partir de los despojos del mundo real y con la reconfiguración de una temática ya bien consabida en la tradición occidental. En la Odisea, la Eneida y en la Divina Comedia -epítome de la tradición literaria sobre el inframundo- la figura del héroe que desciende al infierno se convierte en un emblema del reto del héroe.
No es un tema menor considerar que tanto Odiseo como Eneas, así como en cierta medida el personaje ficcional de Dante, se configuran como héroes fundacionales que recorren el infierno como parte de las pruebas mayores para lograr una victoria a partir de la superación de la barbarie infernal. El caso de Marechal supone una reconfiguración de esta estructura. El libro final de Adán Buenosayres no tiene un cierre que opere con punto de andamiaje entre el inicio del séptimo libro y el final de la obra. En la apertura de este séptimo libro la voz narradora anticipa tanto el descenso a la ciudad de Cacodelphia, así como el ascenso a la luminosa ciudad de Calidelphia.
La reestructuración del viaje del héroe por el espacio infernal implica una reestructura del infierno con una nueva mirada desde la desposesión. Cacodelphia está construida con los restos del mundo otro, es decir, con el espacio tangible. En el infierno marechaleano las cosas se modulan y operan como rezagos de un espacio desposeído, es un sitio de la frontera, donde el despojo y la condena operan como punto de tensión crítica que amplían los límites de lo infernal hacia la realidad terrenal. Estos puntos operantes implican la desterritorialización y la reterritorialización de los elementos de la realidad en la que habita Adán Buenosayres y el traslado de aquellos elementos hacia el mundo posible que se determina por las fronteras de un infierno marcado por las sobras del mundo otro. Como señala González (2021) la actualización del escenario parodiado del infierno representa una forma de distanciamiento de la epopeya. El desdoblamiento que implica la parodia potencia la reorganización semántica y simbólica del espacio material en el que se proyectan nuevas voces a la vez que se reconfiguran las ya existentes.
Pero ese despojo no tiene que ver únicamente con el espacio material sino también con los registros lingüísticos con los que la novela se organiza. El lenguaje se ha modernizado y se hace uso de nuevas variedades lingüísticas como el lunfardo y el coliche, argots en principio marginales y periféricos. A modo de ver de González (2021) al hacer un uso operante de la parodia como elemento de resemantización la novela “puede mostrar la capacidad de crear su propio universo ficcional y su lenguaje, conservando las características de su contexto, tanto espacial como temporal, y la intención discursiva, creando una estética propia” (p. 159).
De igual manera, la estética del desarraigo que utiliza Marechal como registro nos traslada a otro punto de análisis que permite comprender como el autor ha reconstruido el espacio con ese despojo. El espacio de Adán Buenosayres para Davis (2017) se organiza a partir de las dicotomías, entre las que destaca la dicotomía de la ciudad visible y de la ciudad invisible, que no son dos ciudades diferentes, sino las dos caras de una misma moneda. Cuando las dos ciudades se juntan forman otra ciudad. La periferia como espacio despojado no puede acceder al centro y el centro no quiero irse a la periferia. Esta noción nos lleva pensar en que “Calidelphia sería la parte celestial a que aspira Buenos Aires, solo alcanzable si consigue una forma espiritual” (p. 6).
Calidelphia como utopía es un espacio inaccesible, un deseo hecho de la ensoñación por construir la ciudad letrada, donde el sentido metafórico de la utopía funda además la urbe o la Polis. Por ello, al final no se determina si existe esa ciudad ideal o si llega a concretarse. Lo que tenemos, eso sí, es una ciudad despojada, carente, llena de almas en pena. Tenemos un mundo que habita en las fronteras de un desgarramiento. En ese sentido, también es decidor que el espacio que ocupa el infierno y algunos de sus barrios centrales están circunscritos a las periferias. La ciudad de Cacodelphia ocupa un espacio intermedio, donde se forma un pliegue. Esa frontera y el pliegue que se forma posibilita la generación de una situación en el límite. En ese sitio de la periferia es donde se construye un espacio otro, un infierno posible, uno de los miles de infiernos posibles que en la ciudad latinoamericana están circunscritos a la periferia, es decir, en los límites como espacios de tensión crítica. La periferia es el lugar otro, circunscrita a la ciudad, pero oculta de los centros. Por ello, en novelas como El rincón de los justos de Jorge Velasco Mackenzie la marginalidad infernal es obligada a trasladarse hacia las periferias de Guayaquil, a un suburbio en donde son recluidos para que rehagan su vida. Este ejemplo nos permite comprender, al menos de manera parcial, como opera el centro frente a la periferia y como es el centro (en el caso de la Adán Buenosayres encarnado por el Astrólogo) el que construye la periferia (La ciudad de Cacodelphia).
Pero ¿qué origina entonces este infierno que Marechal lleva hasta el límite de la interpretación crítica? Podemos situar unos de sus orígenes en la crisis de la ciudad letrada cuyo imaginario comienza a desfigurarse. La ciudad letrada que separaba la civilización de la barbarie cae en desuso y esta categoría comienza a subvertirse. La aparente barbarie invade la ciudad letrada, se hace presente en el barrio popular, en la jerigonza de la calle, en la noche violenta y bohemia. No hay más que voltear la mirada al mercado, a la plaza o a la calle. A modo de ver de Villavicencio (2006) la ciudad letrada, circunscrita en principio únicamente a la escritura entra en crisis cuando nuevos códigos y registros comienzan a entrar en circulación. La invasión del nuevo registro corrompe a la ciudad de la letra, que anula de su ley, derecho y protección, a aquellos que no pueden producirse en el registro escritural. Por esto resulta decidor que en el suburbio de los irresponsables caiga como parte del tormento un torbellino de periódicos, hojas, revistas y carteles a las que las masas se abalanzan con desesperación y devoran como si se tratara de maná del cielo:
En seguida, ellos bajándose los pantalones y ellas levantándose las faldas, se pusieron en cuclillas y defecaron solemnemente, mientras, con voces de cotorras, declamaban ampulosos editoriales, gacetillas de cinematógrafo, debates políticos, noticiarios de fútbol y crónicas policiales (Marechal, 2000, p. 267).
