La figura del mundo y sus derivas
Macario.
Para conocer el tiempo en el que se vive ha sido necesario, así lo demuestra la historia, salirse del tiempo. El pliegue -lo podría decir Deleuze- se hace visible solo desde fuera; estar fuera es ser inactual, anacrónico
Luis Villoro propone un bellísimo término para referirse a las ideas sustanciales que caracterizan a una época y que condicionan la manera cómo el hombre observa o concibe su alrededor: figura del mundo. Por lo general, las personas no somos conscientes de que el mundo se nos muestra a través de su figura; es decir, no somos conscientes de que llevamos una especie de lentes -configurados por la época- que nos permiten mirar unas cosas e ignorar otras. Nietzsche utiliza el término Unzeitgemäss para referirse a quien se encuentra al margen del tiempo, a quien ha logrado ser consciente -utilizando la misma metáfora- de los lentes que lleva puestos. El pensamiento intempestivo del que habla el filólogo alemán surge solamente cuando se ha logrado escapar de lo ordinario, de la costumbre, de la opinión generalizada; curiosa paradoja: para conocer el tiempo en el que se vive ha sido necesario, así lo demuestra la historia, salirse del tiempo. El pliegue -lo podría decir Deleuze- se hace visible solo desde fuera; estar fuera es ser inactual, anacrónico.
Surge una cuestión de difícil resolución. Conocemos la figura del mundo de la Modernidad madura en la ilustración alemana, pero quienes vivieron en Alemania en el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, la desconocían. Solo pocos iluminados -Kant y Schiller, por ejemplo- pudieron ver los pliegues de su tiempo. O quizá pase lo contrario, la figura del mundo de la Modernidad madura en Alemania -que hoy conocemos por la tradición- tal vez no sea sino un conjunto de pensamientos que no representan la sustancia de la época. ¿Si no por qué Kant sostiene, cuando se le pregunta qué es la Ilustración, que se vive una época de ilustración -o sea, en proceso- y no ilustrada? Parecería más bien una expresión desiderativa que un sesudo análisis de la época, típico del idealismo del que nunca salió de Königsberg.
Agamben sostiene que los mejores testigos de una época, los del pensamiento intempestivo nietzscheano, son quienes descubren el error de lo actual, los que se han distanciado lo suficiente para encontrar esa fisura. Pero entonces, para el filósofo francés, también lo contemporáneo es lo inusual y no lo que es la época. Se es contemporáneo de una época, continúa Agamben, solo si se puede dejar de vivir plenamente en ella. Algo así como lo que dice Lennon: «la vida es eso que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes»; la vida sería la figura del mundo que pasa por nosotros porque estamos ocupados en vivir en ese mundo. El mismo Lennon dice en Watching the Wheels, que todos piensan que está loco cuando lo único que está haciendo es «estar sentado mirando las ruedas girar y girar»; el vocalista de lo bitle, como diría Guille, parecería haber sido contemporáneo de su tiempo o, por lo menos, pretendido serlo, quizá por eso no le dejaron seguir viviendo.
Y es que, al parecer, quien quiera encontrar la figura del mundo de su propio tiempo -porque no se la construye, se la descubre- se condena a la exclusión, porque nos dice lo que no queremos ver: el error de lo actual, el pliegue. El realmente contemporáneo puede iluminar la oscuridad de su tiempo, pero solo para escribir sobre ella e, inmediatamente, permitir que vuelva a la penumbra. La figura del mundo, complementa el filósofo mexicano, empieza por ser patrimonio de unos pocos, pero, luego de mucho tiempo, se vuelve el marco incuestionable de una época; ese transcurrir no es pacífico ni conviene que lo sea, la figura del mundo es producto de resistencias y disrupciones y una vez fijado entonces empieza el proceso nuevamente. Los problemas continúan: cómo delimitar temporalmente la figura del mundo, es posible pensar hoy en un término tan sugerente o se vale pluralizarlo, es decir, pensar que hay varias figuras del mundo al mismo tiempo, pero el precio de relativizar el concepto es que se vuelva inútil, una frase trillada que no asegura poner luz en las zonas de penumbra.
Macario.
Imagen tomada de www.bbc.com e intervenida digitalmente.