¿La Izquierda o las Izquierdas?
Por: Vicente Solano.
La izquierda, en su pluralidad, debe confrontar estas nuevas realidades y reimaginar sus estrategias para el siglo XXI, buscando un equilibrio entre la defensa de los principios universales de igualdad y justicia, y la necesidad de adaptarse a contextos locales y culturales específicos.
Sin duda, en el momento en que escribo estas líneas, el escenario político en Ecuador es crucial para determinar lo que ocurrirá en las elecciones de 2025. Este texto no pretende ser un manifiesto ni una reflexión profunda, sino más bien una guía esclarecedora sobre lo que se entiende por izquierda. No es exhaustivo ni introspectivo, sino clarificador. Queremos responder a una pregunta que, quizás hoy en día, apenas se formula: ¿Qué es la izquierda?
En el mito de la izquierda (2002) Gustavo Bueno sostiene que el concepto de izquierda surge históricamente como una negación del Antiguo Régimen, caracterizado por la unión de la Monarquía e Iglesia (trono y el altar) es decir, la monarquía absoluta legitimada por la religión. Este rechazo se manifestó en la Revolución Francesa, un evento que no solo transformó el paisaje político de Francia, sino que sentó las bases para las futuras luchas ideológicas en Europa y más allá. La Revolución Francesa, en su intento de establecer un nuevo orden basado en la soberanía nacional, la laicidad y el patriotismo, marcó el nacimiento de lo que Bueno denomina la «nación política». Este nuevo concepto de nación, basado en la voluntad popular y la idea de un contrato social, se convirtió en el eje central del proyecto político de la izquierda.
Sin embargo, subraya que esta revolución no fue un proceso homogéneo, sino que estuvo plagado de tensiones y contradicciones internas. Los jacobinos, por ejemplo, representan una corriente dentro de la izquierda que buscaba consolidar el poder del Estado-nación a través de medidas extremas, como el uso de la violencia y la represión, para asegurar la igualdad y la justicia social. En contraste, otras corrientes, como el anarquismo, surgieron precisamente en oposición a esta concentración de poder estatal, abogando por la abolición del Estado en favor de formas de organización social más descentralizadas y autónomas.
Una de las aportaciones más significativas es la existencia de una pluralidad de izquierdas. A lo largo de la historia, diversos movimientos que se identifican bajo el rótulo de «izquierda» han surgido en respuesta a contextos históricos específicos, proponiendo soluciones variadas y, en ocasiones, contradictorias a los problemas sociales y políticos de su época. El siglo XIX, por ejemplo, fue testigo de la expansión del concepto de izquierda a través de las revoluciones liberales en América Latina, donde las ideas de la Revolución Francesa fueron adaptadas a las luchas por la independencia y la construcción de nuevos Estados.
El surgimiento de la Primera Internacional en 1864 y la Segunda Internacional en 1889 reflejó una creciente internacionalización de las ideas de izquierda, pero también puso de manifiesto las tensiones entre diferentes corrientes, como el marxismo, el anarquismo y el sindicalismo. Estas organizaciones internacionales intentaron unificar a la clase trabajadora global en la lucha contra el capitalismo, pero las divergencias sobre estrategias y objetivos a menudo condujeron a rupturas y conflictos internos.
La Tercera Internacional, o Internacional Comunista, fundada en 1919 después de la Revolución Rusa, es otro ejemplo de cómo la izquierda se fragmentó aún más. Mientras que la revolución bolchevique inspiró movimientos comunistas en todo el mundo, también provocó una ruptura definitiva con la socialdemocracia, que fue vista por los comunistas como una traición a la revolución proletaria. Este conflicto entre comunistas y socialdemócratas se hizo especialmente evidente durante el período de entreguerras y tuvo consecuencias duraderas en la configuración de la política de izquierda en el siglo XX.
Por otro lado, ¿qué caracteriza a la izquierda? Según Gustavo Bueno, el racionalismo universalista es un rasgo definitorio de todas las corrientes de izquierda. Este racionalismo, originado en los filósofos ilustrados y científicos modernos, sostiene que cualquier ser humano, sin importar su origen, puede acceder a la verdad mediante el uso de la razón. Este principio fue fundamental para la justificación ideológica de la Revolución Francesa y, posteriormente, de muchos otros movimientos revolucionarios. El racionalismo universalista también tiene una dimensión ética, ya que implica una creencia en la igualdad fundamental de todos los seres humanos. No obstante, Bueno advierte que este universalismo puede conducir a una homogeneización cultural y política que desatienda las particularidades y diferencias locales. A pesar de esta crítica, Bueno reconoce que el racionalismo universalista ha sido una fuerza poderosa para el progreso social, permitiendo la expansión de los derechos humanos y la creación de instituciones democráticas orientadas a garantizar la igualdad y la justicia.
A pesar de las críticas de Gustavo Bueno a la simplificación del eje izquierda-derecha, él no niega su relevancia en el debate político contemporáneo. De hecho, sostiene que la oposición entre izquierda y derecha sigue siendo pertinente, aunque matiza que debe entenderse en su contexto histórico y espacial. Para Bueno, la vigencia de esta oposición es cada vez menos significativa en términos políticos, pero mantiene su importancia en el aspecto sociológico. La izquierda, tal como se definió a partir de la Revolución Francesa, sigue siendo un proyecto en evolución, que enfrenta continuamente nuevos desafíos y se adapta a nuevas realidades. En el contexto actual, las izquierdas enfrentan numerosos desafíos que cuestionan su relevancia y su capacidad para ofrecer alternativas viables al sistema capitalista global. La izquierda, en su pluralidad, debe confrontar estas nuevas realidades y reimaginar sus estrategias para el siglo XXI, buscando un equilibrio entre la defensa de los principios universales de igualdad y justicia, y la necesidad de adaptarse a contextos locales y culturales específicos.
En definitiva, la pluralidad de las izquierdas y las contradicciones internas que las han caracterizado nos recuerdan que la política es un campo dinámico y complejo. Las etiquetas políticas, aunque útiles en ciertos contextos, pueden limitar nuestra comprensión de las realidades sociales y políticas si no se examinan críticamente. En un mundo cada vez más interconectado y diverso, la izquierda, en todas sus formas, debe asumir el reto de renovar sus proyectos y estrategias, reconociendo tanto su herencia histórica como las nuevas realidades del siglo XXI.
Vicente Solano P.Aprendiz de filosofo del Derecho. Seguidor de Diógenes y realista crítico.
Imagen tomada de almendron.com e intervenida digitalmente