La obligación de los desadaptados – Luís Mario Trinidad
No pretendo invitar a la reflexión, ¿de qué sirve reflexionar en un momento en el que podemos tener la respuesta a cualquier problema en una secuencia de imágenes de treinta segundo?, la reflexión sería inútil, pero, sin embargo, quiero llamar a la desobediencia, a encender nuestra capacidad de reírnos de lo cotidiano, de alzar la bandera de la ironía, y, por lo tanto, de encontrar en algún rinconcito oscuro de la casa, la tan anhelada utilidad de la históricamente inútil Filosofía.
Cuando llego al primer día de mis clases de Filosofía de la Ciencias, el aula tiene un aire de funeral, de sensación de pérdida de tiempo, o, tal vez, un olorcito a hora de la siesta. La dos primeras preguntas que hago siempre son ¿qué creen que estudia o hace la filosofía? y ¿para qué sirve la filosofía? La respuesta es el silencio. El silencio se produce porque, lamentablemente, la profundidad de estas preguntas agobia al grupo de estudiantes, además, que las lecturas filosóficas, de los clásicos, que ya realizaron en secundaria, no permite elaborar una respuesta fácil y rápida que requiere el profesor.
Este podría, tranquilamente, ser el sueño de algún docente de este tipo de cátedras inútiles, pero, la realidad de la filosofía es otra. Lo del aire a funeral es verdad, pero las causas que provocan el silencio que envuelve el templo del proceso de enseñanza aprendizaje son otras. Luego de lanzar las dos preguntas antes mencionadas, lo que realmente sucede es que nadie quiere hablar porque la filosofía le parece irrelevante, alejada, ajena, o, en muchos casos, algo demasiado complicado que no trata nada que tenga que ver con la vida práctica.
Pero a quién no le parece irrelevante, a quién no le puede parecer inútil una disciplina que ha perdido el sentido de la realidad y que lo único que permite es una especulación sin sentido sobre cosas sin sentido. Si usted quiere perder tiempo, Haga Filosofía. Si usted quiere reflexionar sobre preguntas abstractas que no tienen ninguna relevancia práctica, Haga Filosofía. Si usted quiere sentirse tan inútil como yo al momento de escribir este texto, Haga Filosofía.
¿Cuál puede ser el beneficio de pensar? Ninguno. ¿Cuál puede ser el beneficio de reflexionar? Ninguno. ¿Qué nos puede ofrecer, entonces, una disciplina cuyo propósito no tiene nada que ver con la solución concreta de los problemas cotidianos? La divagación profunda de teorías, la reflexión crítica sobre lo político, económico y social no ha aportado absolutamente nada a la humanidad. Pero qué podemos sacar de interminables debates sobre la existencia del ser o la naturaleza de la realidad, cuando, todos sabemos, que lo práctico no tiene nada que ver con la reflexión, con la crítica, con pensar. Lo práctico es lo práctico, pensar ya es otra cosa.
En este mundo de lo práctico, en el que triunfa la razón práctica (como dirían los entendidos), ¿qué valor puede tener una disciplina que tiene una afición por las palabras complicadas y un lenguaje confuso? Con la capacidad de comprensión que tenemos, cómo vamos, si quiera, a atrevernos a pensar, pensar es para ciertos elegidos, para ciertos tocados por los dioses, los demás, a hacer cosas prácticas. ¿Cómo podría una persona “promedio” comprender la fenomenología trascendental o la metafísica ontológica? Además, ¿para qué? ¿de qué le ha servido a la humanidad la gente que piensa?
Además, si se ponen a pensar, la gente que piensa, o que cree pensar más bien, se cree dueña de la verdad absoluta. ¿Alguna vez han intentado tomar un café con un filósofo?, no les recomiendo, son insoportables, quieren analizarlo todo, pensar más de lo debido, no les importa el tiempo que pierden pensando. No entiendo cómo la gente puede perder tiempo en el que podría estar produciendo. Producir, en el sentido material, es la esencia del sistema.
Lo más increíble de todo esto es que, a pesar de su inutilidad, en algunas universidades se empeñan en seguirla estudiando, a tal punto, que hasta es considerada una disciplina académica respetable. Tan absurdo es el asunto que los filósofos tienen trabajo y son hasta consultados en algunos temas científicos. No es gracioso cómo algo tan inútil puede llegar a tener prestigio. ¿Cómo alguien que piensa puede tener prestigio? ¿Cómo el pensamiento puede interesarle a una universidad?
Si hacemos un recuento, la reflexión crítica nos ha dejado legados terribles como la educación popular, la lucha por la igualdad y la equidad, el reconocimiento a la diversidad, la democracia participativa, los derechos humanos, el reconocimiento de los derechos de las infancias, las economías populares, el cooperativismo, la literatura, el cine, la música, y un sinfín de cosas inservibles, cosas con las que se pierde el tiempo que podría invertirse en algo más “productivo”.
Hoy, defender la filosofía se ha convertido en una obligación para los desadaptados, un imperativo para los que militan al margen, para los que creen en la belleza que está presenta en lo inútil, para los que aún confían en que otro mundo es posible, para los que, finalmente, nada tiene que perder porque nada tienen, más que el deseo de comprender un poquito, aunque sea pecado