La identidad de las mujeres: del espejo individual a la episteme colectiva – Gabriela López Márquez
Al romper con la rigidez de la autoconcepción individual, este “descentramiento» nos sitúa en un espacio dinámico donde las formas de ser compartidas y colectivas se convierten en el punto central desde el cual nos comprendemos y lo hacemos con los demás.
Desafío a las identidades individuales y fijas:
El concepto de identidad, cuando se aborda desde lo psicosocial, se emplea para hacer referencia a un elemento del núcleo interno individual; además, refiere la cualidad de ser “idéntico” o “equivalente” (López y Rodríguez, 2014), conectando estos adjetivos con los procesos identificatorios de la evolución de una identidad personal hacia una grupal.
Cuando se habla de la cualidad de ser idéntico o equivalente, se alude a la capacidad de encontrar similitudes, puntos de conexión y resonancias entre varios individuos. Este proceso identificatorio se convierte en un vínculo que va más allá de las diferencias superficiales y busca una suerte de cohesión a través de elementos culturales, emocionales, entre otros. La identificación se convierte, entonces, en un lazo fuerte que agrupa individuos a través de procesos complejos y en constante cambio.
la identidad individual puede ser interpretada como el primer paso necesario hacia la consolidación de una realidad más abarcadora: la identificación colectiva.
En el contexto mencionado, la comprensión y exploración de la identidad se entiende como un viaje reflexivo hacia la comprensión personal y, sobre todo, como un paso importante en el camino hacia la conexión con el tejido social. En este sentido, la identidad individual puede ser interpretada como el primer paso necesario hacia la consolidación de una realidad más abarcadora: la identificación colectiva.
Gloria Anzaldúa, escritora chicana que reflexionó sobre lo que denominó como “identidad fronteriza” en obras como Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (2016), halló una metáfora poética que refiere la simultaneidad de dos posibilidades en los procesos de auto definición identitaria: la “mirada que puede congelar” y la “mirada que busca comprender más allá de las apariencias”:
El espejo posee otra cualidad y es el acto de ver. Ver y ser visto. Sujeto y objeto, yo y ella. El ojo acorrala el objeto de su mirada, lo escudriña, lo juzga. Una mirada puede congelarnos en nuestro sitio; puede “poseernos”. Puede erigir una barrera contra el mundo. Pero en una mirada también se halla la conciencia, el conocimiento. Estos aspectos aparentemente contradictorios (el acto de ser visto, el quedarse inmovilizado por una mirada, y el “ver al otro lado” de una experiencia) están simbolizados en los aspectos subterráneos de Coatlicue, Cihuacoatl y Tlazolteoti que se agrupan en lo que yo denomino el estado de Coatlicue (p. 90).
Entender la idea que plantea Anzaldúa en el fragmento citado implica que, quien lo lee, asuma de manera exacta el proceso de autoidentificación, visualizándolo como el acto cinético de enfrentarse a un espejo, artefacto que tiene la capacidad de ver y ser visto, de poseernos en su reflejo o de llevarnos más allá, hacia una mirada consciente de la cual emerjan nuevos entendimientos sobre lo individual y sobre el mundo circundante.
Coincidentemente, Silvia Rivera Cusicanqui, otra pensadora (y, sobre todo, accionadora) de la descolonización de las identidades mestizas, en su libro titulado Violencias (re) encubiertas en Bolivia (2010), también mencionó una metáfora que involucra espejos, al sustentar su análisis sobre la construcción de identidades, describiendo que “(…) la identidad de uno no se mira en el otro como en un espejo, sino que tiene que romper o atravesar este espejo para reencontrar un sentido afirmativo (…)” (p. 67).
El acto metafórico de «romper el espejo», según la propuesta de Rivera-Cusicanqui (2010), no solo implica desafiar la mirada condicionada que se estanca en los límites de la identidad individual, sino que también conlleva un «descentramiento epistemológico». Este proceso orientaría a las personas ubicadas frente al «espejo roto» de la individualidad, hacia una posición/proyección única desde la cual es viable descubrir nuevos marcos de autorreferenciación en las expresiones colectivas de existencia y resistencia.
