Hegemonía: Mouffe y Laclau – Emy Daniela Díaz
La sumisión capitalista emerge con palabras como: universal, occidental, esencial o individual.
Cuando se delata un malestar, aquel de la pulsión individual, lo que viene después es una sensación de inseguridad que produce desorientación. A veces, es mejor estar desorientados que convencidos. Podría suceder que un día, mientras somos parte de una comunidad, o en un proceso colectivo, la desorientación individual empieza a evaporarse, hasta diluirse, gracias a las relaciones sociales y los afectos. Sin embargo, otras veces el falso convencimiento se convierte en religión. Obviamente la desorientación es individual, no es posible imaginar un grupo de once hombres desorientados corriendo tras un balón, sería absurdo que lo hagan sin guía, sin deseo y sin pasión.
En este sentido, para la filósofa Chantal Mouffe lo que sucede entre el modelo de democracia agregativa y el deliberativo es que los dos omiten una cuestión determinante en el campo de las identidades colectivas: la pasión. Hace más de veinte años, Ibarlucía (1998) sobre su entrevista a Mouffe de fútbol y política, señaló:
-Ibarlucía: ¿Qué entiende usted por pasión?
Mouffe: Yo entiendo esa palabra de manera muy amplia. No me refiero a las pasiones personales, como la ira y el coraje, sino a una dimensión que tiene que ver con el deseo del inconsciente, (…) con la dimensión del mito. (…). La pasión es precisamente eso que hace que hoy en día ningún modelo democrático termine de encajar, aunque evidentemente no es extraño, porque el modelo actual es un modelo por completo dominado por dos características: el racionalismo y el individualismo. Desde el individualismo no es posible entender la formación de identidades políticas, porque las identidades políticas son colectivas. Desde el racionalismo, lo que no se puede entender es que la democracia también es la dimensión del pluralismo de los valores (p. 1).
La sumisión capitalista emerge con palabras como: universal, occidental, esencial o individual. En este escenario, desde hace más de cuarenta años, deconstruir el concepto de hegemonía se ha configurado como una emergencia constante para comprender la democracia o crear la posibilidad de una democracia radical y plural. Para ilustrar este desafío Mouffe (2010), nos invita a imaginar lo peor, la configuración de una República Mundial. Esto podría suceder solo si la hegemonía mundial de un poder dominante fue capaz de eliminar todas las diferencias para imponer su propia concepción del mundo en todo el planeta. Como consecuencia, algunas sociedades serían declaradas ilegítimas por la universalización impuesta de un modelo occidental. Así, la filósofa sugiere que renunciemos a los viciados modelos de ciudadanía cosmopolita, justamente para promover una concepción diferente del orden mundial, una que reconozca el pluralismo de los valores en su sentido weberiano y nietzscheano.
Sobre el problema occidental, cientos de años atrás, controlados, pero desbocados, los hombres cabalgaron la tradición de la centralidad de la razón para alcanzar lo universal. Con cada galope cimentaron la inmensidad de un mundo occidental, abrazados del cuello blanco de Descartes, como máquinas cuya animalidad sin conciencia se sostenía de ese cuello que desprendía sospechas de plagio a sutiles intervalos. Después, la razón inició la pérdida de legitimidad, entre otros, a través de la tinta roja de Nietzsche. En adelante la crítica de la razón fue cabalgada en plural, desde Lacan a Foucault, entre tantos más, y todo aquello que se construye y destruye en los caminos de los conocimientos.
De esta manera, sin control y en plural, Mouffe y Laclau irrumpen con la necesaria radicalización de la democracia y la deconstrucción de varios conceptos como el de hegemonía. Laclau con una experiencia latinoamericana, de Tucumán para el mundo. Enriquecida con los desafíos y desencantos de la migración. Con sus viajes circulares a Buenos Aires y luego a Inglaterra de la mano de Hobsbawn. Como señalan Critchley y Marchart (2008),
Laclau fue profundamente influido por la experiencia del populismo peronista, en 1958 se afilió al Partido Socialista Argentino y participó activamente en el movimiento estudiantil. En 1963 se unió al Partido Socialista de la Izquierda Nacional y fue uno de sus líderes políticos hasta 1968, trabajando como editor de la revista semanal Lucha obrera (p. 16).
En la década de los sesentas, es donde Laclau declaró en múltiples ocasiones públicas que tuvo su primera lección de hegemonía. Después, en 1985, junto a Mouffe, propusieron un cambio de paradigma tanto para la teoría política, el posmarxismo como para la filosofía en Latinoamérica, con el libro: Hegemonía y estrategia socialista. Según el filósofo Dallmayr (2008):
La obra de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe ofrece un vital soplo de aire fresco: barre a un costado las telarañas académicas, sus escritos, incansable y casi apasionadamente demuestran las implicancias de la deconstrucción y el antifundacionalismo para la vida política. Formulados sin alarde (…), sus argumentos apuntan al núcleo mismo de las preocupaciones políticas y filosóficas contemporáneas. Contrarrestando cualquier asociación con el escapismo o con un anarquismo simplista (p. 55).
Según Buenfil (2019) Mouffe y Laclau logran articular, por ejemplo, la lingüística, la pragmática, la crítica psicoanalítica al racionalismo con la crítica postmarxista a los esencialismos, etapismos y teleologías del marxismo ortodoxo. Para Mouffe y Laclau (1985), la hegemonía es una de las categorías del marxismo clásico que requiere ser subvertida, en este sentido afirman:
El surgimiento de la hegemonía como nueva lógica de constitución de lo social que recompone, a un nivel distinto del postulado por la tradición marxista, los fragmentos sociales, dislocados y dispersos por esa desigualdad del desarrollo. Pero esto significa que la hegemonía, como lógica de la facticidad y la historicidad que no se liga, por tanto, a ninguna ley necesaria de la historia, solo puede ser concebida sobre la base de una crítica a toda perspectiva esencialista acerca de la constitución de las identidades colectivas (p. 5).
Si la sumisión capitalista emerge con palabras como universal, occidental, esencial, individual. El desafío que iniciaron Mouffe y Laclau para deconstruir la hegemonía, además de anti esencialista proponen una lógica de la eliminación de las relaciones de subordinación, es decir de toda desigualdad.
Referencias
- Buenfil, R. (2019). Ernesto Laclau y la investigación educativa en Latinoamérica: implicaciones y apropiaciones del Análisis Político del Discurso. CLACSO.
- Critchley, S. y Marchart, O. (2008). Laclau. Aproximaciones críticas a su obra. Fondo de Cultura Económica.
- Dallmayr, F. (2008). Laclau y la hegemonía. Algunas advertencias (pos) hegelianas. En Laclau. Aproximaciones críticas a su obra. Fondo de Cultura Económica
- Ibarlucía, R. (1998). Fútbol y política. Entrevista a Chantal Mouffe. Revista Trespuntos, 15 de julio de 1998
- Laclau, E. y Mouffe, Ch. (1987). Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Editorial Siglo XXI.
- Mouffe, Ch. (2010). Política agonista en un mundo multipolar. Documentos CIDOB. Serie dinámicas interculturales. No.15. CIDOB.
Fotografía: Daniela Samaniego @danielasamaniegor