¿Para qué está la historia?
Por: José Martínez
La manipulación del pasado por parte de los poderes políticos de turno, con el fin de legitimar sus agendas ha sido frecuente, por no decir constante y que no discrimina corriente política alguna.
En una conversación con mi hijo de diez años, que inició con esta pregunta, “en teoría” sencilla: ¿Para qué está la historia?, pensé que la respuesta también iba a ser sencilla pues, según yo, solo bastaba con citar un montón de frases acuñadas por muchos pensadores del quehacer historiográfico a través del tiempo, desde Heródoto, considerado el padre de la historiografía occidental, hasta el polémico Yuval Noah Harari, historiador israelita famoso por su trilogía de textos supuestamente fundamentales para entender el pasado, presente y futuro de la humanidad.
Pero al final del día, ¿Cuál es la utilidad de la historia? La respuesta a esta interrogante parte de responder primero la pregunta, ¿Qué es historia? Solo identificando como se define este campo del conocimiento humano podemos intentar determinar cuál es su utilidad. La RAE define a historia en su primera entrada como “la narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados”, pero este concepto es susceptible a interpretaciones sobre todo en el uso de la palabra “dignos”, pues ya dependerá de cada sociedad la consideración como dignos de unos u otros acontecimientos.
Creo que la cuarta acepción incluida en el diccionario es más oportuna para lo que nos compete, definiéndola en estas palabras: “Conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o de una nación”, esta idea de la historia es menos subjetiva y abarca más aspectos de lo humano. Entonces la historia termina por ser el estudio cronológico de todas las actividades realizadas por las personas durante su vida en un espacio determinado.
La respuesta anterior está en completa sintonía con la repetidísima frase: “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”, sentencia que tiene mucho valor al tomarla de manera literal y con una lectura superficial, pero al momento de analizarla más sesudamente nos presenta un problema singular, ¿cuál es la historia oficial que deberíamos conocer para que esta no se repita?
La manipulación del pasado por parte de los poderes políticos de turno, con el fin de legitimar sus agendas ha sido frecuente, por no decir constante y que no discrimina corriente política alguna. Los mandatarios, además, en la búsqueda de legitimar su poder recurren a reinterpretar y/o manipular los hechos históricos, es cuando debemos entender que un estudio crítico y solido de la historia nos permite en primer lugar, identificar estas distorsiones y también, cuestionar estas manipulaciones con la finalidad de conocer los hechos históricos sin filtros y en último caso evitar ser cómplices de estas prácticas.
Al inicio de este texto hacía referencia a Harari y su trilogía de textos, en los que podemos encontrar un uso indiscriminado de la historia para intereses particulares, Harari presenta la historia de la humanidad de manera simple, lo que minimiza las diferencias entre culturas, civilizaciones o periodos históricos, esta visión general podría ser utilizada para respaldar políticas que promuevan la globalización o la homogeneización cultural, lo que sin lugar a dudas favorece ciertos intereses políticos y económicos. También describe los avances tecnológicos y científicos como fuerzas inevitables que moldean el futuro de la humanidad, lo que podría ser utilizado por gobiernos o corporaciones (basta ver que dentro de las recomendaciones de lectura de Mark Zuckerberg o Barak Obama se encuentren los libros de Harari) para justificar políticas que favorecen la vigilancia masiva, el control social o la concentración del poder, argumentando que es un destino inevitable.
El estudio serio y meticuloso de la historia, basado en evidencias y fuentes verificables de todo tipo, ayuda a encontrar la verdad sobre nuestro pasado, esta idea es esencial para evitar que se construyan narrativas falsas que sirvan a fines políticos, como la exaltación de figuras o ideologías de manera desproporcionada. La historia está presente para recordarnos que, si bien determinados hechos ocurrieron en efecto en un espacio y un tiempo determinado, siempre va a ser necesario un análisis meticuloso y una interpretación adecuada de los mismos.
La historia está llena de errores políticos, económicos y sociales que han tenido consecuencias devastadoras, como guerras, crisis económicas y violaciones de derechos humanos. Por ejemplo, los errores que llevaron al estallido de las dos guerras mundiales (como el nacionalismo exacerbado, las alianzas inestables y la falta de diplomacia) son lecciones fundamentales para evitar conflictos de gran escala en la actualidad. Debemos aprender de estos errores permitiendo a nuestra sociedad reconocer señales de advertencia y tomar medidas correctivas a tiempo.
En el caso de Ecuador uno de los errores del pasado del cual no se ha aprendido mucho, sería el histórico manejo de las demandas de las comunidades indígenas, que ha sido una fuente de tensión social desde hace décadas, los gobiernos no han escuchado las necesidades de estos grupos, lo que ha llevado a grandes protestas y a enfrentamientos, como los que ocurrieron en los años 90 y las protestas más recientes de octubre de 2019 y junio de 2022. El problema es que como Estado no se ha obtenido lección alguna de estos acontecimientos; estas protestas deberían haber mostrado la importancia de considerar la equidad social y económica al implementar políticas económicas. No consultar o tomar en cuenta a las organizaciones indígenas y campesinas, ha provocado constantes enfrentamientos sociales, el diálogo y la inclusión de estas comunidades en la toma de decisiones se han vuelto cada vez más necesarios para evitar futuras crisis.
Otro ejemplo claro de este ejercicio de aprender de los errores pasados lo encontramos cuando el país vivió un período de gran inestabilidad política durante los años 90 y principios de los 2000, con varios presidentes depuestos antes de terminar sus mandatos, como Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. La crisis de gobernabilidad que estalló a mediados de los 90, pero con raíces que datan de finales de la década de 1970, ejerció una influencia determinante en los gobiernos, movimientos sociales y políticos, y la población ecuatoriana en general.
El hecho de que se haya destituido a tres presidentes entre 1996 y 2005, a pesar de contar con una participación de los movimientos sociales en cada una de estas destituciones, la ejecución de estos derrocamientos recayó en la figura del Poder Ejecutivo, que interpretando muy abiertamente y de manera ambigua artículos de las respectivas Constituciones de la época, terminaron por aplicar las destituciones en concordancia al clamor popular, mostrando lo minada que se encontraba la democracia en esa época.
Los problemas de corrupción, la falta de confianza en las instituciones y el distanciamiento entre el gobierno y el pueblo contribuyeron a este caos. El gobierno de Rafael Correa, que comenzó en 2007, buscó estabilizar la política mediante una nueva Constitución en 2008 que fortaleció el papel del Estado y creó instituciones nuevas para evitar los errores del pasado, como la Asamblea Nacional Constituyente. Si bien su gobierno ha sido controvertido y cuestionado, es imposible negar que Ecuador experimentó una mayor estabilidad política y un crecimiento económico durante su mandato.
Las decisiones en política y gobernanza deben estar informadas por el pasado para ser más efectivas, los líderes que entienden que políticas como el proteccionismo, la opresión o la falta de equidad han causado inestabilidad social y económica, tienen más probabilidades de crear políticas sostenibles que promuevan el bienestar general.
En resumidas cuentas, intentando responder la pregunta ¿para qué está la historia? La historia está para recordarnos cómo las sociedades han cambiado a lo largo del tiempo, lo que debe reflejarse en un intento de inspirar o guiar los esfuerzos comunes para transformar positivamente la sociedad en el futuro.
Mi hijo, con más dudas que certezas, sentenció la conversación con una frase paradójica: “entiendo que la historia es importante para todas las personas, pero al mismo tiempo no es importante para todos”.
José Martínez.
Imagen tomado de x.com e intervenida digitalmente.