Polarización y discurso en la era digital: diálogos entre lo político y lo tecnológico
Luís Fernández.
El acercamiento racional al mundo, aunque pueda parecer el más fidedigno lente de apreciación para describir los fenómenos desde la ciencia, es una apreciación demasiado materialista. La ciencia es materialista, considerando al mundo físico como objeto último, con esa escisión tan delimitada entre sujeto-objeto propuesto por la modernidad, lo cual ha devenido en una naturaleza completamente objetivizada como recurso y como ente de explotación material para complacer el hedonismo desenfrenado del ser humano.
Es importante partir de una aclaración: los métodos de relación líder-sociedad, que son propios del quehacer político, han mutado a través de las redes digitales. Y es en este contexto que surge varios fenómenos que, en la actualidad, se conocen como polarización, infocracia como lo propone Han. Es decir, una crisis del ejercer político. Una mutación y un cambio de paradigma. Los movimientos sociales han cambiado su forma de cohesión y comunicación. El conglomerado político-social emerge de la discusión, de la individuación colectiva a partir de disyunciones y acuerdos. Lo político emerge en la diferencia y en el diálogo a partir de eso. Además, esta condición comunicativa es síntoma de un precepto ideológico pulverizado que podría categorizarlo como un origen filosófico.
En este contexto, se la digitaliza y la forma de entendimiento de la información cambian la dinámica de comunicación. En la era comunicativa televisiva el discurso tenía varias capas de entendimiento y el ejercicio del público mutaba de acuerdo a la interpretación del significante, fiel al emisor y al significado. Actualmente, sucede algo diferente, los significantes han mutado y se acoplan al público, aunque esto en sí no es un problema, lo que sí lo es que el significado está pulverizado en función de acaparar masas políticas más grandes bajo un mismo ídolo. El ídolo identifica las sensaciones propias de su público y pulveriza su discurso de tal manera que se acople a todas las creencias. Esto conlleva una cohesión efímera, electora y más que nada hipócrita. En el nuevo espacio político propio de un público sin formación conviven varias ideologías, es decir, la masa ya no es masa, porque no se ha anulado sus necesidades, sino que dentro del mismo grupo político conviven personas que más pronto que tarde se encuentran como diferentes y esta diferencia hace que la cohesión política sea nula. Es decir, el discurso político carece de coherencia, así como la masa que milita por ella. Ya que para esa cohesión no hubo verdadera sinergia, no hubo discusión, ni acuerdos. Es decir, el individualismo prevalece sobre la solidaridad, y necesariamente, aunque ya muy evidente, es producto de un sistema que requiere humanos sin capacidad de organizarse de acuerdo a sus principios de bienestar, sino en torno a la capacidad de bienestar del capital.
En la digitalidad las herramientas que se utilizan dentro de este concepto emergente son burbujas de discusión, fake-news, teorías conspiranoicas, segmentación digital, transparencia del sujeto o masificación de la divulgación populista. Entonces, cabe problematizar el contraste entre los presupuestos, canales y objetivos; con la cristalización de las condiciones mínimas para un correcto funcionamiento de la política, que corresponden a la participación y transparencia dentro de la misma. En ese sentido, es importante conceptualizar lo político, para lo que se apela a una imbricación desde Arendt y las dos concepciones de libertad de Berlín.
Es así como lo “político” recurriendo metodológicamente a la sistematización de la autora que se recoge en su libro: ¿Qué es lo político?, describe que el fundamento principal de la política es la pluralidad del humano. Es decir, que la alteridad es una condición esencial en el desarrollo de lo político, y en este acto de diferencia está la potencia del acto político mismo; el “entre” es el origen. Lo político se encuentra en la conjunción entre seres individuados, diferentes y libres. Citando: “La política trata del estar juntos y los unos con los otros, de los diversos”.
Así mismo corresponde a un ejercer antes de un existir, en pocas palabras, una condición no intrínseca. Y en esta relación de lo plural emerge la necesidad del compendio, de la interrelación, que Arendt categoriza como historicidad de lo humano y que “diluye” al singular en lo plural, al individuo en la “humanidad”. En definitiva, para Arendt, lo político, es decir, el acto de relacionarse propio del sujeto, es la potencia misma del humano, es decir, su herramienta emancipadora.
Esto da pie a otra definición que es pertinente para este caso, que es la concepción de libertad de Berlín en su ensayo “Dos conceptos de libertad”. A diferencia de Arendt, él conceptualiza la libertad como la potencia del acto político desde la alteridad, lo que implica una condición meramente dispuesta en lo colectivo. Berlín, por su parte, propone dos conceptos primordiales para el entendimiento desde lo uno y lo otro, argumentando que existe una libertad positiva y negativa.
