Productos discontinuos y descatalogados. Inmunodeprimidas. 2022 – Leonor Silvestri
Da mucho miedo que los nazis estén tan mal vestidos, camuflados por todos lados sin distancia alguna ni enfrentamiento entre formas de vidas. Y que el resto sea apatía, inercia, o decepción.
Para Alexis Doro
Las sociedades antecapitalistas eran principalmente sociedades anticapitalistas.
Aime Cesaire
Sed carmina tantum nostra valent…[1]
Virgilio Egloga 9
En la trilla de un tren que nunca se detiene
Néstor Perlongher. Cadáveres.
Pudimos haber cambiado el mundo. Otra vez, se presentó una nueva oportunidad que hemos dejado escapar del tamaño de la así llamada revolución del neolítico.
Por ejemplo, si se hubiera conservado el trabajo remoto en todos los casos se habrían reducido las emisiones de carbono por las cuales hoy se siguen haciendo marchas a las que nadie asiste con barbijo porque el COVID, esa quimera, es algo preocupante solo si tenés compromiso inmunitario; las infecciones masivas hubieran quedado acorraladas.
Se habría liberado espacio en las zonas céntricas de las abarrotadas metrópolis, evitado los desplazamientos masivos de personas para ir a trabajar, se hubiera reducido la jornada laboral hasta haber podido abolir el trabajo capitalista de esta tierra, cortado con los desplazamientos y gentrificaciones que luego estimulan (¿qué viene primero, el huevo o la gallina?) las quemas por parte de los ministerios de la especulación inmobiliaria. Pudimos haber terminado con el turismo en todas sus formas, y por ende con la gentrificación de un plumazo.
Pudimos haber detenido formas solapadas de colonización, formas encubiertas de invasión bajo el rótulo “viajar”. Sin turismo, sin aviones, sin resorts, pudimos haber contribuido o al menos ralentizado el inexorable exterminio de todos los animales de este planeta cuya existencia se ve diezmada debido a la existencia de nuestra civilización. Pudimos haberle dado un respiro a la Tierra y como un jardín que se regenera con la lluvia tras una sequía dejarlo reverdecer con nuestra quietud y reposo, con nuestra abstinencia de consumo y producción. Pudimos haber frenado el desmonte de lo poco que queda de selva y la quema del bosque nativo con nuestra negativa a reinsertarnos.
Pudimos haber abolido también la escuela, esa carcelcita oficina donde se aprende la ciudadanía, máquina de producirnos como salchichas sumisas por la ley, la paz, la decencia, y el orden; donde se aprende la democracia, esa mentira creada por pedófilos sofisticados helenos, hoy tan fortalecida como la fachogresía; pudimos haber acabado con el mito meritocrático de que es pobre el que quiere por falta de voluntad porque esta es la tierra de las oportunidades y mala suerte si encima también tenés una enfermedad.
Pudimos haber finiquitado con la patraña de que si te esforzás mucho luego la vida te premia con el primer puesto de lo mejor porque te lo merecés más que nadie.
Pudimos haber finiquitado con la patraña de que si te esforzás mucho luego la vida te premia con el primer puesto de lo mejor porque te lo merecés más que nadie. Pudimos haber hecho tanto con la inacción, pudimos haber terminado con la investigación científica al servicio del glifosato y la comida transgénica.
Pudimos haber anulado la distancia infranqueable entre artistas inalcanzables, ídolos falsos, y espectadores fanáticos sedientos de exprimir emociones insensibles. Pudimos haber logrado la abolición de la escuela (y de toda educación institucionalizada formal en instituciones de encierro occidentales y blancas) en pos de alternativas de creación de conocimiento, puesta en común y libre circulación de los saberes que incluyan otros acercamientos, sin coerción, sin notas, sin aulas, sin horarios, sin obligatoriedad; pudimos volver a los oficios, acortado la distancia entre quien conoce y aquello que se dispone a conocer como para volver a saber si hoy va a llover con solo mirar el cielo o en qué dirección el viento sopla
¿Qué significa eso? Una reconfiguración íntegra del programa de estudios para la creación de un ciudadano blanco pacífico occidental imperial cuya subjetividad tenemos ahora, a quien le parece un precio aceptable por triunfar en el capitalismo las desapariciones forzadas por el estado con el conciliábulo de las masas, algo habrán hecho, por algo será que tenés un compromiso inmunitario, un trasplante, asma, VIH, Crohn.
