Nietzsche. Los 7 afectos epistolares
Emy Díaz.
Es mejor decir que se está filosofando, hacerlo en comunidad, y también en soledad. Hacerlo. Vivirlo en gerundio y beberlo de placer. En lugar de arrastrarnos al frío pretérito pluscuamperfecto: hubiera filosofado.
Lo que sucede en la tierra pública, la que habitamos. Aquella en la que nos encontramos todos los días, son las diversas energías históricas que se juntan de entre tantas experiencias. Se vuelven calle, se funden, se separan, y se encuentran en torno a la señal del fuego. No solamente el que viene del sol, el sol a veces se hunde. Sino aquel que te quema y alumbra en la oscuridad. Para conocer seres filosóficos humanos, una dosis de historia y relatos íntimos nos podría reconducir al abismo de las dudas. Aquellas que potencian el despertar diario. Es mejor decir que se está filosofando, hacerlo en comunidad, y también en soledad. Hacerlo. Vivirlo en gerundio y beberlo de placer. En lugar de arrastrarnos al frío pretérito pluscuamperfecto: hubiera filosofado.
Así, vale la pena conocer sobre los placeres y las fuentes de fuerza de Nietzsche. Se podría ubicar para lo primero a la lectura y a la música. Mientras que para lo segundo, en una dimensión más compleja, una tan angulosa como dulce: a sus relaciones de amistad y de familia. En abril de 1869, a los 24 años, el filósofo escribió una cariñosa carta a una de las mujeres importantes de su vida, Wilhelmine Oehler, su abuela materna. Le mencionó que se sentía feliz de enviar su diploma de Doctor. Él le contó que estaba por partir a un nuevo mundo, a Basilea, para asumir su trabajo como Catedrático. También señaló:
“una larga experiencia me garantiza que participas de una manera ferviente y sincera en mis alegrías y en mis penas. Espero oír en mi nueva y lejana morada las mejores cosas sobre tu salud; que pueda tu venerable edad escapar de las experiencias tristes, y que puedan todos tus familiares, con el amor recíproco, la concordia y el afecto, pagarte el tributo de piedad y veneración que en tan alto grado has merecido (…)” (Nietzsche, 2005, pp. 582).
Él filósofo cierra esta carta con su firma de despedida: tu fiel y agradecido nieto.
Cuatro años antes, cuando tenía 20, Nietzsche escribió una carta a su madre y hermana, sus fuentes de fuerza en ese tiempo. En su texto hacía referencia a la dificultad que tenía para lograr equilibrar sus gastos, recursos y necesidades culturales, mientras estudiaba en la Universidad de Bonn. La misma Universidad a la que en 1835, a los 17 años había ingresado Karl Marx. Y que abandonó después de un duelo y su vinculación oficial al club de los poetas. En 1865 Nietzsche escribió:
“Hay que añadir que quizás tampoco he sabido actuar, en todos los casos, de la manera más práctica posible. Pero he aprendido mucho de cómo se puede uno organizar. Finalmente, mis pasiones por la música y el teatro son algo costosas, mientras que he gastado mucho menos que otros en comidas y bebidas.” Cierra la carta con esta nota: “Enviadme antes de mi partida una copia compulsada por el tribunal de mi certificado de pobreza. Debo presentar este certificado para la prórroga de las tasas de inscripción.” (Nietzsche, 2005, pp. 324)
En ese tiempo que transcurrió en la ciudad de Bonn, la ciudad donde nació Beethoven. Allí, Nietzsche se abrió a la libertad y conoció varios placeres. Empezó a construir sus propios laberintos y a escribir sus pasiones en los lenguajes de las letras y la música. Fue un momento de acercarse al teatro y la fiesta. De sus años en Boon, su correspondencia proyecta la inquietud de la creación poética y su amor profundo por la composición musical. Según De Santiago (2005) sus recursos eran ciertamente escasos y sus exigencias superaban con creces la vida austera a la que se veía obligado por una asignación de 30 taleros al mes, que para él era insuficiente. Sin embargo, no quiso privarse de alquilar un piano. Las deudas le asfixiaban, pero él las justificaba.
