La totalidad y el ser social: ¿Son nuestras realmente las ideas y acciones individuales?
Joaquín Galarza.
El ser humano, las personas, los individuos se encuentran realmente condicionados en su actuar, en su “praxis” diaria, por una realidad total. Esta realidad no está conformada solo por lo social (relaciones de producción y reproducción de la vida), sino también por lo natural (su ecosistema), por la Totalidad.
Cuando nos iniciamos en el estudio de la filosofía de la praxis, es como si nos pusiéramos unas lentes que nos permiten ver “más allá de lo evidente”. Descubrimos un mundo interconectado por determinaciones (características), situado en un momento histórico específico, que resulta ser caótico, complejo e irracional (siendo el ser humano quien tiene el deber de “racionalizarlo” a través de su entendimiento). Esta realidad, marcada por una falsa dicotomía entre lo social y lo natural, ha derivado en que el ser humano construya un mundo fraccionado, entendido por partes.
Desde este entendimiento de un mundo fraccionado (a propósito), se plantea como lógico que sean las partes, los individuos, los que conformen la realidad; por ende, las ideas de estos individuos son las que dan forma al conjunto de la sociedad y la realidad, en términos marxistas, al Ser Social. Esta falsa ilusión de libertad y libre albedrío, que la religión (judeo-cristiana) y el sentido común del capitalismo sostienen, alimentando un “individuo” que en todas sus acciones resulta “auténtico, único e irrepetible”, desconoce un factor clave: el peso de la historia y las relaciones sociales que se han dado a lo largo de la historia humana, y que han permitido que estemos aquí.
Ante lo mencionado, Marx (1846) formuló una tesis que responde al intento de desvincular la historia y la socialidad humana del entendimiento de la realidad: “No es la conciencia lo que determina el ser, es el ser social el que determina la conciencia”. Esta muy difundida frase concentra una de sus ideas más potentes: no es la conciencia individual la que determina el actuar del individuo, no es el conocimiento parcial y aislado lo que da forma a las personas, sino que es el “ser social”, entendido como la representación general del género humano, es decir, la sociedad, la que determina y/o condiciona las ideas y conceptos, y por ende, las acciones.
A veces de manera consciente, pero también inconsciente, sea por la fuerza de la costumbre, la cotidianidad, o hasta la prescripción normativa de las conductas (las leyes), hacemos cosas que damos por sentadas como “correctas, naturales, socialmente aceptadas”. Pensamos que razonamos sobre nuestras conductas y podemos discernir sobre tal o cual acción que, aunque no podamos entender sus razones reales, las hacemos. “No lo saben pero lo hacen” (Marx, 1867) condensa una segunda idea fundamental del pensamiento marxista, que busca responder a las interrogantes planteadas.
El ser humano, las personas, los individuos se encuentran realmente condicionados en su actuar, en su “praxis” diaria, por una realidad total. Esta realidad no está conformada solo por lo social (relaciones de producción y reproducción de la vida), sino también por lo natural (su ecosistema), por la Totalidad. Esta no es solo la base estructural (como pretenden sostener las posturas economicistas), diferenciada de la conciencia y sus productos (la superestructura). La Totalidad conlleva y condensa el “todo” en cuanto producto de la existencia humana: el homo sapiens no separado de la naturaleza, y la sociedad como producto del vivir en comunidad, pero también un vivir que no es ajeno a lo natural.
Esas acciones y pensamientos que concebimos como propios son, en realidad, producto de la sociedad, que nos permea desde antes de nacer. Por este motivo, ese “ideal” de un ser humano aislado, solitario, que puede vivir como ermitaño sin depender de nadie más, resulta metafórico, irreal, lo que nos permite derribar, de paso, un fundamento del liberalismo clásico. Ahora bien, esa praxis diaria —hasta inconsciente— que los humanos realizamos, parece que entiende lo que lo rodea. En la “práctica entendemos el mundo» (a través del conocimiento sensible y empírico), podemos decir, y en parte así es, si el mundo capitalista en el que vivimos no contuviese un obstáculo para el conocimiento real. Y es que la esencia no corresponde al fenómeno; en otras palabras, lo que vemos no es realmente lo que es —el objeto—. Esto aplica para relaciones sociales, fenómenos naturales, máquinas, entre otros.
Lo concreto, que resulta ser lo que vemos, percibimos y aprehendemos, lo que suponemos —entendemos— es lo “real”, realmente oculta mucho más. Karel Kosic (1964) denomina a este fenómeno la “pseudoconcreción”, y es producto de la cotidianidad. Cuando pensamos que por usar, decir, ver, pensar, percibir algo todos los días, sabemos qué es realmente, nos encontramos con que existe un velo que nos separa de conocer dicho objeto (y las relaciones sociales que lo subyacen). Para Marx, justamente, la función de la ciencia a través de la historia fue develar la esencia que los fenómenos tenían tras su apariencia, con lo que nos encontramos a priori.
Entonces, cuando pensamos que actuamos en “libertad”, que entendemos el alcance de nuestras acciones, que comprendemos el mundo que nos rodea, resulta que: 1) nuestras ideas, pensamientos y gustos son determinados por la historia y la sociedad; 2) la realidad es incognoscible cuando no contamos con los “lentes” correctos, y para usarlos requerimos la conciencia -de clase- de su utilidad; y 3) lo que hacemos como individuos es siempre producto de lo que conforma el “ser social”.
La totalidad del capitalismo nos permea en niveles que muchas veces no logramos siquiera percibir, esa inconsciencia real –no lo saben, pero lo hacen– supone el sustento ontológico de prácticas que se configuran como estructuras, funcionales a la opresión y explotación inherentes al sistema. Lukács (1971), en su Ontología del Ser Social, menciona al respecto que el obrar social, económico de los hombres establece fuerzas, tendencias, objetividades, estructuras que surgen exclusivamente por la praxis humana, cuyo modo de ser, no obstante, permanece total o en parte ininteligible para su productor.
Nos damos cuenta de que nuestras acciones resultan ser siempre teleológicas, pues, aunque no lo sepamos, cumplen una finalidad, que podemos decir, no es “nuestra” en un sentido individual, pero siempre es “nuestra” en un sentido social, colectivo. Esta realidad social, puede parecer abrumadora, y más cuando a la ecuación le atravesamos la existencia de una realidad virtual, que como no puede ser de otra manera, supone una extensión de ese ser social, que condiciona nuestra existencia total.
José Joaquín Galarza. Abogado, comunista.
Bibliografía
- Kosic, K. (1964). Dialéctica de lo concreto (1.a ed.). Adolfo Sánchez Vázquez.
- Lukács, G. (1971). Marx, Ontología del ser social (1.a ed.). Manuel Ballesteros.
- Marx, K. (1846). La ideología alemana. Giforen.
- Marx, K. (1867). El Capital: Crítica de la Economía Política (2.a ed.). Wenceslao Roses.