En el bucle de lo inútil – Magenta
¿Cómo se podría insertar la filosofía en el interior de aquello que se denomina como instrumental, lo que se llama “útil”? Sin duda alguna, incorporar los saberes que demandan las actuales condiciones de vida y que sumerge al ser humano entre el despropósito existencial y el anhelo de días mejores.
¿En qué sentido podría aportar la filosofía bajo los parámetros de la instrumentalización de los saberes y los momentos en los que, probablemente, lo indispensable se reduce a la satisfacción de las necesidades que, lamentablemente, hoy más que nunca, se han sumado a las demandas materiales y que no requieren añadir a nuestra existencia la satisfacción de los anhelos cumplidos por días mejores?
Así que, como uno de los parámetros que se caracterizan, a partir de las necesidades basadas en la satisfacción materializada a través de la creación de cada vez más necesidades por la obtención de objetos. Lo que sí tendría que ser de interés genuino, es el “rescate” de la filosofía como una actividad del pensamiento que, si bien es irreductible a una aplicación enfocada en el enriquecimiento material, se encamina como un saber que posibilita el hecho de mantener nuestra estabilidad emocional en medio de la tendencia al caos.
En este sentido, es indispensable conjeturar que, si todavía se le otorga atención, ¿qué es lo que le mantiene en una agonía eterna a la actividad filosófica? Por supuesto, que tendría que deberse al hecho de que no somos sujetos que se conforman sencillamente, no se sostiene al ser humano tan solo con la creación de razonamientos que buscan o que pretenden encasillar su sinfín de actividades mediante la satisfacción provenientes de las vanidades más extravagantes que se puede imaginar. Más bien, se puede plantear de qué manera puede sostener el valor de sí misma, la filosofía es una actividad estimable en diferentes perspectivas de la vida; a pesar de ser inútil.
En este mismo sentido, la consecución de acciones que son intrínsecas a las actividades de cada ciencia; la praxis de cada una le conduce al operante a la misma disyuntiva de interiorizar acerca de la utilidad que tiene lo que está llevando a cabo. Así que, es menester que consideremos que los prejuicios que se han desarrollado alrededor de quienes gastamos el tiempo en el estudio de la misma debería erradicarse, y más aún, de los jóvenes que, de manera casi extinta, se sienten atraídos por adentrarse en este ámbito del saber. Siempre que se encuentre con la claridad suficiente, es necesario encarar esta urgencia por mantener el conocimiento de estas actividades que, inclusive, se han tornado, hoy más que nunca, en una especie de terapia en la que se resumen las circunstancias que necesitan las situaciones de la vida cotidiana.
Sin embargo, existe un aspecto de utilidad que representa el quehacer filosófico que está concentrado en las condiciones espirituales de la búsqueda de la verdad, que son las que -principalmente- motivan las actividades del pensamiento que resultan de las grandes expectativas que no requieren de que la utilidad se enfoque en los aspectos para la satisfacción de las vanidades materiales.
Hoy, tendría que enfocarse en el análisis de los desafíos que concentra la actividad filosófica en el interior de las relaciones sociales que, paulatinamente, ha generado un sin número de posibilidades económicas, de las cuales, la filosofía y las demás disciplinas académicas, no escapan.
En este sentido;
En este brutal contexto, la utilidad de los saberes inútiles, se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana (…) En el universo del utilitarismo , en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio, mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte. Ordine y Flexner, 2017, p. 23.
Es así que, nos resta situar a la filosofía en el interior de una de las actividades que requieren de un vigor existencial que pretenda configurarse hoy en día como una de las condiciones mediante las cuales tendría que trasladar aquellas circunstancias con las que se mantienen las reflexiones vitales y que permiten que la saturación de las actividades cotidianas que nos exigen salirnos de nosotros mismos cada día -en ciertos sentidos- no termine apoderándose de nuestra naturaleza que busca la felicidad y el placer máximo.
Deben valorarse los aspectos esenciales de esta dimensión de la realidad; que trascienden los placeres que nos dan felicidad, las experiencias que nos permiten estar y sentirnos vivos en un mundo que ha dejado a un lado esta dimensión moral individual que se traduce en una desazón colectiva acerca de la que se evita hablar por la incomodidad de ir en contra de esas circunstancias que inclusive son “normales” hoy más que nunca.