La libertad positiva puede ser entendida como potencia, o capacidad. Esto es, la posibilidad del ser existente, es decir, fundamentalmente un presupuesto y una posición meramente individual. Aquí los límites de las acciones son el mismo sujeto y sus determinaciones, en definitiva, es la corporeidad de la situación pensante del ser humano, como lo reafirma Habermas “es decir, concebir fines y medios propios y realizarlos”.
Por otro lado, la libertad negativa se refiere a la condición situada contextualmente, se concibe como la posición de límite mínimo, o coacción contextual u opresión. Como lo afirma el autor, “la consecuencia de lo que me hagan otros hombres, este ámbito de mi actividad se contrae hasta un cierto límite mínimo, puede decirse que estoy coaccionado o, quizá, oprimido”.
Es decir, las dos concepciones de libertad anteponen las dos relaciones ontológicas del ser humano, la relación consigo mismo, y con el entorno. No obstante, más allá de esta concepción dicotómica de Berlín, el autor impone un momento condicionado en donde emerge la verdadera libertad, y en ello sigue una tradición filosófica, la de la prevalencia del yo racional sobre el yo empírico y aquí es en donde, a mí parecer, se ubica el concepto de Democracia Deliberativa propuesto por Habermas.
La democracia deliberativa es el ideal normativo de una sociedad en la que los canales entre la esfera social y la institucional son suficientemente eficaces como para construir decisiones políticas desde la racionalidad y el entendimiento mutuo, huyendo de la noción de la democracia como mera agregación de preferencias y promoviendo una noción de esfera pública en que los ciudadanos puedan y deban justificarse unos a otros las decisiones que se imponen colectivamente (Beltrán y Vallespín, 2012; Gutmann y Thompson, 2000, como se citó en Küppers, 2018, p. 416).
Hay un concepto más que debemos rastrear que es el sugerido por Shoshana Zuboff, economista emérita de Harvard, ella describe a la dinámica de las redes sociales, está fundamentada en la extracción “Excedente Conductual”. En palabras de ella, lo describe como: “un conjunto de coordenadas en el tiempo y el espacio donde sensación y acción son traducidas y transmitidas como datos” (Zuboff, 2021, p. 266). Para la recolección, uso, y almacenamiento se utilizan herramientas como el Dopamining, inteligencia artificial y Big Data, respectivamente. Al ser principalmente un método de recolección y transmutación a partir de la emoción y hormonas, estas herramientas son el caldo de cultivo perfecto para el populismo.
En este entorno social se disponen de las herramientas digitales como un método de conformación de discurso antagónico. Una de las grandes problemáticas es la manera en la que se recolectan los datos. Esto sucede a través de la segregación de dopamina, en pocas palabras, la explotación inmiscuida entre el placer humano. Esto hace que el entorno digital sea propicio para conectar placenteramente con íconos políticos más allá de lo racional.
La era digital es un sistema técnico que acopla la necesidad social de sentirse individuado bajo sus propios preceptos, ejemplo del iPod y Zuboff
Zuboff caracteriza al capitalismo informático como un sistema sin precedentes y muy específico de lo que ella denomina “tercera modernidad”, con ello se refiere una época en donde la búsqueda del individuo se basa, de gran manera, en sus necesidades. Un buen ejemplo es el milagro de Apple: que se trata del lanzamiento del iPod e iTunes. Lo cual representó el fortalecimiento de un vínculo entre las necesidades de la sociedad y las empresas capitalistas, ya que fueron dispositivos que permitieron un consumo personalizado y fluctuante en el tiempo.
Stiegler y organología.
Por otro lado, la descripción stiegleriana de la realidad u organología nos permite entender mejor nuestra época. El filósofo identifica tres órganos que componen la realidad: órganos fisiológicos, órganos técnicos y órganos sociales. Paolo Vignola en una interpretación de Stiegler comenta que esos órganos tienen una dependencia recíproca, ya que una variante en cualquiera de los órganos representa un impacto en los otros. De esta manera, la técnica es un soporte que opera de manera omnipresente y que se hace visible en toda vinculación organológica.
Hay una problemática cuando conjunción de sistemas en un mismo precepto político-social— económico, porque las herramientas sociales cumplen un propósito principalmente tecnológico-económico, extractivismo.
Estos preceptos tecnológicos definitivamente dinamitan La capacidad de coexistir y discutir, capacidad de discutir sin ofenderse dentro de su identidad, esa es la verdadera mayoría de edad. Pero esta condición tecnológica de la digitalización y pulverización del discurso tiene su origen filosófico
Contradicciones de la vida moderna.
