Vivimos en una simulación
Por: Mathías Mendieta
el individuo que tiende cada vez más a simular, dentro de la digitalidad, no está preparado para la realidad, ya que, a mayor simulación, mayor ausencia de profundidad en lo real.
Por primera vez en toda la historia de la humanidad, la relación del humano con la simulación de la realidad rebasa la relación del humano con la realidad misma. “No se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real.” (Baudrillard, 1978, p. 7). Antes de la revolución tecnológica que desembocó en nuestra era digital, el ser humano vivía todo el tiempo en un contacto directo con los otros, o sea, que las personas a quienes se conocía tenían que mantener una cercanía y, en los pocos casos de lejanía, se escribían cartas que tardaban días o meses en llegar. Lo mismo sucedía con el comercio, el consumo y la velocidad con la que viajaba la información.
Jean Baudrillard percibió cómo los avances surgidos durante la segunda mitad del siglo XX (sociales, culturales, y sobre todo en los medios de comunicación) iniciaron una transformación radical en la forma en que nos relacionamos con el mundo, el tiempo y el otro. En su obra “Cultura y Simulacro”, explica que el abrupto desarrollo del capital ha ocasionado una cultura de masas donde el significante y el significado se difuminan, donde todo arquetipo se anula, la verdad y la mentira se confunden (1978, p. 48). Esta carencia de significado tiene que relacionarse con el día a día que viven las personas conectadas a las redes sociales, en donde nos encontramos con videos instantáneos en aplicaciones como Instagram y Tiktok. Ambas redes sociales nos muestran constante información de cualquier tipo y de corta duración, lo que no genera un conocimiento valioso.
El autor francés asemeja la interacción de la cultura de masas como un mapa que copia a la realidad, además que “En adelante será el mapa el que preceda al territorio -Precesión de los simulacros- y el que lo engendre.” (1978, p. 5-6). En otras palabras, esa información que circula en el mundo digital es una copia de la realidad y, sin embargo, hoy define esos momentos en los que anhelamos “verdad” y “realidad”. Los momentos en los que queremos territorializar una experiencia, queremos vivirla igual que en las imágenes de las redes sociales. Los perfiles de las personas no son las personas mismas, sino un avatar de ellas, donde el contenido más visualizado es el que genera más polémica, publicita ideales estéticos positivos y exagerados, estimula la parte cerebral que libera dopamina de manera más vaga y acelerada.
Ahora bien, el individuo sobre-expuesto a estas imágenes y signos ha de entrar en un proceso en el cual, en todos los casos, confunde la realidad con la simulación. Si este no alcanza los parámetros de la simulación, puede frustrarse. Todo esto desemboca en una alteración de nuestra relación con las otras personas, ya que dentro de la simulación el individuo no se presenta en completitud, pues “La imagen no tiene nada que ver con ningún tipo de realidad, es ya su propio y puro simulacro.” (Baudrillard, 1978, p. 14). Imágenes que son copia de la realidad y, por lo tanto, no cuentan con su pleno significado. Así pues, el individuo que tiende cada vez más a simular, dentro de la digitalidad, no está preparado para la realidad, ya que, a mayor simulación, mayor ausencia de profundidad en lo real.
Por último, Baudrillard nos invita a diferenciar entre disimular y simular: “Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia.” (1978, p. 8). De esto también se deduce que simular no puede generar siempre una confusión con la realidad, lo simulado cuenta con algo, aunque sea ínfimo, que revela la simulación. Al final del día, sabemos que estamos simulando en ese juego de las redes sociales, aunque les hayamos brindado más poder del que merecen: nos volvimos la generación que mientras simula tener gran contacto con el otro, variedad de experiencias, acceso explícito a las intimidades; vivimos la ausencia de conexiones profundas con los otros. Y mientras simulamos la interacción ideal, esperando por la perfección para relacionarnos con el otro como si fuésemos productos de supermercado; sufrimos una pandemia de soledad.
Mathías Mendieta
Referencias
- Baudrillard, J. (1978). Cultura y Simulacro. Editorial Kairós, Barcelona. Recuperado de: chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://raularagon.com.ar/biblioteca/libros/Baudrillard/Jean%20Baudrillard%20-%20Cultura%20y%20simulacro.pdf
Imagen de la película Ready Player One, tomada de deadline.com e intervenida digitalmente.