En 1975 y los años siguientes también fue así. Todo el mundo estuvo de acuerdo con eliminar las notas disonantes para poder vivir en paz. Les dijeron subversivos, extremistas, guerrilleros como hoy dicen discapacitados y enfermos. Como no toleraron a las crías en el hogar a través de las cuales militan la felicidad de la familia diversa y su visibilidad suplicaron que se las volviera a encerrar en el aguantadero llamado escuela porque sin educación qué sería del futuro de sus hijes y solo les hijes son el futuro que es lo único que existe, la humanidad, es decir la subjetividad del consumo y la producción. Prefirieron volver a trabajar. Porque sin empleo no hay dinero y sin dinero no hay consumo. Y acá hemos venido a ganarnos el pan con el sudor de la frente, trabajar y consumir hasta que la temperatura del planeta ya no permita la vida de ningún mamífero. ¿Si no continuaba el capitalismo, cómo luego se puede continuar con la lucha contra el calentamiento global del capitalismo?
No todo el mundo tiene internet ni computadora, es verdad, incluso hasta ahora; no obstante pudimos haber obligado con medidas de fuerza del personal esencial sin el cual dijeron no podían funcionar ni mínimamente, como el delivery, o el microfonista de un canal; a que la red de internet estuviera liberada, wifi seguro y gratuito como la interrupción de un embarazo no deseado; y con el dinero que cuesta mantener un ministerio manejado por el hijo de un ex milico de vuelos de la muerte beneficiado por las leyes de obediencia debida y punto final. Pudimos informatizar y equipar a toda la población que no pueda acceder.
¿Aún siguen creyendo que a la universidad va la prole del proletariado? Las buenas notas se llama privilegio de que te mantengan, esas personas son las que se ganan las becas para estudiar a aquellas inmunocomprometidas que deben salir a trabajar y tomarse el colectivo donde nadie usa barbijo porque no están lo suficientemente enfermas como para obtener una pensión del mismo valor que el sueldo de una legisladora de 20. Cierto es, no todo el mundo puede quedarse en casa porque no todo el mundo tiene un hogar donde quedarse, pero eso ocurre incluso hasta ahora y volver como si nada a lo que estábamos no les dio un techo.
Tampoco volver a la normalidad mantuvo lazos de amparo y protección para con las personas que están forzosamente solas. Sin embargo, se hubiera podido obligar a los hoteles vacíos de 5 estrellas aquel primer año de pandemia a albergar de manera gratuita sine die a cualquier persona en situación de calle o en una vivienda no adecuada que así lo solicitase junto a sus animales de compañía en vez de luchar por meterse ahí adentro a trabajar con un contrato laboral escrito en inclusivo y un sindicato carnero. Se hubieran podido abrir todas las cárceles porque si los aviones no funcionan adónde te vas a ir, los asilos de ancianos, los psiquiátricos y todos los espacios donde se continúa hacinando gente que perturba el buen funcionamiento de una sociedad que puede coexistir perfectamente con la extinción mientras pueda juntarse con su gente amiga a hablar mal de alguien más y haya cerveza.
La calidad del aire, tanto en espacios cerrados como públicos se hubiera visto mejorada con una menor afluencia de aforo en espacios ineludibles de mucha demanda, como una farmacia, un hospital, o una estación de micros, y con un uso restrictivo de los vehículos de combustible fósil; pero especialmente el aire acondicionado de oficinas, hospitales, instituciones en general que se empieza a cobrar vidas con bacterias como la legionella.
Pudimos haber creado una conciencia de evitar contagios con medidas de precaución de todo tipo para transmisiones infecciosas con el aislamiento preventivo voluntario ante la presencia de síntomas en vez de ir a trabajar igual, tome frío, no es nada, me duele la garganta, dormí mal y sin barbijo, escupir o estornudar arriba de un tren lleno en hora pico. Pudimos haber conseguido que el estado nos pague todo tipo de medidas de precaución como barbijos de calidad, junto con hisopados, y otras profilaxis y prótesis como termómetros, oxímetros, tensiómetros, medidores de calidad del aire, como asignaciones por familia de todo tipo universales.
Pudimos haber entendido que la salud no es el estado normal de los cuerpos si no un estado de excepción, intensidad máxima que debe ser de manera colectiva prolongada con cautela entre otras cosas frenando el capitalismo y el trabajo asesino dentro de él, en vez de exacerbar que los vulnerables son dispensables como un pañal de plástico flotando hediondo en la costa sobre el cual una gaviota hambrienta y sucia se posa. No debieran haberse reído tanto de Bolsonaro si luego iban a terminar actuando igual que él. Para enunciarse contra el mundo de mínima no hay que ser como el mundo. Dar la espalda, y emprender la retirada con lo puesto.
