Renombrar la historia: la calle del olvido en Latinoamérica – Sebastián Ávila.
Olvidar a Guevara es olvidar una América Latina que sueña con ser fuerza autónoma, y no solo la proveedora de materias primas para las potencias extranjeras. Es olvidar la voz de aquellos que resistieron, para hacer del acto de recordar un nuevo camino hacia un futuro con identidad y dignidad.
América Latina, atrapada en una coreografía de explotación y dependencia, enfrenta hoy una batalla silenciosa: la del olvido. Este continente, con su larga historia de lucha por la justicia y la libertad, corre el riesgo de perder las voces de quienes dedicaron su vida a desafiar las estructuras de poder.
En la ciudad de Azogues, un cambio aparentemente simple, pero cargado de significado, se cierne sobre la Avenida Che Guevara: su renombramiento como Avenida del Estudiante. Con este acto, parece borrarse de la memoria pública a uno de los símbolos más influyentes del compromiso revolucionario, al mismo tiempo que se diluye el significado de la resistencia.
Ernesto «Che» Guevara no fue solo un líder guerrillero, sino también un ferviente defensor de la educación y de los movimientos estudiantiles en América Latina. Creía en una educación que rompiera las cadenas de la opresión y liberara a las futuras generaciones. Este cambio de nombre parece reflejar una tendencia general hacia la apatía, una falta de conexión con la memoria histórica, donde la idea de luchar y recordar ha sido reemplazada por la comodidad de la indiferencia. Como dice el poeta y filósofo Hugo Mujica, “olvidar es renunciar a ser, dejar de construir sobre la memoria es aceptar la superficialidad de lo inmediato” (Mujica, 2015, p.15|). Rebautizar esta avenida no es solo una acción simbólica; es un síntoma de una sociedad que se conforma con olvidar su propio pasado revolucionario.
En las palabras de Karl Marx, “la historia de la humanidad ha sido siempre la historia de la lucha de clases” (Marx y Engels, 1848, p.188); y en América Latina, la figura del Che encarnó esta lucha, tanto en los campos de batalla como en las aulas y calles, lugares donde él defendía la educación como un acto de resistencia. Cambiar el nombre de la avenida es, en muchos sentidos, como borrar ese camino, diluyendo la figura del estudiante hasta reducirla a un símbolo vacío, desconectado de aquellos que, como el Che, entendieron que solo a través de la acción y la memoria se podría construir una verdadera transformación.
Este cambio se convierte en una metáfora del mismo ciclo de olvido que ha relegado a América Latina a la dependencia, una región que ha perdido de vista la posibilidad de una autonomía inspirada en la lucha. Olvidar a Guevara es olvidar una América Latina que sueña con ser fuerza autónoma, y no solo la proveedora de materias primas para las potencias extranjeras. Es olvidar la voz de aquellos que resistieron, para hacer del acto de recordar un nuevo camino hacia un futuro con identidad y dignidad.
El cambio de nombre de la Avenida Che Guevara es un síntoma visible de un fenómeno más profundo: el olvido de una generación que cada vez está más desconectada de su propia historia de lucha. Esto no es casualidad, como decía Karl Marx: “el capitalismo tiene la capacidad de absorber y transformar todo a su conveniencia, despojando de significado aquello que podría desafiar su hegemonía” (Marx y Engels, 1848, p. 185). Todo lo sólido se desvanece en el aire. En este caso, el cambio de nombre representa cómo el sistema consume y borra las huellas de la resistencia para asegurar que las nuevas generaciones no tengan acceso a estos referentes históricos, y así, cualquier impulso revolucionario quede desactivado antes de nacer.
Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay y ferviente defensor de la justicia social, advierte sobre el efecto deshumanizante del capitalismo, que transforma la vida en una búsqueda constante de comodidad y consumo, mientras las verdaderas luchas pasan al olvido: “Nos venden tecnología, nos venden chatarra, nos venden ilusiones. Y el alma humana se va quedando de lado, las cosas importantes quedan de lado” (Mujica, 2015, p, 18). La eliminación de la memoria histórica, como en el caso de esta avenida, es una de las herramientas más sutiles del sistema, que poco a poco arranca a la juventud sus propios héroes, reduciéndolos a nombres sin contexto.
