El tigre de la oscuridad, la fiesta en el Titicaca y el alacrán que no puede aguantar el ayuno – Gabriela Vázquez
Un acercamiento a la literatura popular latinoamericana
Al incursionar en la dimensión filosófica y su indomable reflexión existencial, es sencillo hallar el vínculo natural compartido con las leyendas y los cuentos de la cultura popular.
En la cultura popular, la leyenda es dueña de un sentido que trasciende el simple “acto de contar historias”. Gran parte de su propósito, –aunque no necesariamente pensado como una finalidad en sí misma, desde luego –es la continuidad oral de la identidad cultural. A través de su filosofía, personajes y situaciones arquetípicas, la narrativa cumple con funciones esenciales dentro de las comunidades que las generan y perpetúan; ya que se convierten en enseñanzas sobre el comportamiento humano que emplean el realismo mágico y los mitos colectivos como palestra. En particular, los cuentos populares están enraizados en el contexto geográfico e histórico de los pueblos que las cuentan, conectando con el pasado y los ancestros, en una realidad que evoluciona, que es activa; que es vibrante.
Al incursionar en la dimensión filosófica y su indomable reflexión existencial, es sencillo hallar el vínculo natural compartido con las leyendas y los cuentos de la cultura popular. Estas crónicas tradicionales, que han traspasado entre comunidades, no solo llegan a entretener, sino que primariamente, contienen análisis profundos que reflejan dilemas éticos de los seres humanos. Una suerte de discurso social que, desde antigua data, llega hasta nuestros días de forma dinámica y contextualizada míticamente.
Distintas culturas se han enfrentado –cara a cara– a las mismas preocupaciones fundamentales durante la historia de la humanidad y, apreciar la relevancia continua de estas narraciones parece fundamental también dentro de la formación de sociedades y valores contemporáneos.
Por otro lado, no se puede dejar de reconocer que la oralidad está colmada de imposiciones, con carácter aleccionador, que deja ver en demasiadas ocasiones un marcado machismo; situación absolutamente evidente dentro del escenario investigativo durante la escritura de este ensayo. El cuestionamiento acerca de las inercias y vigencias de estas narrativas es muy necesaria en nuestros tiempos, sobre todo al entender que el imperativo equilibrio entre géneros dentro de la comunidad no puede quedar en segundo plano.
Les invito a elevarnos por un vuelo de pájaro literario popular, al tomar como referencia tres cuentos Latinoamericanos para el ejemplo, provenientes de Ecuador, Perú y México.
El colorado que se convirtió en sol
Leyenda Tsáchila, Ecuador.
En los tiempos antiguos, un colorado se convirtió en sol. En esa época había chamanes, colorados que eran chamanes. Al comienzo fue así, cayeron las tinieblas, se decía que “el tigre de la oscuridad” se había comido al sol. Después de haberse comido al sol, se hizo la oscuridad, era tan oscuro como cuando uno cierra los ojos; así vivían los colorados, en la oscuridad. Ellos no atinaban qué hacer, y se quedaban en la casa. Nada se podía encender –en esa época se usaba copal– al intentar prender el copal este no se encendía; lo único que encendía era el palo del camacho, nada más se prendía.
Había que alumbrarse con esos tallos de camacho encendidos. Solo se les prendían a los colorados buenos, a los que no eran malos, a los educados. Vivían así hasta que se pusieron a pensar, acerca de qué era lo que había que hacer, de cómo iban a sobrevivir, estando las cosas en este estado. Lo que es morir, no habían muerto, así seguían viviendo en esas condiciones.
Estaba oscurísimo y el tigre de la oscuridad que se había comido al sol, venía con la intención de comerse a los colorados que vivían en la oscuridad. Cerca de las casas se oía el ruido de sus pisadas. Había ratones grandes y pequeños; bastantes ratones que andaban (aprovechando) que los colorados vivían en la oscuridad y les comían las rodillas a los que así vivían. Algunos colorados vivían adoloridos. Como vivían así, pensaron, y a los chamanes reunidos se les ocurrió la idea de convertir en sol a un colorado. En esa época había muchísimos chamanes. Había un hijo de madre soltera, éste ya era adolescente, a él pensaron convertirlo en sol.
