Veganismo Hoy, Parte I

Por: Valentina Schütze

 

el veganismo ético es un rechazo radical a la relación de violencia y dominación entre el animal humano y las otras especies de animales. En cualquier caso, el veganismo está propagándose a gran velocidad en casi todas las latitudes del globo, si bien no a la velocidad a la que la industria cárnico-capitalista aumenta cuántos animales puede criar y matar por minuto. Es un movimiento que busca alternativas, y en esa búsqueda está el preguntarnos qué es ser veganx.

Este es el primero de dos artículos que reflexionan sobre el veganismo hoy. En este primer acercamiento al tema, me propongo dibujar una cartografía del pensamiento vegano, para entender mejor a qué nos referimos cuando decimos ´veganismo´. El siguiente artículo es una reflexión sobre la importancia del veganismo hoy.

 

Cada persona vegana a la que le preguntemos por qué ha decidido “hacerse vegana” (es decir, por qué decide identificarse con ese término) responderá algo distinto. Comúnmente, veganismo se usa como sinónimo de no consumir productos de origen animal, sobre todo en la alimentación[1]. Ahora bien, por una parte, hay personas que mantienen este tipo de dieta por motivos espirituales, religiosos, o culturales, pero que no se identificarían como veganxs. Por otra, no todas las personas que se identifican como veganas comparten las mismas motivaciones o idiosincrasia. Es decir, se puede llegar al veganismo desde distintos lados, por lo que podemos hablar de distintos tipos de veganismo. En este artículo, me propongo dar algunas breves definiciones de algunos de los distintos tipos de veganismo que observo, y trazar algunas ideas sobre qué los diferencia y qué tienen en común.

Malena Blanco, parte Voicot, movimiento artístico por la liberación animal (Voicot, 2024), dice que, para ella, el veganismo es el intento de eliminar todo vínculo de explotación de los hábitos de consumo del individuo que lo practica (Granado, 2021). Esto incluye, por ejemplo, la explotación efectuada en la producción de un teléfono móvil. Ahora bien, el animal humano es un animal social, y la gran mayoría de los individuos de nuestra especie estamos inmersos en un sistema capitalista, en el que casi cada acto de consumo involucra la labor de otras personas. Si asumimos que el trabajo asalariado somete al trabajador, al menos en algún grado, a algún tipo de explotación, este tipo de veganismo, que llamaremos anticonsumista, se vuelve impracticable, a no ser que se piense no como un fin en sí mismo, sino como un lugar hacia el que caminar constantemente. Y así es como Malena Blanco lo describe.

Visto de este modo, el veganismo anticonsumista hace un diagnóstico del mundo muy similar al anarquista. Si bien anarquismo hace propuestas que van más allá de eliminar la explotación de los hábitos de consumo, el veganismo es un candidato perfecto a ser una de estas propuestas. Según el análisis anarquista, el animal humano forma parte de una especie opresora, y es desde este lugar desde el que se le posibilita el ejercicio sistematizado de la violencia contra individuos de otras especies. Esta condición de especie opresora es específica al animal humano e incomparable a la violencia ejercida por especies de animales carnívoros. Unx individux humanx difícilmente podría, bastándose solo de su cuerpo, matar un buey como el león mata a sus presa. Para comer carne de buey o de cerdo o de res sistemáticamente, necesita estructuras que le permitan, como parte de una especie que tiene acceso a esas estructuras, sistematizar el control y la violencia hacia los cuerpos de esos animales. De igual modo, para comer carne de pollo sistemáticamente es necesario no solo ser capaz de matar al pollo, sino también domesticarlo como especie, criarlo sistemáticamente, para lo que, de nuevo, es necesario acceder a estructuras que tienen poder con respecto a las vidas de esos animales. Esto nos trae al veganismo anarquista; rechazar la dominación que los animales humanos ejercen sobre los animales de otras especies, porque es una forma de jerarquía injusta.

Detengámonos por un momento a preguntarnos cuál sería el origen de esta jerarquía. Quizás no estemos de acuerdo en caracterizar la relación entre el animal humano y los animales que consume como una de explotación pero, como mínimo, estaremos de acuerdo en que el código ético por el que el animal humano se rige en su trato a cada individux se determina, en gran medida, por a qué especie estx pertenece. Detengámonos entonces a pensar cuáles son los sistemas de sentido, las narrativas que explican o que el animal humano usa para justificar la aplicación de estos distintos códigos éticos.