Pudimos haber luchado por una re-estructuración total del sistema médico donde hoy se filman mientras se burlan de quienes son reanimados sin desfibrilador en un hospital de una provincia, de un país, donde más de la mitad de la población no come mucho más que una vez al día si es que come. Pudimos haber evitado que la psiquiatría o la anestesiología fueran poco menos que dealers sin cubrebocas en un quirófano. Pudimos haber terminado con el beso en la mejilla, el chupeteo, el confianzudismo, dejar de compartir la saliva en el mate tanto como obligar a los estados nacionales que demostraron que nada pueden sin la gente a pagar un salario universal mejor o equivalente al mejor salario de un político solo por existir, solo repartiendo los ingresos que Bezos generó en Amazon.
Pudimos haber terminado con la industria gastronómica y todo el servilismo que le rodea, herencia burguesa y colonial si las hay. Pudimos haber obligado a los empresarios de dicha industria como el marido de la famosa modelo madre coraje del dolor que la levantaron en pala con sueldos subsidiados por los contribuyentes es decir por los empleados que se auto pagaron míseramente el salario para sostener el poder económico del patrón, por decreto de necesidad y urgencia; o acaso alguien está exento de abonar IVA, o acaso alguien no paga impuestos, o cómo recauda el estado sino es a través de sus contribuyentes que no dejaron de contribuir?
Pudimos haber tomado los medios de producción, y descartado aquello de lo que podíamos prescindir, a favor de una vida donde no hay tanto para elegir en la góndola de los deseos pero que alguien se quede totalmente afuera a su suerte sería impensable. Modalidades laborales sin atención al cliente, abolida la posibilidad de por una módica suma de dinero experimentar la oportunidad de saber qué se siente ser de la realeza y que alguien te haga las manos o te limpie las migas de una mesa que te sirven sin hablar. Pudimos haber aprendido a comer y a cocinar aquello que mejor le sienta a cada cuerpo singular por fuera de los modelos agroindustriales de transgénicos y glifosato, hacernos cargo de nuestros alimentos, crear huertas comunitarias y cocinar para quienes no pueden hacerlo.
Pudimos haber ido a buscar a todas las infancias que viven encerradas en orfanatos y reformatorios, es decir penitenciarias por el crimen de haber nacido, y hacernos cargo colectivamente, no dejarlas ahí donde continúan
Pudimos haber tendido redes permanentes vecinales de cuidado de los adultos mayores, y de cualquier persona sola que no desee estar sola o que requiera apoyo. Pudimos haber ido a buscar a todas las infancias que viven encerradas en orfanatos y reformatorios, es decir penitenciarias por el crimen de haber nacido, y hacernos cargo colectivamente, no dejarlas ahí donde continúan, donde permanecen mientras imitan a ricos y famosos y adquieren criaturas rubias angeladas de Chernóbil (es más barato) por el derecho a elegir la religión de la familia rickimartiana y el derecho al futuro de las infancias diversas que aún no nacieron.
Pudimos haber abolido a la policía luego de todas las atrocidades que realizaron en todas partes del mundo, incluso durante una emergencia sanitaria sin precedentes, como las lacras abusivas, sádicas y miserables que son. Pudimos haber vuelto a desear el fin del capitalismo en todas y cada una de sus formas. Pudimos haber hecho de la máscara nuestro nuevo rostro anónimo que dé cuenta de la fragilidad inherente a toda existencia como de su entidad criminal para supervivir en esta atrocidad llamada capitalismo tardío, pero nos da seguridad que las cámaras de seguridad nos tomen fotos, el perfil verificado en la red social, y firmar autógrafos.
Moverse menos, moverse poco, moverse apenas, moverse lento, pudimos parar el mundo. Vivir chiquitito en vez de ser las funcionarias de la agonía de esta máquina de torturar y exterminar so pretexto de hacer el bien, derechos y leyes, esa trampa mortal. Y hubiera podido acontecer a escala planetaria, como una pandemia, una huelga civilizatoria de occidente, por propagación, para acabar con la superioridad, empezando con la inmunitaria eugenésica.
Si el precio que hay que abonar para que termine la civilización occidental, es decir el capitalismo tardío, es decir la tanatopolítica, es decir el modelo agroindustrial, es decir el individualismo, es decir el sacrificio de mi vida sin su medicación, la pongo a disposición, continúo con vida porque quieren matarme por tullida, no tengo ningún apego a mi existencia, y la donaría sin dudarlo si así se lograra terminar con la desforestación, estoy a punto caramelo para convertirme en kamikaze: si tuviera corazón podrían arrancármelo y entregárselo al sol pero esta desilusión de ver a los jóvenes cantando The wall a favor de volver a las escuelas terminó de romperlo. Ver a todo el mundo de acuerdo que este mundo puede prescindir de viejos y enfermos tanto como de neutrófilos, como de la sinapsis neural por las secuelas, con tal de poder volver al trabajo, a las escuelas, a los bancos y las oficinas, a los recitales, y los cumpleaños. Cuán mediocre y entristecedor querer volver a una vida tal cual la que teníamos.
