La fiesta como experiencia vital
Lala Sotomayor.
El proceso de ritualizar, incluso, exige la anulación temporal del orden social con el fin de disfrutar de algo que en la vida cotidiana queda suprimido por el tiempo de vida acelerado. En la fiesta se celebra algo excepcional, algo que tiene un valor especial: lo otro.
El origen de la fiesta es tan antiguo como la religión misma. De hecho, se creía que asistir a misa era una fiesta con dios, pero con el paso del tiempo, se ha demostrado lo contrario; en realidad la capacidad humana es la que nos mueve a juntarnos y salir de las agobiantes rutinas, con alguno que otro pretexto.
La sociología estudia estas situaciones cotidianas que no solemos prestar atención, pero que en realidad son un pilar en la vida de las personas. La socialización es fundamental para nutrir la vida humana. Este espacio de ocio -o desviación social para lxs curuchupas- es un un entramado de significados profundos, más que un simple disfrute.
De hecho, la fiesta es un lugar donde se construyen identidades bajo diversas condiciones. El relacionamiento humano está atravesado por la ritualidad, el ser humano simboliza todo. ¿Pero qué es esto de simbolizar? Es atribuirle significados e importancia a cosas y situaciones sencillas y comunes como la música, sus formatos, sus danzas, lírica, lugares, olores. Quizá esto explica porque hay lugares, canciones, sonidos y sabores que te llevan a una persona con solo percibirlos.
El valor simbólico y la construcción identitaria, a partir de dicha experiencia que crea un espacio, permite profundizar en la dimensión afectiva y emocional. La fiesta como agente catalizador, como una situación que estimula el desarrollo de un proceso, sea de interacción, expresión o incluso de reflexión.
El proceso de ritualizar, incluso, exige la anulación temporal del orden social con el fin de disfrutar de algo que en la vida cotidiana queda suprimido por el tiempo de vida acelerado. En la fiesta se celebra algo excepcional, algo que tiene un valor especial: lo otro.
La ritualidad es un área fundamental en la sociología, una de esas prácticas diarias que no le prestamos mucha atención. Si bien es cierto que se puede asociar los ritos al tema religioso, este trasciende y su verdadero foco recae en el valor e importancia que se le asigna de manera personal.
“La función del rito en la sociedad es confirmar la configuración de conductas” (Homines Dubitantes, 10m4s). Hay actividades ritualizadas que ni siquiera las llevamos a esa categoría, el ritual es tan cotidiano y naturalizado que pasa desapercibido. Existen igual número de ritos, como de personas.
Los ritos se plasman de manera individual en las prácticas diarias de cuidado, aseo, bienestar, educación, entre otras. Existen ritos familiares, de pareja, amigos y varias otras formas de compartir mucho más macro como es el caso de festejos o celebraciones que tienen un caracter socialmente legitimado.
Pero ninguno tiene más o menos importancia ya que esto es subjetivo y se le atribuye valor de manera personal, por eso es interesante aterrizar en la significación personal que tiene para cada individuo el compartir en una fiesta.
“La verdadera fiesta está anclada en el amor; de ella surgen la alegría y su forma más callada, el consuelo, como afirmación del dolor, la pena y la muerte” (Steingress, 2006, p.12).
Las celebraciones suelen dividirse en aquellas que han sido socialmente legitimadas como tradiciones populares y culturales, cuyo carácter es macro social, pues involucra una gran cantidad de personas. Estas conllevan no solo una aprobación social, si no una serie de actividades que complementan el festejo: vestimenta, comida, bebida, baile, ornamentación, y principalmente la música, sea en vivo o simplemente reproducida.
Mientras que las celebraciones micro sociales, fiestas underground o simplemente los juntes de panas, a cuyo grupo de personas se les ha denominado subculturas, busca inferiorizar bajo un ideal elitista, que deslegitima prácticas no convencionales.
“Desde la perspectiva postmoderna y de acuerdo con su cualidad como acontecimiento integral de la cultura de masas, la fiesta sirve tanto de liberación y creación (poiesis) como de distracción e ideología” (Steingress, 2006, p.7).
Es a través de este espacio que se crean y afirman identidades, pensamientos, personalidades, es de hecho, un lugar crucial para reafirmar creencias, establecer vínculos, autoidentificarse y debatir. La praxis musical, tal como se desarrolla en la fiesta, es una peculiar actividad o construcción simbólica que interviene en la realidad social, induciendo en los actores sociales el desarrollo de comportamientos.
Mientras que antes, las macro-fiestas expresaron la integración del individuo en el colectivo (de la nación, la religión, la clase social, etc.) y las micro-fiestas solían ser actos de representación del individuo en el entramado íntimo de la vida social (la familia, los amigos, la vecindad), la macro-fiesta posmoderna ofrece un espacio público, donde los individuos aislados creen encontrar la oportunidad de expresar colectivamente su individualidad. Esta aparente contradicción se explica por la imposición del mercado en las relaciones sociales y la consiguiente reducción del individuo a consumidor como determinantes de un radical cambio de las bases sociales de la fiesta (Steingress, 2006, p.7).
Por ello es importante reflexionar en torno al significado real del compartir en colectivo, de las formas naturales que nos llevan a crear estos espacios, a buscar representarnos e identificarnos con colores, formas de vestir, maquillaje, danzas, líricas, comida, bebida, música e ideología.
También son una realidad los peligros que han existido y persisten en estos espacios que pueden tornarse vulnerables, como cualquier espacio donde existen excesos, violencia y machismo. Históricamente se han cometido crímenes en este lugar de construcción social, deslegitimando la forma del festejo y tornándolo mediáticamente como un espacio poco seguro.
Sin embargo, es importante aterrizar en la importancia que tienen estas formas de compartir en la vida de las personas, para deconstruir los imaginarios y crear espacios seguros a través del disfrute y el necesario goce que genera el compartir.
Esta celebración se vuelve simbólica, un ritual. El festejar como una forma de salir de la rutina y homenajear pequeños logros, es una forma de equilibrar el esfuerzo diario. «La fiesta ha dejado de ser un privilegio de minorías para convertirse en un derecho social, aunque también está estrechamente vinculada a la actividad económica y a los intereses políticos» (Steingress, 2006, p.7).
Tenemos una responsabilidad social en valorar el espacio como necesario, y romper con las dinámicas machistas y violentas que vulneran los derechos de las mujeres, privándolas del disfrute. Es un llamado a la lucha y reivindicación por construir una fiesta permanente que nos traiga alegría, pero sobre todo, calma.
Recomendación cinematográfica: Climax – Gaspar Noé
Referencias
- Steingress, G. (2006). El caos creativo: fiesta y música como objetos de deconstrucción y hermenéutica profunda. Una propuesta sociológica. Anduli.
- Homines Dubitantes. (23 de noviembre de 2023). Dubitando RITUALES con Rafael RUÍZ ANDRÉS [Archivo de Vídeo]. Youtube https://www.youtube.com/watch?v=p8rJkOC5xqw
- Geertz, C. (2000), La interpretación de las culturas, Gedisa.
- Giddens, A. (1995), Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea, Península.
- Martí i Pérez, J. (1996), “Música y Etnicidad: una introducción a la problemática”, Revista Transcultural de Música (2).
Lala Sotomayor. Comunicadora Social, amante de la música, el baile y la militancia por la búsqueda de una sociedad más justa. Estudio ciencias sociales como una forma de autoaprendizaje y deconstrucción personal.
Imagen tomada de filosofia.nueva-acropolis.es e intervenida digitalmente.