Con una de las miradas más vastas de la realidad social ecuatoriana en cuanto a feminismo y activismo, Liz Zhingri, nos describe su visión panorámica respecto a la actualidad sociopolítica, cultural y artística de los movimientos que aún no avizoran un triunfo en sus batallas.
DQ. En términos generales, ¿qué debe saber la sociedad de la lucha feminista en estos tiempos?
LZ. me parece interesante la pregunta porque recién estuve conversando con compañeras que no están dentro de los círculos feministas, que nada es demasiado radical, ni siquiera el feminismo en estos momentos, en el sentido de que a veces se agarran de la palabra radical para anteponerle a la diversidad activista y feminista para estigmatizar su propuesta política. Y te digo que no es demasiado radical pensar en un sistema donde vivamos en igualdad de condiciones. Es el mínimo a aspirar en este momento donde nos dicen que el enemigo es la persona que emigra, la empobrecida, sin trabajo, racializada etc. En ese sentido, en el que estamos como país cruzando lo que llaman desde el gobierno, guerra interna, pensar que es posible relacionarnos con las otras personas desde una apuesta feminista, es decir que se ponga en el centro la vida en común. No es demasiado radical, es un mínimo de justicia social al que estamos aspirando y que cada día es más difícil. En las elecciones a Donald Trump, escuchamos estos discursos que ya llamamos de odio, pero que ni siquiera tienen que ver solamente con lo identitario sino con lo profundamente material, son bastante conocidos; vemos portales publicando que Trump acaba de anunciar una política de mano dura, cuando en realidad es una política antimigrante, antidiversidades, totalmente misógina, antiderechos reproductivos. Pensar que nuestro proyecto político, tiene que ver con que vivamos en igualdad de condiciones con la otredad, sea igualitaria, no es demasiado radical, es lo mínimo que intentamos.
DQ. ¿Considerarías que actualmente, en nuestro país, existen instituciones estatales que apoyen al movimiento feminista, al activismo, con acciones concretas?
LZ. Siempre va a ser la disputa Estado – sociedad civil y siempre esa va a ser la encrucijada de nuestras luchas versus lo que se puede institucionalizar de nuestras luchas. Siento que desde los movimientos feministas tenemos que convivir, politizar y profundizar lo suficiente esa dicotomía para no creer que es lo uno o lo otro, que es la institución o es la calle; más bien pensar en generar avances estratégicos sin que estos, dentro del Estado, nos resten potencia como movimiento social, como movimiento feminista, como colectivos. Tenemos un montón de instituciones en lo local, regional, nacional y global, pero esto no implica que esas instituciones marchen al ritmo de las demandas ciudadanas, que siempre van a estar para marcar el norte y que nunca van a estar conformes. Esto a veces no se entiende desde el Estado, que no es un ataque a funcionarios y funcionarias, sino a la macroestructura del Estado que impide una real igualdad en derecho; tiene que ver con la dirección política del gobierno de la derecha, (terrateniente, que ha convertido a este país en una hacienda) totalmente conservadora que no empuja a grandes avances en materia de derechos sexuales y reproductivos. Tiene a las dos principales instituciones del Estado llamadas a salvaguardar la seguridad de los y las ciudadanas, en donde ocurren y encubren los femicidios y la violencia de género. Este tipo de política violenta y encubridora es la que tenemos en el país, casos de femicidios como de Aidita Ati, o María Belén Bernal, se pronuncian sus nombres sin que nada pase, enfrentándose a la gran estructura del Estado, que por un lado dice voy a respetar al Ministerio de Derechos Humanos y de la Mujer, y al mismo tiempo es capaz de pedir, tanto al comandante de la policía como al coronel general del ejército, hablar de seguridad sin responder de los graves femicidios ocurridos en sus edificios. En el caso de los cuatro niños de las Malvinas hay un irrespeto total hacia los derechos humanos. La dirección del Estado, con la lógica global de mano dura, se ha convertido en el sentido común, ahí es más difícil pensar en las luchas feministas.
DQ. ¿Cómo los colectivos feministas perciben el futuro político de sus luchas?
LZ. Recién estuvimos en una reunión intergeneracional convocada por SENDAS para hablar justamente de esto, que es una pregunta importante porque una de ellas decía, “el problema es que ahorita no hay futuro”, y yo estoy totalmente de acuerdo porque en el discurso colectivo que tenemos, el capitalismo y el neoliberalismo se han convertido en una subjetividad presente. Hay que producir mucho, hay que ir al gimnasio, hay que verse así; también nos han quitado la posibilidad de soñar.
Si bien hablamos de un horizonte de justicia social, no lo sabemos apalabrar, no sabemos si este será un estado o una comunidad andina “antipatriarcal”. Más allá de nuestros principios que nos movilizan, hay una crisis de sueños. Las violencias en el marco del ascenso de las derechas son cada vez más brutales y se multiplican con mayor rapidez de lo que podemos organizarnos y responder, incluso en los casos de violencia, el Estado, el sistema, actúa mucho más rápido.
DQ. Respecto al 8M y 26N ¿cuáles son las ventajas y desventajas de las marchas y actividades en esos días de conmemoración? Fechas para llegar a discutir, difundir, la compleja problemática mencionada dentro del activismo de género.