Al romper con la rigidez de la autoconcepción individual, este “descentramiento» nos sitúa en un espacio dinámico donde las formas de ser compartidas y colectivas se convierten en el punto central desde el cual nos comprendemos y lo hacemos con los demás. De frente al espejo fragmentado, la multiplicidad de experiencias colectivas se revela como una promesa que trasciende los límites de la individualidad y revela algunos de sus sinsentidos.
Para complejizar aún más el debate sobre las identidades individuales, es necesario mencionar el enfoque de Deleuze (2002), quien argumentó que la idea de tener identidades fijas fue perdiendo relevancia. Sostuvo que el pensamiento moderno surge de la crisis misma de esa noción y de la pérdida de identidades sólidas:
El primado de la identidad, cualquiera sea la forma en que esta sea concebida, define el mundo de la representación. Pero el pensamiento moderno nace del fracaso de la representación, de la pérdida de las identidades y del descubrimiento de todas las fuerzas que actúan bajo la representación de lo idéntico. (…) Todas las identidades sólo son simuladas, producidas como un “efecto” óptico, por un juego más profundo (…). (p. 14-15).
En el fragmento citado, se argumenta que la idea de tener identidades fijas (que solía ser crucial para definir cómo las personas vemos el mundo), fue perdiendo relevancia en tanto vivimos cada vez más saturados de representaciones falsas que, a juicio del autor, hacen de las identidades “meras ilusiones ópticas”: construcciones artificiales que reemplazan realidades sólidas y permanentes.
Así, parecería que Deleuze aboga también por apreciar y comprender la perspectiva de las multiplicidades en la constitución de las identidades, en el sentido que la multiplicidad abarca la existencia de variadas facetas y dimensiones en la experiencia humana, en contraste con la idea de identidades fijas y estáticas.
Transición hacia una episteme colectiva de las mujeres.
Cuando se acepta la definición de epistemología como la «teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento científico» (Real Academia Española, 2014, párr. 1), se está respaldando la noción de que existen diferencias fundamentales y un aislamiento entre este tipo de conocimiento y el conocimiento proveniente del sentido común o cotidiano. Esta posición tiene sus raíces en las doctrinas platónicas que separaron la ciencia y la doxa, considerándolas como dos mundos completamente diferentes (Domínguez, 2006).
Sin embargo, tomando como marco interpretativo un significado más amplio para la epistemología en tanto «conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo» (Real Academia Española, 2014, párr. 1), se puede definir la expresión «episteme colectiva» como un término que se refiere a un conjunto compartido de conocimientos, creencias y paradigmas que son aceptados y compartidos por una comunidad o grupo más amplio.
La palabra «episteme» se deriva del griego y se relaciona con el conocimiento o la comprensión sistemática de una época o sociedad. En este contexto, el adjetivo «colectiva» sugiere que dicho conocimiento, saber o posicionamiento interpretativo en el mundo no es individual, sino que es compartido por una colectividad y, en ese sentido, es múltiple, diverso y entreteje varias dimensiones que pueden ser entendidas desde la perspectiva de la complejidad aplicada a los problemas del conocimiento, como la entendía Morin (1986):
todo evento cognitivo necesita la conjunción de procesos energéticos, eléctricos, químicos, fisiológicos, cerebrales, existenciales, psicológicos, culturales, lingüísticos, lógicos, ideales, individuales, colectivos, personales, transpersonales e impersonales, que se engranan unos en otros. EI conocimiento es sin duda un fenómeno multidimensional en el sentido de que, de manera inseparable, a la vez es físico, biológico, cerebral, mental, psicológico, cultural, social (p. 20).
En los párrafos anteriores se ha analizado el concepto de identidad individual y se ha propuesto que la exploración de la identidad individual es un viaje reflexivo hacia la comprensión personal y, sobre todo, hacia la conexión con un tejido social en el sentido de episteme colectiva. En ese sentido, la reflexión sobre la identidad individual (auto-identificación) es el primer movimiento estratégico hacia la consolidación de una noción más abarcadora. Sin embargo, ¿qué significa ser mujer desde una perspectiva epistemológica? ¿Qué implica hablar de “mujeres” como una episteme colectiva?