Esta amnesia inducida está directamente relacionada con lo que el Subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), describe como el “canibalismo” del capitalismo. En uno de sus discursos, Marcos enfatiza que el sistema está diseñado para devorar las culturas y las historias de los pueblos, reemplazándolas con valores vacíos y superficiales, donde “el único dios verdadero es el dinero, y el único país verdadero, el mercado global” (Marcos, 1994, p. 22). En este proceso de “canibalización”, los jóvenes son especialmente vulnerables, ya que se les despoja de su identidad colectiva y se les empuja a conformarse con ideales que no incluyen lucha ni resistencia.
Theodor Adorno, filósofo de la Escuela de Frankfurt, señaló también que el capitalismo no solo controla el presente, sino que transforma el pasado en un simple “producto de consumo” (Adorno y Horkheimer, 1944), eliminando su potencial crítico. De la misma forma, el cambio de nombre de la avenida reemplaza la carga histórica de Guevara con una versión más insípida de lo que significa ser estudiante, despojada de la necesidad de cuestionar o actuar. Se impone así una narrativa vacía que aliena a la juventud de sus luchas y de su capacidad de resistencia.
Escritores y pensadores como Eduardo Galeano han reflexionado sobre el “olvido organizado” (Galeano, 1971) que el sistema perpetua. Galeano describía a América Latina como “una región del mundo condenada a la amnesia”, un territorio donde la memoria de aquellos que lucharon se desintegra en el tiempo, sepultada bajo la lógica de un capitalismo que no tolera la resistencia.
En la misma línea, Hannah Arendt sugirió que: “el totalitarismo moderno, ya sea en su forma política o económica, se fundamenta en el olvido, en hacer que los individuos no puedan recordar un pasado alternativo que los inspire a luchar por un futuro diferente” (Arendt, 1951, p. 26).
Por lo tanto, el cambio de nombre de esta avenida no es solo una cuestión de palabras. Es un reflejo de cómo el sistema capitalista elimina cualquier elemento que no encaje en su narrativa de progreso superficial. Con cada nombre que cae en el olvido, se desintegra una capa más de la resistencia colectiva, una señal de cómo se va canibalizando la historia hasta que los jóvenes se convierten en seres aislados, desprovistos de la inspiración que les brindan aquellos que alguna vez desafiaron el statu quo.
El renombramiento de la Avenida Che Guevara en Azogues como «Avenida del Estudiante» no es un simple acto de cambio de nomenclatura, sino un reflejo alarmante de la amnesia cultural que atraviesa América Latina. Al borrar la figura del Che, símbolo de resistencia y lucha por la justicia social, se silencia una voz fundamental en la historia del continente. Esta acción nos invita a reflexionar sobre un fenómeno más amplio: la forma en que el capitalismo contemporáneo se alimenta del olvido, transformando la memoria histórica en un producto despojado de significado.
Los jóvenes, atrapados en un sistema que privilegia el consumo y la superficialidad, pierden la conexión con sus luchas pasadas, convirtiéndose en víctimas de un «olvido organizado» que perpetúa el statu quo. Al igual que el capitalismo canibaliza las culturas, la renuncia a recordar figuras como el Che no solo empobrece el presente, sino que también despoja a las nuevas generaciones de las herramientas necesarias para desafiar la injusticia y construir un futuro diferente. Esta tendencia se hace eco de las advertencias de pensadores como Marx, Mujica y Galeano, quienes nos instan a recordar que el verdadero progreso social y político no puede surgir de un pasado olvidado.
Por lo tanto, la lucha por la memoria y el reconocimiento de quienes han sacrificado tanto por la libertad es esencial para forjar una identidad colectiva que no se rinda ante la apatía. Recordar es resistir, y en un mundo donde el olvido se convierte en un mecanismo de control, es fundamental que los jóvenes retomen la antorcha de la memoria para iluminar el camino hacia un futuro más justo y equitativo. En esta batalla por la memoria, el legado del Che y de tantos otros que lucharon por la dignidad humana debe permanecer vivo, recordándonos que la resistencia es, ante todo, un acto de amor hacia nuestra propia historia.
Referencias
- Adorno, T., y Horkheimer, M. (1944). Dialéctica de la Ilustración. Trotta.
- Arendt, H. (1951) Los orígenes del totalitarismo. Alianza.
- Galeano, E. (1971). Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI Editores.
- Marx, K., y Engels, F. (1948). Manifiesto del Partido Comunista. Siglo XXI Editores.
- Mujica, J. (2015). Una oveja negra al poder: Confesiones e intimidades de Pepe Mujica. Editorial Debate
- Subcomandante Marcos. (1994). EZLN: Documentos y comunicados. Era.
Fotografía: Daniela Samaniego @danielasamaniegor