Entonces hicieron una ceremonia, alumbrándose con palos de camacho. Comenzaron la ceremonia, encima de la mesa colocaron las piedras y bebieron ayahuasca. Colocaron la mesa en el centro de la casa, adelante y fuera de esta construyeron una tarima frente a la mesa donde estaba el colorado que se iba a convertir en sol. Lo habían vestido elegantemente con pulseras de plata, corona de algodón y ponchito. Mientras los chamanes cantaban y seguían tomando ayahuasca, el colorado empezó a llorar lágrimas luminosas. Los chamanes seguían tomando chicha ceremonial y las “uru sonas” le llevaban y le daban lo mismo al que se iba a convertir en sol, quién dijo: “cuando ustedes se hayan ya convertido en polvo, yo en cambio seguiré igual que ahora” y diciendo esto, lloró; lloró lágrimas luminosas.
Así siguieron hasta que llegó la hora de hacerlo subir y se pusieron a hacer la ceremonia con más intensidad. Entonces el que se iba a convertir en sol subió lentamente. Los chamanes también habían transformado un poco de plata en una mula, y la habían puesto en el camino del sol para esperar al colorado cuando convertido en sol subiera. Las riendas y la montura de la mula eran de plata y el camino donde estaba parada también. Entonces apenas llegó el colorado, montó a la mula y subió tanto que se perdió de vista. Al día siguiente amaneció como cualquier mañana, con los gallos cantando. El amanecer fue normal, pero, aunque había claridad estaba nublado. Así pasaron 3 días, sin brillo del sol. Entonces comenzó a brillar el sol, hacía tanto calor que era inaguantable. Entonces los chamanes se pusieron nuevamente a pensar, sobre cómo aguantar el calor y se dieron cuenta de que el colorado convertido en sol tenía dos ojos y alumbraba con ambos, hacía tanto calor y que había que hacer que tuviera un solo ojo.
Así conversaron y decidieron hacerle perder un ojo. Dicen que anda con un solo ojo, que así anda el sol ahora y también dicen que hay 12 trampas puestas para atrapar perdices con las que alimentar al tigre. Si el sol no se las da, este se comerá al colorado convertido en sol.
El tigre de la oscuridad está ubicado con las fauces abiertas en el sitio de la décimo segunda trampa; a ese sitio los chamanes lo llaman, “la curva del sol”, y si el sol llega a pasar por ahí sin llevar perdices se [el tigre] se comerá al colorado-sol. Por eso el sol va revisando cada trampa, y se dice que el sol llora cuando cerca de las 12 llovizna, si el sol no ha de haber encontrado perdices en las trampas, porque tiene miedo de morir devorado por el tigre de la oscuridad. Así cuentan que antiguamente los chamanes hicieron un nuevo sol, será verdad? Así es el cuento. (Calazacón y Orazona, 1982).
El tatú y su capa de fiesta
Leyenda Aymara, Perú.
Cuenta la leyenda que durante luna llena del solsticio de verano todos los años, se celebraba una gran fiesta en el Lago Titicaca. Las gaviotas eran las encargadas de llevar a todos los animales la invitación, quienes se preparaban con anticipación, esmerándose en el brillo de sus pieles y en la majestuosidad de sus plumajes.
Al lago le encantaba recibir la visita de todos los animales, escuchaba todas las conversaciones y se ponía al corriente de todo. Por eso, era el que organizaba cada año la gran fiesta.
El mejor momento era la entrada triunfal de cada uno de los animales. Todos se volvían para contemplar cómo iba vestido. Y eso, el armadillo Tatú, lo sabía. No era la primera vez que iba a esa fiesta, pero sí la más importante, ya que acaban de otorgarle un título honorífico, y quería que ese año su entrada fuera realmente asombrosa. Así que, nada más recibir la invitación de las gaviotas, se puso a tejer un manto nuevo, para lucir realmente hermoso.
Y Tatú tejió y tejió sin parar. Era una capa que llevaba mucho trabajo, porque quería que fuera como esa telaraña que queda entre las ramas de los árboles, muy fina.