El registro escritural de esta ciudad nos lleva a comprender que la ciudad ideal como Calidelphia es una ciudad futura, que puede construirse en la utopía, es una ciudad extranjera, probable, que sirve como modelo moral para la ciudad real. Esa ciudad soñada es ausente, una urbe planificada donde la periferia no tiene lugar y por tanto la ciudad real queda anulada y extinguida. En contraposición al registro escritural de la ciudad letrada se cierne la ciudad real. Esta ciudad es el espacio de la concreción entre el centro y la periferia, es una ciudad cuya amalgama de voces nos traslada a las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, en la ciudad real como señala Villavicencio (2006) todo se concreta en la periferia, que toma el centro y lo vuelve parte de su propio imaginario hasta que toda la ciudad está envuelta en ese desgarramiento infernal.
Cacodelphia representa en esta dicotomía, lo perverso de la ciudad real. Cacodelphia se determina por lo marginado, es una ciudad terrenal y por lo tanto una ciudad anclada al imaginario de la ciudad latinoamericana de provincia, una ciudad anulada del mapa como El Olivo del Lugar sin límites o como La Santa María que idea Juan Carlos Onetti como escenario de sus novelas. Cacodelphia es el barrio suburbano situado en el suburbio, en el guasmo, a donde se traslada la miseria, en donde la violencia se plantea como única ley. Calidelphia representa como contraposición de Cacodelphia la ciudad utópica, con características de la ciudad europea. Es la ciudad letrada e invisible, inaccesible, probable pero no tangible, es una ciudad que se cierne como la utopía de una civilización de la letra “cuya descripción no debe ser la de una ciudad tal cual vemos, sino que debe ser la de una descripción imaginaria. Es decir, una visión de una ciudad futura basada en todo lo que no es en el presente” (Villavicencio, 2006, p. 3).
En síntesis, lo que importa de la ciudad de Cacodelphia es que no opera con esas pretensiones metafísicas sino a partir de los espacios reales que funcionan paralelos a esa ficción especulativa en la que se circunscribe el relato. Como se ha visto en este estudio, el infierno, como espacio operante de esa realidad deformada, atraviesa por un tamiz en el cual el espacio se deforma, cambia, se vuelve transitorio y operante como elemento de lo operante en ese barrio de lo deforme, de lo intransigente, un barrio terrenal, dentro de la tierra, inmerso en un Buenos Aires gauchesco. Circunscrito además a la tradición indómita de una nación fundada con el mito, con un héroe patrio, con un discurso dialéctico que conforma maneras ideales de habitar ese mundo. Marechal opera con claves poéticas que nos resultan decidoras para comprender de qué fuentes bebe y como modifica estas fuentes hasta convertirlas en mecanismos operantes de una transgresión.
El sitio real se corrompe, los objetos reales se trastocan y entonces cobran un nuevo sentido.
El sitio real se corrompe, los objetos reales se trastocan y entonces cobran un nuevo sentido. La realidad tangible de ese mundo ficcional atraviesa por un proceso de desdoblamiento en el cual las cosas, duplicadas y llevadas al inframundo, sirven como instrumentos de ruptura y de condena para mostrarnos, como en un espejo deformado, el infierno en el que vivimos, del que no podemos escapar.
Fernando Prieto Rojas. Lingüista e investigador. Su interés se centra en el estudio de textos coloniales de la modernidad temprana escritos en el Virreinato del Perú y la literatura ecuatoriana del siglo XIX. Realiza investigaciones en lingüística, con un enfoque particular en el análisis discursivo del español andino del siglo XVIII en producciones letradas de carácter jurídico y religioso. Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad de Cuenca. Además, Máster en Lingüística Hispánica por la Universidad de La Sabana (Bogotá, Colombia) y actualmente cursa una maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito, Ecuador). Ponente en las Jornadas Interdisciplinarias «Miércoles de Monstruos,» organizadas por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Sus textos han sido publicados en las revistas Mundana, Elipsis, Plástico y Marabunta. Formó parte de la antología Summergible, publicación conjunta de la Universidad de Cuenca y la UNAM.
Referencias
- Davis, A. (2017). Los espacios imposibles en la narrativa de Leopoldo Marechal: análisis de la construcción utópica y distópica de Buenos Aires. Brumal. Revista de Investigación sobre lo Fantástico/Brumal, 5 (2), 27-46. doi: https://doi.org/10.5565/rev/brumal.403.
- González, E. (2021). Parodia e ironía como subversión de la tradición en el “Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia”. Acta poética, 42(2), 147-167. doi: 10.19130/iifl.ap.2021.2.18127.
- Marechal, L. (2000). Adán Buenosayres. Agea.
- Villavicencio, M. (2006). Narrar el infierno latinoamericano: La ciudad maldita de Roberto Bolaño. Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana (JALLA 2006), 14 al 18 de agosto del 2006, Bogotá. En Academia. https://www.academia.edu/5852234/Narrar_el_infierno_latinoamericano_
Ilustación de portada: Santiago Espinoza (@sanespinozza); Ilustraciones internas: Eduarda Abad (@EDU._.ABAD)