Después en su libro el Anticristo de 1888, explicó sobre las cosas prohibidas, la libertad y los afectos a uno mismo. Quizá, lo hizo con mayor precisión, aquella que solo proviene de la experiencia y la experimentación. Como la dimensión pública, de los placeres colectivos que alimentaban su obra. No se puede ser filólogo, filósofo o profesor de escritorio, la vida y el fuego también se hace en las calles. De esta manera señaló que:
“Hay que ser honesto hasta la dureza en cosas del espíritu incluso para soportar simplemente mi seriedad, mi pasión. Hay que estar entrenado en vivir sobre las montañas. – en ver por debajo de si la miserable charlatanería actual acerca de la política y del egoísmo de los pueblos.(…) Una predilección de la fuerza por problemas para los que hoy nadie tiene valor; el valor de lo prohibido, la predestinación al laberinto. Una experiencia hecha de siete soledades. Oídos nuevos para una música nueva. Ojos nuevos para lo más lejano. Una conciencia nueva para verdades que hasta ahora han permanecido mudas. Y la voluntad de economía de gran estilo: guardar junta la fuerza propia, el entusiasmo propio… El respeto a sí mismo; el amor a sí mismo; la libertad incondicional frente a sí mismo…” (Nietzsche, 1989, pp. 25)
En el camino de la música, aquel que había iniciado en su adolescencia cuando se dedicó a tocar el piano, siempre se acercó a lecturas sobre las artes. En 1868 en una carta a Sophie Ritschl la esposa de su maestro y mentor de Filología, le dijo:
“Le estoy muy agradecido por haberme regalado el libro de Ehlert, un libro que leí la primera tarde, con iluminación escasísima y sobre el sofá enmohecido, con placer y con gran fervor. Los hombres malvados podrían decir que la obra es de un exaltado y que está mal escrita. Pero el libro de un músico no es precisamente el trabajo de un hombre que vive con los ojos; en el fondo es música que casualmente no ha sido escrita con notas sino con palabras.” (Nietzsche, 2005, pp. 517)
Posiblemente sólo cuando estás totalmente despierto o lo suficientemente tomado por la muerte, puedes sentir y dilucidar mientras lees. Darte cuenta que una obra está escrita por un músico y que es literatura con percusión, a veces con tritonos, otras con silencios armónicos. La obra a la que se refería fue: Cartas sobre música a un amigo, del Luois Ehlert[1].
De entre sus afectos potentes, tuvo un intenso intercambio epistolar con sus amigos Rohde[2], Deussen[3] y Von Gersgorff[4]. Esas cartas de lazos eternos de amistad, entre conflictos y vaivenes, se entrecruzaron en su vida de viajero, profesor y filósofo. A veces era el filósofo, quien no lograba adaptarse a las exigencias sociales del profesor, y siempre era el viajero aquel que regresaba a sus lugares seguros y familiares. A sus lugares peligrosos del deber ser y a los serenos entrecruces del placer. En 1869 escribió a su gran amigo Carl von Gersdorff:
“El último plazo ha expirado, la última noche que paso todavía en mi tierra: mañana por la mañana partiré hacia el vasto mundo, hacia un trabajo nuevo al que no estoy acostumbrado, en una atmósfera pesada y agobiante de deber y de trabajo. Se trata una vez más, de dar un adiós: el tiempo dorado de una actividad libre ilimitada, del presente soberano, del goce del mundo y del arte como espectador (…) No se pasa impunemente por los cargos y los honores -la diferencia está en las cadenas, que unas veces son de hierro y otras de hilo. Y yo tengo todavía el valor de romper en ocasiones una cadena y de afrontar la vida azarosa de otra manera y en otra parte.” (Nietzsche, 2005, pp. 582)
Aún si eran 300 como 600 km que debía moverse entre ciudades europeas, Nietzsche sentía el desarraigo de cambiar y reconstruir su identidad, viviendo los recovecos de la integración. Seguramente, es la dificultad de la orfandad la que hace florecer los lenguajes de las artes y el coraje. Es importante recordar que en la mitad de la palabra metamorfosis, está el amor. En el Anticristo, Nietzsche (1989) escribió:
“El odio instintivo a la realidad: (…) La exclusión instintiva de toda aversión, de toda enemistad, de todas las fronteras y distancias en el sentimiento: consecuencia de una extremada capacidad de sufrimiento y de excitación, la cual siente ya como displacer insoportable (es decir, como dañoso, como desaconsejado por el instinto de autoconservación) todo oponerse, todo tener -que-oponerse, que únicamente en no oponer ya resistencia a nadie, ni a la desgracia ni al mal, conoce el placer, -el amor como única, como última posibilidad de vida…” (Nietzsche, 1989, pp.59)
Emy Díaz.
Bibliografía:
- Nietzsche, F. (2005). Correspondencia I. Junio 1850 – Abril 1869. Traducción, notas y apéndices de Luis E. de Santiago Guervós. Madrid: Trotta.
- De Santiago. L. En: Nietzsche, F. (2005). Introducción. Correspondencia I. Junio 1850 – Abril 1869. Traducción, notas y apéndices de Luis E. de Santiago Guervós. Madrid: Trotta.
- Nietzsche, F. (1989). El Anticristo. México: Alianza Editorial Mexicana.
Notas:
[1] Luois Ehlert, (1825-1844). Nació en Königsberg. Fue un compositor alemán y crítico de música. Estudió con Mendelssohn y Schumann.
[2] Erwin Rohde, (1845-1898). Nació en Hamburgo. Fue un filólogo y helenista alemán. Inició su amistad con Nietzsche en 1867 en Leipzig.
[3] Paul Deussen, (1845-1919). Nació en Renania. Fue un filósofo, historiador y orientalista. Inició su amistad con Nietzsche desde 1859 en la Escuela de Pforta.
[4] Carl von Gersdorff, (1844-1904). Escritor. También conoció a Nietzsche cuando él tenía 14 años en la Escuela de Pforta. Fue su íntimo amigo.