Un día cualquiera pasó un zorro por su cueva y al verlo tan concentrado buscó la manera de incomodarlo y le dijo:
– Pero Tatú, ¿qué haces?
– No me distraigas, zorro- dijo el paciente animal- Que tengo mucho trabajo y quiero terminar a tiempo esta capa para la fiesta.
– ¿Cómo?- dijo entonces el zorro- ¿Quieres llevar esa capa para la fiesta de esta noche? ¡Si aún te queda mucho trabajo!
Tatú se sobresaltó al oír aquello:
– ¿Esta noche dices, zorro?… ¿Ya es esta noche la fiesta?
– Sí, esta noche. No te dará tiempo. Tú verás- dijo sonriendo entre dientes el zorro. A él le encantaba causar daño en los demás. Se fue de allí con una especie de placer al dejar a Tatú apenado.
Tatú lloró. ¿Cómo era posible que hubiera pasado el tiempo a esa velocidad? Sin embargo, en lugar de darse por vencido, decidió buscar una solución rápida: si tejía con hilos muy gruesos, terminaría a tiempo. Y aunque no era lo que quería, decidió tejer lo que le faltaba con hilos más gruesos, y efectivamente, terminó a tiempo.
A la noche, salió con su hermosa capa tejida a dos hilos distintos y es cuando comprendió que el zorro le había engañado: ¡la luna no estaba llena, estaba en cuarto creciente!
Sin embargo, Tatú contempló lo hermosa que había quedado su capa y sonrió: no era lo que había pensado hacer y, sin embargo, había quedado realmente hermosa. Pensó que, en el fondo, el zorro le había hecho un favor. Y así fue: el día de la fiesta, Tatú deslumbró con su hermosa capa a dos hilos. era original y muy especial. Todos le aplaudieron y el zorro agachó la cabeza. (Escobar, 2006).
El Alacrán y el Zanete [Se ko:lotl wan se tsana]
Leyenda Nahua, Veracruz, México
Cuando el alacrán vino al mundo, vino con la intención de matar a quien picara, pero para que ello fuera posible tenía que ayunar siete días. Iba ya en el sexto día de su abstinencia, cuando volando, llegó a pararse en el suelo un zanete. El alacrán estaba acostado junto a una piedra y el zanete, al verlo, con miedo lo interrogó: —¿Qué haces alacrancito? Y el alacrán le contestó: —Pues estoy aquí ayunando. —¿Y por qué? —le preguntó el zanete. —¡Ah! Porque a quien yo pique se tiene que morir. Y para eso yo tengo que ayunar siete días; ésa es la misión que cumplo, ya nomás falta un día. El zanete le dijo: —¡Hummmmm…! No creo que lo logres porque eres bien chiquito. Lo que deberías hacer es comer como yo. ¡Si vieras qué contento me pongo cuando estoy lleno! Pero el alacrán buscaba razones y se defendía. Entonces el zanete tuvo una idea y lo instigó: —Pícame mejor en una pata a ver si de verdad picas fuerte. El alacrán molesto le picó una pata, pero el zanete le dijo: —No sentí nada, mejor ya come, ya no estés sufriendo. Y el alacrán empezó a comer de su pata. Ya mero terminaba cuando el zanete voló hasta la rama de un árbol mientras chillaba fuertemente porque los piquetes del alacrán habían sido tremendos. Es por eso que por donde anda el zanete se oyen claramente sus chillidos. Fuerte fue el piquete de verdad, pero el zanete salvó al hombre de este mundo de morir picado por el alacrán. (Hernández, 2019)
María Gabriela Vázquez.
Referencias
- Calazacón, C. y Orazona, D. (1982). Yo Imin Tsachi Cuenta Layacajon Pila. 50 Leyendas de los Indios Colorados. Museo Antropológico y Pinacoteca del Banco Central del Ecuador.
- Escobar, M. (2006). Mitos y leyendas de América. Visiones del mundo de los pueblos indígenas de norte, centro y sur América. Intermedio.
- Hernández, B. (2019). Cuentos Nahuas de Veracruz. Instituto Nacional De Los Pueblos Indígenas.