Entre la ebullición global y la reconfiguración ontológica: Desentrañando la relación desigual entre sociedad y naturaleza
Carlos Quizhpe Parra.
Al abordar la naturaleza como una mercancía, se establece una dinámica que subestima su complejidad, interconexión y valor intrínseco. Superar este desequilibrio implica cambiar determinadas prácticas, para transformar la percepción ontológica que subyace en la relación sociedad-naturaleza, reconociendo y restaurando la agencia inherente de la naturaleza en la narrativa colectiva.
En julio de 2023, el hemisferio norte del planeta experimentaba, el que quizás ha sido, el verano más caluroso registrado en la historia de la humanidad. En este contexto asfixiante, el secretario de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, exclamó en una rueda de prensa: “Hemos pasado de la era del calentamiento global a la era de la ebullición global”. Esta frase se sumerge en el vasto océano de advertencias que se han escuchado durante las últimas cinco décadas, todas ellas enfocadas en la relación desequilibrada entre el ser humano y la naturaleza.
Desde la infancia de quienes nacimos a principios de los noventa, hemos escuchado frases que alertaban sobre la urgencia de reconsiderar nuestra conexión con la naturaleza en función de la alteración de las dinámicas climáticas. Sin embargo, es en este verano abrasador que la alarma se vuelve ensordecedora y no precisamente por la exclamación de la cabeza visible de una organización caracterizada por su tibieza sino por la voz de las grandes mayorías deliberadamente invisibilizadas y que exigen una vuelta de timón profunda sobre nuestra relación con la naturaleza y el entorno que habitamos.
La historia de la humanidad está entrelazada con la naturaleza de maneras complejas, y a menudo, problemáticas. Hemos pasado de ser parte integrante de los ciclos naturales a convertirnos en arquitectos del libre albedrío, desvinculándonos cada vez más de la realidad intrínseca de la naturaleza. Este distanciamiento, alimentado por el desarrollo industrial y el capitalismo voraz, ha desencadenado una filosofía de explotación ontológica que reduce la naturaleza a una mercancía despojada de agencia.
En este ensayo se tratará de explorar las raíces ontológicas de la relación desigual entre la sociedad y la naturaleza, destacando la colonialidad del ser que ha permeado nuestra percepción y tratamiento de la naturaleza. En este sentido, examinaremos cómo la filosofía de explotación ha conducido a una desconexión existencial, evidenciada de manera elocuente en el calentamiento global y los desequilibrios ambientales actuales.
A medida que nos sumergimos en las secciones subsiguientes, contemplaremos alternativas ontológicas como el Buen Vivir andino-amazónico y el Ubuntu africano, actos de reivindicación que ofrecen un camino hacia una relación más equitativa y respetuosa entre el ser humano y la naturaleza.
En última instancia, este ensayo busca llamar la atención sobre la necesidad apremiante de una reconfiguración ontológica que nos lleve a una coexistencia armónica con el mundo natural.
La separación entre ser humano y naturaleza tiene un origen occidental y se profundizó sustancialmente con la modernidad, y es de carácter ontológico: el ser humano está por fuera de la naturaleza. En este sentido, al constituir a la naturaleza como un “otro”, su utilización puede operativizarse éticamente. La relación entre la sociedad y la naturaleza, va más allá de una mera percepción utilitaria; es la cosificación de la naturaleza como una mercancía desprovista de agencia.
En este paradigma antropocéntrico, la naturaleza se convierte en un recurso explotable, donde su valor se mide únicamente en términos de utilidad para el desarrollo económico. Esta reducción ontológica de la naturaleza a un objeto inanimado ha llevado a la sobreexplotación de los recursos naturales, la destrucción de ecosistemas enteros y la degradación irreversible de la biodiversidad.
Este desequilibrio ontológico concibe a la naturaleza como un objeto, una mercancía lista para ser saqueada en la búsqueda insaciable de ganancias económicas. La naturaleza, en su complejidad y autonomía, se ve subyugada a una lógica que la despoja de su agencia intrínseca. Esta reducción ontológica, afecta la percepción de la naturaleza, y también establece una relación depredadora en la cual, el ser humano despojado de su conexión intrínseca con la Tierra, actúa como un invasor voraz.
Esta circunstancia se manifiesta en prácticas de sobreexplotación, sino que también da forma a la mentalidad que legitima la cosificación de la naturaleza. Al abordar la naturaleza como una mercancía, se establece una dinámica que subestima su complejidad, interconexión y valor intrínseco. Superar este desequilibrio implica cambiar determinadas prácticas, para transformar la percepción ontológica que subyace en la relación sociedad-naturaleza, reconociendo y restaurando la agencia inherente de la naturaleza en la narrativa colectiva.
La alienación ontológica entre la sociedad y la naturaleza no es simplemente una desconexión existencial, sino un fenómeno arraigado en las profundidades de las raíces coloniales del despojo. La cosificación de la naturaleza -fundamentada en la colonialidad del ser- trasciende el mero distanciamiento emocional. Durante los procesos coloniales, la percepción de la naturaleza como un recurso inerte se entrelazó con la cosificación de poblaciones enteras, creando una matriz ontológica donde ciertos elementos de la existencia eran considerados inferiores y, por lo tanto, susceptibles a la explotación.
Esta alienación ontológica se nutre de la herencia colonial, donde la conquista y el despojo se inscribieron en la psique colectiva. La desconexión existencial con la naturaleza no es solo un alejamiento, sino una consecuencia directa de la cosificación sistémica que ha permeado la relación sociedad-naturaleza. La naturaleza, vista como un mero recurso explotable, se convierte en un objeto desprovisto de agencia, alimentando la filosofía de explotación ontológica que persiste en la contemporaneidad.
