Por: Estafanía Cárdenas.
En un momento en el que la productividad, la competencia y el control parecen regir nuestras vidas, Flow nos ofrece una alternativa más silenciosa, pero no menos poderosa: la aceptación del cambio y la cooperación como forma de resistencia.
Flow, dirigida por Gints Zibalodis (2024), es una película que desafía las convenciones del cine de animación actual, sin el derroche de recursos. Únicamente con trabajo detallado y alta sensibilidad, logra trasladar la belleza y vulnerabilidad del punto de vista animal en la
naturaleza impredecible. Da lugar a una experiencia contemplativa sin diálogos, en la que el entorno se transforma constantemente, lo que nos recuerda el pensamiento de Heráclito y el taoísmo.
El protagonista, un gato doméstico abandonado, sobrevive a una gran inundación. Al inicio confundido, poco a poco se deja llevar por la corriente en medio de un tsunami. No lucha contra el agua, no se aferra a su vida anterior, sino que se adapta y busca formas de avanzar. Esta actitud refleja un aprendizaje silencioso, donde la aceptación sustituye al miedo, y la observación sustituye al control. La corriente se vuelve a su vez una metáfora vital: incontrolable, pero a veces reveladora.
Heráclito sostenía que el cambio no es algo que deba temerse, sino la manifestación del Logos, el orden oculto del universo. El viaje del gato y su improvisado grupo de compañeros representa esta sabiduría antigua: no intentan controlar lo que ocurre, sino que avanzan con lo que se presenta, reconociendo en la transformación continua la esencia misma de la existencia.
Este universo en perpetuo movimiento resuena con la enseñanza de Heráclito, quien afirmaba que “todo fluye” (Kirk, Raven, & Schofield, 1983), puesto que todo en la realidad se halla en cambio constante. Nada es estático; todo está en tránsito. Esta idea se refuerza en la película a través de los paisajes cambiantes, los ritmos naturales y la necesidad de adaptarse en cada paso.
La filosofía oriental que surge del taoísmo a través del Tao Te Ching (Lao Tzu, 2009), también profundiza en esta noción del cambio mediante el principio del Wu Wei (acción sin esfuerzo), que propone fluir en armonía con la naturaleza. Es un enfoque que contrasta con el paradigma occidental de la lucha, el control y la voluntad, y se vincula con los ciclos naturales de los elementos. Flow refleja esta sabiduría a través de acciones que no fuerzan el curso de los acontecimientos, sino que los acompañan.
Heráclito nos recuerda que nada permanece inmutable y que el cambio es la única constante en el universo (Kirk, Raven, & Schofield, 1983). En Flow, este principio se expresa en el movimiento perpetuo de la naturaleza, que transforma un paisaje postapocalíptico, y en la
figura de un gato que aprende a adaptarse y sobrevivir en un entorno incierto. El Wu Wei se manifiesta cuando el protagonista y sus compañeros se adaptan sin oponerse a la corriente, permitiendo que el entorno dicte el rumbo de sus vidas. Lejos de tratarse de una actitud pasiva o derrotista, está anclada en una sabiduría instintiva, sintonizada con el ritmo de la vida. Ir con la corriente les permite observar, respirar, y encontrar las soluciones con calma, sin caer en el frenesí de una lucha sin dirección.
Una de las enseñanzas filosóficas de Flow es que no se trata de sobrevivir a toda costa, sino de hacerlo juntos. Es decir, que la existencia carece de sentido si no somos nosotros quienes le damos un significado. En este caso, el significado es permanecer unidos. Así, la película ofrece otra reflexión cuando muestra que, frente a un mundo destruido, no hay espacio para el individualismo ni para el conflicto entre seres, aunque sean diferentes o no se comprendan del todo al principio.
La convivencia forzada entre especies que normalmente no compartirían el camino se convierte en una metáfora de la solidaridad en medio del caos. Los vínculos no se construyen a través del lenguaje, sino mediante la experiencia compartida. Este mensaje resulta particularmente potente en una época donde el aislamiento, la competencia y la fragmentación son tan frecuentes.
En un momento en el que la productividad, la competencia y el control parecen regir nuestras vidas, Flow nos ofrece una alternativa más silenciosa, pero no menos poderosa: la aceptación del cambio y la cooperación como forma de resistencia. Esta resistencia no implica
conformismo, sino una decisión activa de vivir desde otra lógica: la del cuidado y del respeto al ritmo natural, la de la comunidad.
Flow es una meditación visual sobre el devenir, el equilibrio con la naturaleza y la posibilidad de sentido en un mundo cada vez más incierto. Nos recuerda a Heráclito cuando decía que nada permanece, y que aferrarse a lo que ya no es resulta inútil; al taoísmo, cuando enseña a fluir sin forzar; y a Camus, cuando plantea que el ser humano debe crear sentido incluso en medio del absurdo.
Referencias:
- Camus, A. (2002). El verano. Alianza Editorial.
- Camus, A. (2005). El mito de Sísifo. Alianza Editorial García, M. (2025).
- Flow: Una obra de contemplación. Revista de Cine Contemporáneo, 12(2), 45–60. Graham, D.
W. (2019). - Heraclitus: Flux, Order, and the Art of Living. University Press. Kirk, G. S., Raven, J. E., &
- Schofield, M. (1983). The Presocratic Philosophers: A Critical History with a Selection of Texts. Cambridge University
Press. - Lao Tzu. (2009). Tao Te Ching (J. C. H. Wu, Trans.). Penguin Classics. (Obra original publicada
ca. siglo VI a.C.)