La esperanza infinita: búsquedas literarias en tiempos de caos
J. Barish.
Esta obra me hizo ver la literatura no solo como un entretenimiento, sino como un campo de exploración y autodescubrimiento, un espejo en el cual podía reflexionar sobre mi propia existencia, que además estos encuentros literarios son los que definieron sin que lo pensara mucho mi vida laboral y el porqué hoy me encuentro escribiendo esto.
Cuando era niña solía robarme los libros del estudio de mi papá porque él creía que yo era muy joven para algunos de ellos (y ahora no tengo ninguna duda que estaba en lo cierto). A los doce años leí El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y a los trece La metamorfosis de Franz Kafka y Carrie de Stephen King. Pero entre el librero prohibido descubrí también a García Márquez y a Borges, leí cuentos de ambos y creo que ahí inició mi gusto e interés por la literatura latinoamericana. Me encantaban los personajes tan extraños y reales a la vez, esta idea de seres super lejanos a nuestra realidad pero absolutamente cercanos a la vez, en mi cabeza tenía la idea que si me encontrará al personaje de las Ruinas circulares, o el motociclista de La noche boca arriba como vecino no me hubiera asombrado.
A los 15 leí Rayuela y perdí la cabeza. La novela de Julio Cortázar fue una revelación para mí, no solo por su estructura innovadora sino por la profundidad de sus personajes y la exploración de las complejidades humanas y existenciales. Me fascinaba la manera en que Cortázar podía jugar con la realidad y la ficción, creando un mundo literario en el que los límites eran borrosos y las posibilidades infinitas. Esta obra me hizo ver la literatura no solo como un entretenimiento, sino como un campo de exploración y autodescubrimiento, un espejo en el cual podía reflexionar sobre mi propia existencia, que además estos encuentros literarios son los que definieron sin que lo pensara mucho mi vida laboral y el porqué hoy me encuentro escribiendo esto.
A los 19 leí por primera vez literatura colombiana; cayeron a mis manos en cuestión de una semana dos libros La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo y Plegarias nocturnas de Santiago Gamboa, y los leí sin parar. Me parecía increíble que aparecieran personajes reales, los hechos políticos y sociales que yo conocía de Colombia de los 90. Todas esas historias que oí en la televisión cuando era niña, como la persecución de Escobar por los techos y los animales exóticos que tenía en su casa, se entrelazaban con las narraciones de Vallejo y Gamboa. Recordaba cómo, en mis pocos conocimientos cuando tenía siete años y murió Escobar, mis miedos eran que los elefantes o los búfalos llegaran a mi casa sin saber que nos separaban más de 1500 kilómetros, o que persigan a la gente por los techos de mi barrio.
En Delirio de Laura Restrepo, se cruzaban también Escobar, las drogas y los carteles, como personajes lejanos y tan naturalizados que me parecía increíble. Increíble que la violencia en esas magnitudes se pueda entender como el pan de cada día, sin que los personajes se asusten siquiera. Pero sin ir muy lejos, ni entrar en temas coyunturales, en Ecuador está pasando lo mismo y pareciera que la mayor parte del país también lo ha naturalizado.
Aunque como muchas de las novelas colombianas que no mencionan directamente el contexto, la política o el narco se entiende por lo que sucede alrededor, en La multitud errante de Restrepo empieza con “¿Cómo puedo yo decirle que nunca la va a encontrar, si ha gastado la vida buscándola?” (2016, p. 13). Y sí, no hay más que referencias lejanas, se entiende como la búsqueda de los desaparecidos, de los asesinados, del tráfago de la guerra. Siete por Tres, el personaje principal, mantiene la esperanza de encontrar a una mujer, que como afirma Camus (2007) parece esta “esperanza de otra vida que hay que ‘merecer’, o engaño de quienes viven no para la vida misma, sino para alguna gran idea que la supera, la sublima, le da un sentido y la traiciona” (p. 20).
La esperanza que mantiene Siete por Tres es una llama que arde en medio del caos y la desesperación. A pesar de las adversidades y la constante amenaza de la violencia, se aferra a la idea de encontrar a la mujer que ama. Este tipo de esperanza, según Camus (2006), puede ser visto como una forma de engaño, una manera de dar sentido a una vida que, de otra forma, sería insoportablemente absurda. Sin embargo, también es lo que le da fuerzas para seguir adelante, para no rendirse ante la crueldad y la indiferencia del mundo. “El mundo me sabe a ella (…) mi cabeza no conoce otro rumbo, se va derecho a donde ella” (Restrepo, 2016, p. 13).
Esta esperanza es vital porque, de lo contrario, “le duele el aire, que la sangre quema sus venas y que su cama es de alfileres, porque perdió a la mujer que ama en alguna de las vueltas del camino y no hay mapa que le diga dónde hallarla” (Restrepo, 2016, p. 13). La búsqueda de Siete por Tres se convierte en una metáfora de la búsqueda de sentido en un mundo devastado por la guerra y la violencia. Es un intento desesperado de aferrarse a algo, de encontrar una razón para continuar en un entorno que ha perdido toda lógica y compasión.
Camus también sugiere que “los hombres que viven de la esperanza se avienen mal a este universo en el que la bondad cede el lugar a la generosidad, la ternura al silencio viril, la comunión al valor solitario” (2006, p. 85). En este sentido, la novela de Restrepo no solo refleja la tragedia de un país sino también la lucha individual de sus personajes por mantener la humanidad y la esperanza en medio de la desesperación y el sinsentido. “Si yo pudiera hablarle sin romperle el corazón se lo repetiría bien claro, para que deje sus desvelos y errancias en pos de una sombra. Le diría: Tu Matilde Lina se fue al limbo, donde habitan los que no están vivos ni muertos” (Restrepo, 2016, p. 13). La búsqueda de Siete por Tres, aunque pueda parecer inútil, es un acto de rebelión contra la absurdidad del mundo, una afirmación de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza y el amor pueden perdurar.
J. Barish.
Referencias:
- Camus, A. (2006). El mito de Sísifo. Losada
- Restrepo, L. (2016). La multitud errante. Alfaguara