Florecer en la carretera ¿Por qué los viajes nos hacen más felices?
Por: Estefanía Cárdenas
Sócrates, con su frase “conócete a ti mismo”, propuso el autoconocimiento como el inicio de toda sabiduría y esta necesidad de la búsqueda del yo, es otra razón más para salir de viaje.
El tema de la felicidad, desde los debates de la antigua Grecia, ha tenido diversas vertientes que describen el concepto de felicidad de diversas formas: hedonismo y eudemonismo. Para los hedonistas, la felicidad está relacionada con la búsqueda del placer y la huida del dolor, estableciendo un objetivo vital que relaciona el mal con el dolor y el bien con el placer (Moore, 1903). Por su parte, el eudemonismo es una doctrina que sostiene que la felicidad consiste en el florecimiento humano, pero no desde el cumplimiento del placer, sino de vivir una vida en armonía con las capacidades humanas (Aristóteles, 2009).
Sin embargo, ya sea que elijamos el camino fácil del hedonismo o el camino largo y con resultados más duraderos del eudemonismo, podemos coincidir en que viajar es una de las actividades humanas que más felicidad nos proporciona. Existen estudios que respaldan la felicidad que generan los viajes, ya sean unas simples vacaciones, escapadas de fin de semana o largos viajes en solitario (Frey & Stutzer, 2002).
Pero, aunque de manera objetiva estemos de acuerdo en que los viajes son una fuente de dicha, ¿exactamente por qué los viajes nos brindan felicidad?
El escritor Alain de Botton, en su libro El arte de viajar, nos ofrece una perspectiva interesante acerca de los viajes en nuestra era, desde una óptica filosófica. Este pensador reflexiona sobre las motivaciones, efectos transformadores y expectativas que los viajes generan (de Botton, 2002). Tres aspectos ofrecen algunas respuestas sobre por qué los viajes son tan anhelados, a pesar de que implican gastos de dinero, tiempo y energía, y a veces no resultan como esperábamos.
Botton señala el deseo de escapar como una de las principales motivaciones. Escapar de la rutina, de un sufrimiento o de una ciudad aburrida o ruidosa; pero también escapar de una forma de pensar limitante, de seguir siempre un mismo grupo, de estar “bien” pero sentir que algo más nos falta por hacer lo mismo una y otra vez (de Botton, 2002).
Dejar atrás toda una vida y reiniciarnos, para volver a brillar en otros mundos, en donde podamos renacer, florecer y resplandecer bajo la luz de nuevas constelaciones.
Jack Kerouac, en la novela On the Road, inicia la historia de un alocado viaje cuando el protagonista y sus amigos atraviesan una vida laboral inestable. Sal Paradise quiere convertirse en escritor, pero sabe que para transmitir algo único en sus historias, debe escapar de los lugares comunes, de las convenciones sociales, de lo trillado y costumbrista de una vida cotidiana y predecible. Entonces emprende un aventurado viaje, en búsqueda de esas experiencias que le ofrezcan libertad, locura y magia (Kerouac, 1957).
Pero no solamente la necesidad por viajar tiene que ver con el escapismo sino con la curiosidad intelectual. Este tipo de curiosidad es la que ha llevado a numerosos exploradores a descubrir nuevos entornos naturales, documentar diferentes maneras de vivir, conflictos o las características actuales de cada región en el mundo (Becker, 1992).
Charles Darwin, por ejemplo, durante su expedición en el HMS Beagle, recorrió numerosos lugares del mundo, desde América del Sur hasta las Islas Galápagos. La observación detallada de la naturaleza le llevó al descubrimiento de especies endémicas antes desconocidas. Pero su curiosidad intelectual no solo quedó en el registro de las particulares formas de vida y adaptación de las especies.
A partir de sus expediciones, se preguntaba por qué y cómo las especies variaban tanto de un lugar a otro. Estas preguntas finalmente le llevaron a desafiar el dogma de su tiempo, denominado fijismo, creencia según la cual todas las especies fueron siempre las mismas y han sido creadas por Dios en su forma actual (Darwin, 1859). Motivado por esta gran curiosidad, Darwin desarrolló la teoría de la evolución por selección natural en el libro El origen de las especies (On the Origin of Species), publicado en 1859. En este texto, Darwin planteó la evolución por selección natural en torno al tiempo y las características que permiten a las especies sobrevivir de manera gradual y natural (Darwin, 1859).
Pero no solamente viajar nos permite conocer nuestro entorno como lo hizo Darwin y muchos otros exploradores, sino también echar un vistazo al sótano olvidado de nuestro ser interior, muchas veces tan desconocido y poco apreciado, por la rutina y la necesidad de cumplir obligaciones laborales y esquemas sociales que nos alienan de nosotros mismos.
Estas situaciones fomentadas por la productividad, la presión laboral, la competencia social y la monotonía, ocupan todo el espacio y nos dejan sin tiempo para cubrir la necesidad de autoconocimiento.
Sócrates, con su frase “conócete a ti mismo”, propuso el autoconocimiento como el inicio de toda sabiduría y esta necesidad de la búsqueda del yo, es otra razón más para salir de viaje.
Viajar por placer, por romper la rutina, por aburrimiento, por curiosidad, por descubrir el mundo, pero sobre todo viajar para descubrir un poco mejor quiénes somos.
Estefanía Cárdenas. Aficionada de las pelis, de los libros y del mundo.
Referencias
- Aristóteles. (2009). Ética a Nicómaco. Ediciones Akal.
- Becker, H. S. (1992). Outsiders: Studies in the Sociology of Deviance. The Free Press.
- Darwin, C. (1859). On the Origin of Species by Means of Natural Selection. John Murray.
- de Botton, A. (2002). The Art of Travel. Pantheon Books.
- Frey, B. S., & Stutzer, A. (2002). What Can Economists Learn from Happiness Research? Journal of Economic Literature, 40(2), 402-435.
- Moore, G. E. (1903). Principia Ethica. Cambridge University Press.
Imagen tomada de scroll.in e intervenida digitalmente.