Entendemos que el animal humano tiene derecho a una vida en la que ningúnx otrx individux impida cumplir las necesidades propias de su especie; alimentarse, beber agua, ejercitarse, disponer de espacios seguros, formar vínculos sociales, que sus deseos más instintivos de vivir y evitar el dolor sean respetados… En el sentido más abstracto, podemos decir que el trato entre dos individuxs de la especie humana se rige por este código ético. En general, hay un consenso sobre la aplicación de este mismo código ético a los animales domésticos[2]. Es decir, que tienen derecho a vidas en las que se cumplan las necesidades propias de sus especies; salir a pasear, alimentarse, recibir afecto, formar vínculos sociales…

Sin embargo, cuando se trata de las especies que el animal humano considera que son para su propio consumo, este código ético se disuelve. Por ejemplo, los cerdos también necesitan formar vínculos sociales, además de formar nidos, dormir en comunidad, tienen el mismo deseo instintivo de vivir, evitar el dolor… Pero el animal humano le niega cumplimiento de estas necesidades si interfiere con sus intereses de obtener carne del cuerpo del cerdo. En 1973, Peter Singer propuso que, detrás de esta diferencia de códigos éticos, está una forma de discriminación, dándole el nombre de especismo (Singer, 1973).

El veganismo antiespecista considera que la violencia sobre otros animales (tanto directa, como puede ser matar un animal, como indirecta, como puede ser comprar parte del cuerpo de un animal) no es ética porque es discriminación especista. Las formas en las que discriminamos las formas de estar vivas de las otras especies de animales son múltiples y permean nuestra cultura; al no poder expresarse verbalmente, negamos su capacidad de sentir dolor, al no ser antropomórficos (como lo es un orangután, por ejemplo) negamos su inteligencia. Situamos a las otras especies en una posición de inferioridad con respecto al animal humano, definiendo los parámetros que determinan la inferioridad/superioridad en base a nuestras propias características, y nos auto-otorgamos la potestad de dominar las otras especies con la legitimidad de nuestra auto-otorgada superioridad. Esta es, en el sentido más abstracto, la lógica que sustenta todas las discriminaciones, y por tanto la discriminación en base a la especie merece un rechazo análogo a cualquier otra, y ese rechazo podemos llamarlo veganismo.

Dejemos ahora de lado la relación entre el animal humano, como especie, y su relación con las otras especies de animales, para centrarnos en las implicaciones éticas de la violencia que se ejerce sobre un animal a nivel individual. Es decir, cuando un individuo de la especie humana ejerce violencia directa o indirectamente contra un individuo de otra especie. Por un momento, no le demos peso al hecho de que la pertenencia del animal humano a su propia especie le da acceso a estructuras de poder que posibilitan el ejercicio de esa violencia. En este caso hay menos certidumbres, pero todavía podemos afirmar que el individuo humano que está ejerciendo esa violencia (matar un animal para consumirlo, comprar parte del cuerpo de un animal) no la ejerce porque lo necesita[3]. Lo hace por elección, y esa elección, siendo exclusivamente egoísta o de una violencia gratuita, no es moral, si la moral nos compele a tener en cuenta el sufrimiento ajeno, ser empaticxs (no egoístas), no ser violentos.

Esta es la visión de un veganismo que llamaré moral, y que pone en el centro que ejercer la violencia contra un solo animal es inmoral, porque la vida y el sufrimiento de ese animal, como sujeto y como individux, importa. La violencia contra unx individux de cualquier especie tiene, en sí misma, una carga ética negativa. Según esta escuela, matar un animal en un macromatadero industrial es tan reprobable como matarlo en una granja de un pequeño ganadero o en cualquier otro contexto. Porque para el individuo que muere en la granja, su sufrimiento importa (Winters, 2023). Y no es la potestad del animal humano determinar cuáles son las formas aceptables o no en las que los individuos de otras especies deben morir (o ser matados).

Volvamos a extender la mirada, esta vez hacia la dimensión de una sociedad. De las sociedades humanas que se han dado a lo largo del espacio y el tiempo, ha habido una gran diversidad en sus relaciones culturales con las otras especies de animales. La relación de cosificación del animal, pensándolo como parte material de una cadena de producción que suple un sistema que crea falsas necesidades, es específica del capitalismo contemporáneo. En esta sociedad, el cuerpo y la vida de cada animal que forma parte de la industria cárnica es considerado como un recurso natural privatizable y al servicio de la acumulación capital. La industria cárnico-capitalista ha creado la ganadería intensiva, las macrogranjas, los macromataderos, el transporte de animales hacinados en camiones, los espacios cárnico-capitalistas en los que se da la compraventa de las partes de los cuerpos de animales o sus secreciones, somete a especies enteras a modificación genética para que produzcan más huevos, más leche, más carne, más lana, y para que lo hagan más dócilmente. Somete cada aspecto de sus vidas, cada segundo desde la concepción hasta la muerte a un calibrado cálculo para maximizar beneficios.