Pudimos haber estado a la altura de los acontecimientos por una vez y aprovechar la oportunidad para pegar un salto hacia el vacío de un nuevo paradigma, una dimensión desconocida donde pudiéramos estar a resguardo, tener el cobijo de una guarida y como los primeros monachoi, compartirlo todo, el cuidado mutuo, el alimento, el cuerpo. Que por una vez en este siglo la libertad no fuera el mercado.
¿Quiénes se llenan la boca acerca de la vida, el futuro, la infancia y la humanidad, confesarán que la expectativa de vida se redujo debido a las secuelas especialmente entre las personas más pobres de las zonas más vulnerables? ¿Quiénes luchan por su propia opresión como si se tratara de su libertad, solo porque consienten su sometimiento, nos dirán qué va a ser de la economía capitalista de acá a tres años máximo con el calentamiento global y un ejército proletario lumpenizado, pero con poder de endeudamiento crediticio? ¿Quiénes hablan del futuro de sus hijes y piensan en que sean felices y nos les falte un trabajo honesto como empleados de oficina de una multinacional o como patrones de personas explotadas hasta mentalmente que sus progenitores cancelaron justamente el futuro porque se aburrían en sus casas y extrañaban las formas sociales donde la única manera de amenizar es consumir y explotar a alguien más? ¿Qué les dirán? ¿Que tuvieron miedo y volvieron contentes, alegremente cantando, a la casa de un padre violador y severo, pero con aire acondicionado en verano y tiro balanceado en invierno, en vez de enfrentarle y pegarle la estocada final? ¿Qué son el alcahuete de matrix que quiere volver a la ficción? ¿Creen que el agua que no deja de contaminarse va alcanzar para que su prole beba? ¿Qué entenderán de lo que dejemos escrito, de lo que digamos, toda una turba generacional de personas con neblina mental o daño vascular, cuya salud, cuyas células se ven mutadas por las reinfecciones recurrentes, ignoradas y naturalizadas, de un virus que no cesa de modificarse debido a la circulación permanente con un sistema sanitario, público o gratuito, que no da abasto? ¿Qué historia crearán para las futuras generaciones de militantes por la diversidad funcional de las secuelas del covad permanente? ¿Sabrán que pudimos haber evitado que su opresión existiera pero que a escala planetaria elegimos dejarles enfermar hasta discapacitarse mientras mueren por falta de agua bajo el calor infernal de un planeta que se quema para siempre con tal de no tener que privarnos de ninguna de las alegrías compensatorias que el capitalismo nos ofrecía y por ende ahora somos desertificación y pesticidas?
Ya nunca volverá a aquietarse mi espíritu, ¿cómo podría?, tras haber visto un portal que se abre hacia otro mundo, y haberlo visto cerrar, como en las películas, y no haber podido dar el salto. Ya no quedará más que el placer que se desprende de explotar a alguien más: esparcimiento y entretenimiento. ¿Para qué trabajo si no puedo darme los gustos en vida? Todo el mundo tendrá su excusa en el día del juicio final de por qué fue más importante festejar un cumpleaños en una cafetería inmunda con una camarera hiper mega mal pagada, hacer cola para el bufete de aquel merecido crucero, un gustito que te das conocer los Jardines de Versalles o el Museo Británico, o esa fiesta alucinante con luces multicolores de esa estrella pop de la industria cultural por el que tan duro trabajaste que no dejar a nadie (las personas más frágiles, las más vulnerables) atrás. El monto de la empresa donde todes han decidido trabajar machaca que no es necesario cambiar porque sobrevivir no es obligatorio para todo el mundo. No trocaron presente por futuro porque nunca hemos estado peor y miles continúan muriendo mientras la vida en los mares se agota, agoniza y sucumbe a merced del plástico entre el que pretendemos chapoteen para sacarles fotos que subiremos a redes sociales mientras celebramos el momento es ahora como la vida disfruta ya.
Aceptaron llamarle a todo eso normalidad, lo cual habla a las claras de cuánto está dispuesta a aceptar sacrificar la civilización que no puede vivir sin, formateadas como recién salidas de fábrica, con su obsolescencia programada. Y miraron atrás con ojos de piedra como estatuas de sal. Da mucho miedo que los nazis estén tan mal vestidos, camuflados por todos lados sin distancia alguna ni enfrentamiento entre formas de vidas. Y que el resto sea apatía, inercia, o decepción.
Eventualmente, van a tocar a tu puerta también.
Leonor Silvestri.
[1] “pero nuestros versos, oh Lícidas, valen tanto entre las armas de Marte como, según dicen, las palomas Caonias al venir del Águila”