LZ. Ahí hay varias líneas, como el efecto que causan estas movilizaciones en lo público general y está el efecto que causa dentro del tejido y ejercicio sociales como organizaciones, como activismo que también vamos haciendo. Son fechas dolorosas donde hacemos memorias de: casos de femicidios, de abuso, lo que aún no existe, las deudas que tiene el Estado y la sociedad con las mujeres y niñas. Es un espacio interesante porque, paradójicamente, nos fortalece en tanto siempre nos encuentra; y en medio de los ritmos del capital, sostener la vida, sostener a las familias, sostenernos a nosotras. Estas fechas permiten un encuentro en el cual nos sentimos reparadas, aunque el Estado y la sociedad no estén elaborando una reparación. Sabes que ahí están tus amigas, tus compañeras y que, más allá de filias y fobias, estamos juntas, te preguntan cómo estás, te actualizan en el día a día mientras se gritan grandes consignas de no a la violencia, y derrocar al sistema patriarcal. Siento que, a la interna del movimiento feminista, los encuentros en el marco de estas grandes movilizaciones, revitalizan, nos ayudan también a pensar en las otras, aunque sea un momento, y piensas, siempre piensas en las hijas de tus amigas, en tus propias sobrinas, en tu mamá, en esas mujeres que no pudieron salir y vas haciendo un acto como un poco de aquelarre. A veces nos cansamos, claro que nos cansamos de ir a la calle, pero sabemos que tenemos que estar ahí y un abrazo, ese encuentro, ese me alegró mucho verte, se convierten en un asidero porque sabemos que estamos sostenidas en un nivel más grande que nosotras. En la sociedad, siento que se disparan muchas cosas como la simpatía, la antipatía, los discursos de odio. Existen personas que no están de acuerdo, más bien seguir e ir sembrando siempre en, con y para la gente; porque si no, no avanzamos; si no hubiera compañeras desde hace mucho tiempo, para desinstalar los discursos machistas misóginos, nosotras tampoco tendríamos la oportunidad. Yo siento que esa continuidad, la revolución de las mujeres, va a interpelar a la sociedad, mientras todavía no tengamos los grandes cambios que queremos.
DQ. Da mucha alegría encontrarse con personas con afinidad en ideología y también encontrar nuevas generaciones. ¿Cómo valoras el uso de elementos simbólicos y diferentes manifestaciones artísticas y culturales para crear conciencia social?
LZ. No estamos aquí solo por las que están ahorita, también estamos por aquellas que han venido y se han convocado a través de nosotras y que son parte de nuestras familias más ampliadas y que eso también es un bonito regalo que nos da el encontrarse en la calle desde los feminismos. Ahora pensando en los otros elementos que mencionas, el 25N en Cuenca, tuvo la intervención de una «mama», yo siento que, como trabajadora de la cultura que es, ahí radica la vitalidad de la potencia de lo que implica trabajar desde la cultura y trabajar desde lo simbólico, semiótico, semántico porque construimos un significado alrededor de lo que está pasando ahí. Sabemos que no solo es una movilización en el puro sentido político también es un espacio de sostenimiento, hasta espiritual y colectivo que nos ayuda a conectar y generar otros diálogos porque las personas que pasan por ahí, no saben muy bien lo que está pasando, pero si ven a la compañera hablando sobre nuestras ancestras, por las compañeras que ya no están, de pronto eso conecta mucho más con lo que puede sentir que, incluso, un discurso político con datos y cifras que también es útil y necesario. Pensando en los performances, logran activar y tocar fibras de las personas que el lenguaje oral y escrito no lo consiguen por sí solos. Me acuerdo de un performance de una compañera, Mariuxi, cuando estábamos en la despenalización del aborto por violación en la Asamblea, ella estaba sobre la bandera del Ecuador con los retratos de las personas que votaron en contra de la iniciativa, ella estaba maniatada y mirando a esos retratos. Estos performances trabajan desde otros sentidos y tienen otro impacto. Siento que el uso de estos elementos ayuda a sensibilizarse desde el lugar que ni siquiera pueden apalabrar inmediatamente pero que son imágenes que se quedan ahí, dando vueltas, ese es el poder de las imágenes que te remueven otro tipo de cosas que antecede al lenguaje.
DQ. ¿Tienes algo adicional que consideras que la gente debe saber y conocer?
LZ. Es urgente que miremos más allá de nuestro contexto particular, entendernos en la unidad de América Latina porque a veces hay cosas que sentimos que ya están dadas y que no están aseguradas, el caso de Argentina, nos duele mucho, todas las políticas contra la memoria social, contra la memoria colectiva, están avanzando y convirtiéndose en políticas de Estado. Hemos analizado, incluso como país, a cierto tipo de personajes, en el marco del auge de la derecha que se ha plantado muy fuerte, es un síntoma de la política global y es hacia allá a donde está caminando, y que a veces solemos no estimar porque como ya está todo dado y como hay un margen aún de ciertos derechos garantizados, pero hay que hacer una acción más contundente para contrarrestar discursos de odio, antipopulares, «anticlasetrabajadoras» que, en la mitad de estos, son misóginos. Cuando empezó Daniel Noboa con toda la campaña, y quería ser presidente y salieron muchísimas denuncias, como las de Gabriela Goldbaum, la gente dijo: “ah eso pasa, todo el mundo tiene problemas”, luego vimos que esa política contra el cuerpo de las mujeres se vuelve política contra todas las personas; son como esas redflags que ya venimos poniendo en la palestra pública, a veces pensamos que es un tema de mujeres que solucionan las mujeres y cuando pasan, tienen que solucionar solo las mujeres. Cuando las compañeras y el movimiento feminista te señala algo como una actitud riesgosa y antidemocrática, no es solo porque afecta al cuerpo de las mujeres sino por que es una actitud antidemocrática con toda la sociedad y que tarde o temprano termina tocando a la clase trabajadora a las compañeras y compañeros de pueblos y nacionalidades, siempre va expandiéndose, y el cuerpo de las mujeres siempre es el primer botín de guerra pero no el único. Mi invitación siempre es a tomar un poco más en serio las denuncias que salen desde los movimientos feministas respecto a las grandes regresiones en la democracia y que ahorita estamos experimentando.