Si bien otras sociedades humanas también han tenido relaciones con las otras especies de animales de sometimiento a violencia y dominación, es innegable que la dimensión y la sistematización de dicha violencia y dominación por parte de la sociedad cárnico-capitalista es de una radicalidad sin precedentes. A su vez, ha suscitado una crítica igualmente radical. Por eso propongo una versión del veganismo que se considera ser una postura crítica ante la sociedad cárnico-capitalista. Se trata de una búsqueda de otros códigos para relacionarnos con las otras especies de animales, que no sean la cosificación y la inmersión de sus cuerpos y sus vidas en nuestros hábitos de dominación, (sobre-)consumo, extractivismo y acumulación capital.

Por supuesto, todas estas teorías del veganismo no están herméticamente divididas, sino que se solapan, se mezclan, se retroalimentan las unas a las otras. De hecho, más que teorías autónomas, son críticas que, surgiendo desde distintos lugares, construyen un esquema de pensamiento más amplio.

Cabe mencionar que hay personas que se identifican como veganas y lo hacen, sobre todo, por motivos medio-ambientales o de salud, y que dejan completamente al margen cualquier tipo de consideración ética. En contraste, todas las teorías presentadas anteriormente tienen en común que se preocupan por la ética de la violencia contra los animales, por lo que podemos dibujar un gran paraguas bajo al que clasificarlas a todas como veganismo ético.

El veganismo ético propone una defensa total del derecho de los otros animales a una vida libre de violencia humana. Crucialmente, se distingue de la defensa en general de los derechos de los animales en su radicalidad. Por ejemplo, unx puede defender los derechos de los animales denunciando la ganadería industrial por sus métodos brutales de violencia extrema, sin cuestionar el derecho del animal humano a decidir sobre el provenir y la realidad vital de especies enteras. Defendiendo que proporcionar a los animales que los humanos consumimos una vida ´cómoda´ o ´agradable´ (a falta de otras palabras), es éticamente suficiente. Sin embargo, el veganismo ético se ocupa de cuestionar si los animales humanos tenemos o no derecho a definir lo que ´agradable´ supone para la vida de otras especies.

Paul B. Preciado hizo un diagnóstico sucinto del estado de los animales en el planeta, cuando dijo que «parte de la tarea evolutiva de esta especie que llamamos humana ha consistido en extraerse del circuito trófico. Empezamos siendo carne para otras especies… y hemos conseguido dejar de serlo convirtiéndonos en un predador necropolítico a gran escala. Hemos convertido a la totalidad del planeta en carne» (González, 2019). Aquí he presentado algunas ideas sobre de dónde surgen algunas críticas a esta imposición cárnica. Fundamentalmente, el veganismo ético es un rechazo radical a la relación de violencia y dominación entre el animal humano y las otras especies de animales. En cualquier caso, el veganismo está propagándose a gran velocidad en casi todas las latitudes del globo, si bien no a la velocidad a la que la industria cárnico-capitalista aumenta cuántos animales puede criar y matar por minuto. Es un movimiento que busca alternativas, y en esa búsqueda está el preguntarnos qué es ser veganx.

 

Valentina Schütze. Guitarrista mediocre, cantante amateur, aspirante a escritora y con formación en física teórica, Valentina busca espacios en los que pensar y desahogar su incomprensión con el mundo.

 

Referencias

  • González, C. M. (2019). Paul B. Preciado y la sonrisa de los cocodrilos: una entrevista desde Urano. Parte I. El Salto Diario.
  • Granado, M. (2021). La Cruda – Vegan, con Malena Blanco. https://open.spotify.com/episode/ 5ZTYeXp981aMjRYc19HDzM?si=8df3213c11024d38 Singer, P. (1973). Liberación Animal.
  • Voicot. (2024). Voicot – Movimiento Artístico por la Liberación Animal. https://www.voicot.com/
  • Winters, E. (2023). This is Vegan Propaganda (And Other Lies the Meat Industry Tells You). Penguin Random House.

Notas:

  • [1] Aunque también incluye otros ámbitos de consumo, como la ropa, los productos cosméticos…
  • [2] Por supuesto hay excepciones a este consenso; individuxs que abusan o maltratan de sus mascotas, o las grandes excepciones, la industria de animales domésticos y la de experimentación animal.
  • [3] Es innegable que el animal humano puede vivir sin consumir productos de origen animal, cientos de miles de individuxs lo hacen y lo han hecho a lo largo de la historia.

 

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