En este tejido ontológico, la alienación actúa como un recordatorio tangible de la herencia colonial que sigue informando la percepción moderna de la naturaleza. Las raíces coloniales del despojo han dejado una cicatriz profunda, dando forma a una mentalidad donde la explotación de la naturaleza se normaliza y legitima en nombre del progreso. La desconexión ontológica es un legado que exige una reevaluación profunda de la relación entre la sociedad y la naturaleza, buscando una reconexión ontológica para superar las estructuras coloniales arraigadas en la percepción contemporánea de la naturaleza.
La sombra colonial del ser proyecta su influencia sobre la relación entre la sociedad y la naturaleza, arraigándose en la colonialidad del despojo. Durante los procesos coloniales, el despojo de tierras, recursos y saberes ancestrales estableció un patrón de despojo que persiste en la contemporaneidad. Esta lógica colonial no se limita a la explotación de comunidades; se extiende hacia la naturaleza misma, perpetuando un saqueo continuo que refleja las lógicas coloniales aún presentes en la sociedad moderna.
El saqueo continuo de la naturaleza es la manifestación contemporánea de la colonialidad del ser. La expropiación de tierras indígenas, la explotación desmedida de recursos en territorios colonizados y la apropiación de conocimientos tradicionales son extensiones contemporáneas de la sombra colonial que despojan a la naturaleza de su agencia. La persistencia de estas prácticas evidencia la herencia colonial que ha marcado una relación donde la explotación desmedida y la depredación de la naturaleza encuentran sus raíces en la lógica del despojo colonial.
En este contexto, la sombra colonial representa un recordatorio constante de la desigualdad ontológica que permea la relación sociedad-naturaleza. La lógica del despojo colonial se proyecta en el presente, generando una narrativa donde la naturaleza es relegada a un papel subalterno en la búsqueda incesante de recursos para el beneficio humano. Superar esta sombra implica reconocer la persistencia de estructuras coloniales y abogar por una transformación profunda que reemplace la lógica del despojo por una relación equitativa y respetuosa entre la sociedad y la naturaleza.
Ante esta perversa brecha y la sombra de la colonialidad, surgen alternativas como actos de resistencia ontológica. El Buen Vivir andino-amazónico se erige como una respuesta desafiante a la lógica de despojo al reconocer la naturaleza como un sujeto con agencia propia. Enraizado en cosmovisiones indígenas, este enfoque propone un modelo de convivencia donde la armonía con los ciclos naturales y el respeto a la interconexión de todas las formas de vida son fundamentales.
El Ubuntu africano, con su énfasis en la comunidad y la interdependencia, se presenta como una filosofía ontológica que desafía la cosificación de la naturaleza. Reconociendo la interconexión vital, Ubuntu propone una relación donde la sociedad y la naturaleza coexisten en colaboración y respeto mutuo. Estas alternativas ontológicas son actos de reivindicación ontológica, buscando restaurar la relación rota y desafiar las estructuras coloniales que han perpetuado la explotación y el despojo.
En este paisaje ontológico, el Buen Vivir y Ubuntu no representan conceptos abstractos, sino faros que iluminan un camino hacia una conexión más profunda y equitativa entre sociedad y naturaleza. Estas propuestas ofrecen alternativas a la explotación, y también representan resistencia activa contra la sombra colonial del ser que persiste en la sociedad moderna. En un llamado a la reconfiguración ontológica, el Buen Vivir y Ubuntu nos instan a reconsiderar nuestra relación con la naturaleza, a reconocer su agencia intrínseca y a tejer un nuevo enlazado donde la colaboración, la armonía y el respeto mutuo guíen nuestra interacción con el mundo natural.
Este ensayo no solamente expone las dinámicas ontológicas entre la sociedad y la naturaleza, sino también arroja luz sobre la sombra colonial que permea esta relación. La filosofía de explotación ontológica y la colonialidad del ser han llevado a una desconexión existencial y a un saqueo continuo de la naturaleza. Frente a este panorama, el Buen Vivir andino-amazónico y el Ubuntu africano se presentan como faros en la oscuridad, ofreciendo alternativas ontológicas que desafían la lógica de explotación y resisten la sombra colonial. Estas propuestas, no son simplemente filosofías, sino que representan actos de reivindicación ontológica, buscando reconfigurar la relación entre la sociedad y la naturaleza.
En conclusión, este ensayo ha explorado las dinámicas entre la sociedad y la naturaleza desde una perspectiva ontológica, desentrañando las complejidades de la filosofía de explotación y la sombra colonial del ser. La crisis existencial actual no puede entenderse sin reconocer estas dinámicas, y al mismo tiempo se encuentra exigiendo una reconfiguración ontológica que trascienda las estructuras coloniales y restablezca una relación armoniosa entre el ser humano y la naturaleza. Más allá de las palabras, este ensayo busca convocar a una profunda reflexión sobre el papel del ser humano en la tejedura del tapiz cósmico y su responsabilidad en la reconstrucción de una relación equitativa con la naturaleza.
Carlos Quizhpe Parra.
Que dice bro. Ingeniero e investigador de la relación entre el ser humano y la naturaleza. Doctorante en sostenibilidad territorial. Estudia el agua y los caminos alternativos al desarrollo convencional.
Imagen tomada de www.agenciasinc.es e intervenida digitalmente.