El acercamiento racional al mundo, aunque pueda parecer el más fidedigno lente de apreciación para describir los fenómenos desde la ciencia, es una apreciación demasiado materialista. La ciencia es materialista, considerando al mundo físico como objeto último, con esa escisión tan delimitada entre sujeto-objeto propuesto por la modernidad, lo cual ha devenido en una naturaleza completamente objetivizada como recurso y como ente de explotación material para complacer el hedonismo desenfrenado del ser humano. Esta apreciación llevada a su extremo recae en el utilitarismo antropocentrismo. Situación la cual vemos ha llevado al mundo a una crisis ambiental, la cual no puede ser negada. Como ustedes saben se han hecho estudios a cortezas de árboles con carbono 14, así como en hielo en la Antártida y ellos muestran ciertos ciclos, digamos que cumplían ciertos rangos de temperatura y, sin embargo, actualmente a partir de la revolución industrial estos se han roto.
La moralidad utilitarista, la escisión, sujeto-objeto, mundo— humano, provocada por el positivismo e incluso el mismo existencialismo, porque nos arroja al mundo, como si no fuéramos paridos dentro de él, es decir, existe un presupuesto de artificialidad del ser humano ante el mundo, o incluso digamos de propiedad, porque la realidad está puesta allí para construir el raciocinio y la interpretación del ser humano. Estas corrientes, que supone la superioridad del intelecto ante el mundo como objeto cognoscible, entre otros motivos, han provocado una explotación sin precedentes que lo único que hace es alimentarnos de manera placentera y antropocéntrica. Esta cultura del placer lo utilizan grandes empresas capitalistas como Google, Facebook, que en el capitalismo tardío, o posindustrial explotan ya sin siquiera retribuir físicamente. Antes el proletariado era precarizado materialmente. Ahora la proletarización, como dice Stiegler es del saber vivir. Hemos enajenado la capacidad de sentirnos bien, sin entretenimiento, sin dopamina, sin consumo de información, y de esto es artífice sin duda alguna el sistema económico que ha evolucionado del capitalismo industrial. Hemos pasado del control del bíos, como lo conceptualiza Foucault en la sociedad de la disciplina a la sociedad del control deleuziana en donde el control es mental, una psicopolítica. El control se hace ahora ya no a través del dolor y la privación, sino a través de la adicción al placer. El problema no es la tecnología, la relación humana, tecnología es una relación compleja, el fuego fue la primera tecnología que cambio al ser humano y de allí se han mantenido en una relación recíproca en donde tanto técnica y humano co-evolucionan, obviamente hay momentos de shock y aceptación en donde la pérdida de saberes es progresiva; sin embargo, en la actualidad es los preceptos ideológicos los cuales orquestan las herramientas. Somos para el sistema minas de dopamina. Es la misma lógica de las drogas.
En este contexto, propongo una cuestión, recurrir al autoconocimiento ante la crisis de valores o fundamentos pulverizados de la sociedad digital actual, cae también en la capacidad para tomar distancia y refugiarse en el claustro interior. El ser humano se individua por convergencia o divergencia. Pero esta posición emerge en el silencio, se devela en la ausencia de estímulos. El silencio es quien muestra el fundamento elevado representado en lo material del ser. El autoconocimiento es la acción de volver hacia uno la mirada y encontrar aquella sabiduría de la verdad representada. Es importante, por ejemplo, atender a aquellos recuerdos que nos traen nostalgia porque ellos son testigos de quienes amábamos ser y quienes hemos dejado de ser. Es decir, es fiel testigo del cambio. La nostalgia viene después de la tristeza, del duelo de algo perdido y nace en el seno del placer del cuerpo emancipado. Lo que implica que la nostalgia es cómo etimológicamente nuestro regreso y algo dolor. Es decir, es el último recuerdo, capaz último suspiro de lo que algún día fue un dolor. Yo creo fielmente que no nos conocemos en la tristeza y en la alegría, sino en la nostalgia.
Esta crítica a las propuestas filosóficas es una reivindicación de la filosofía, aunque suene paradójico. Ya que da cuenta de la necesidad del cuestionamiento de los sistemas y sus representaciones, la obsolescencia de las ideas y la contextualización de paradigmas. Es decir, la crítica de las escuelas filosóficas es el deber de la filosofía misma. Hablar de reivindicación de la filosofía es hablar de crítica a los fundamentos de la misma.
La libertad del ser se funda en la libre exploración de las causas materiales, cognitivas del ser humano y eso infiere en que divaguemos emancipados en todos los rincones racionales, perspectivas y enfoques que el ser humano pueda tener ante lo que el mundo y la realidad inmaterialmente, fenomenológicamente, se nos presenta. Y es por eso que tanto la formación política como filosófica son las herramientas que nos permiten emplazarnos en el mundo y más que nada tomar una acción acertada en él.
Luís Fernández
Docente, diseñador, aprendiz de filósofo y sobre todo curioso
Referencias:
Arendt, H. (2009). ¿Qué es lo político? Paidós.
Berlin, I. (1958). Two Concepts of Liberty. En H. Hardy (Ed.), Liberty (pp. 166-217). Oxford University Press.
Habermas, J. (1997). Democracia deliberativa: Cinco propuestas. Ediciones Paidós.
Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power. PublicAffairs.
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