En primer lugar, es esencial recordar que la idea de una episteme colectiva no se limita a un conjunto estático y uniforme de conocimientos. Más bien, se trata de un entramado dinámico de saberes, creencias y posturas en constante evolución. Al referirnos a las mujeres, esto cobra sentido debido a que las epistemes colectivas son forjadas por las propias mujeres a través de sus experiencias, luchas y resistencias a lo largo de la historia y en distintos contextos territoriales.
En este sentido, “ser mujer” puede entenderse como un proceso dinámico, que se construye a través de la interacción con el mundo.
En este sentido, “ser mujer” puede entenderse como un proceso dinámico, que se construye a través de la interacción con el mundo. Las mujeres somos influenciadas por las estructuras, los discursos y las prácticas que nos rodean, pero también tenemos la capacidad de agencia para moldear nuestro propio sentido de identidad en función de una episteme colectiva. Por eso, la episteme colectiva de las mujeres es de naturaleza diversa y plural, ya que en ella se entrelazan y reflejan las diferentes experiencias y realidades que vivimos las mujeres en todo el mundo.
Sin embargo, a pesar de la diversidad, las epistemes colectivas de las mujeres comparten elementos comunes que permiten hablar de «las mujeres» como una forma social de existir en el mundo. Desde esta perspectiva, se podría argumentar que hablar de «mujeres» implica trascender del primer paso de la reflexión individual sobre la identidad, hacia la intención consciente de reposicionamiento epistemológico. No nos reconocemos como mujeres únicamente a través de una identificación personal aislada, sino porque nuestra posición epistemológica en el mundo nos define.
La transición referida tiene implicaciones significativas tanto políticas como epistemológicas. Desde el punto de vista político, implica reconocer que las mujeres somos sujetos políticos colectivos, con objetivos comunes, otorgándonos un poder de acción que no tendríamos actuando individualmente. En el ámbito epistemológico, implica reconocer que los saberes y conocimientos de las mujeres, sustentados desde nuestras posiciones en el mundo, son válidos, relevantes y resultan fundamentales para comprender las experiencias y realidades de la humanidad en su conjunto.
Superación del «espejo roto» de la identidad individual para la acción social
La noción genérica de identidad individual es problemática cuando pretende ser desenmarcada de la esfera de lo psicosocial, precisamente porque se sostiene en la idea de que las personas somos entidades separadas e independientes, existiendo fuera de cualquier contexto social o histórico
La noción genérica de identidad individual es problemática cuando pretende ser desenmarcada de la esfera de lo psicosocial, precisamente porque se sostiene en la idea de que las personas somos entidades separadas e independientes, existiendo fuera de cualquier contexto social o histórico. Además, esta perspectiva resulta incompatible con las realidades de las mujeres, que constantemente nos vemos definidas por nuestro género en lo cotidiano.
Puede decirse que la identidad de género no se trata simplemente de una autoidentificación individual, sino que, más bien, es el resultado de un proceso complejo y eminentemente social que se construye a través de la interacción con el entorno. Entonces, la noción de una episteme colectiva de las mujeres emerge como una herramienta poderosa para nuestras diversas luchas, permitiéndonos reconocernos como sujeto político colectivo. Esto nos otorga un poder de acción que trasciende límites.
La transición hacia una episteme colectiva de las mujeres es un proceso complejo y desafiante, pero necesario ante las condiciones de violencia que enfrentamos en diversas dimensiones. Desde esta perspectiva, la acción social puede manifestarse de múltiples maneras, abarcando la formación de movimientos sociales u organizaciones comunitarias, así como la participación en actividades educativas y culturales que promuevan la reflexión participativa y el diálogo, el posicionamiento autónomo y la referenciación crítica de nuestros contextos. Estas acciones concretas facilitan también la transición de los debates centrados en las identidades individuales hacia una perspectiva colectiva que nos redefina y fortalezca de cara a nuevas realidades.
La acción social de las mujeres es, así, un horizonte fundamental por instaurar en las visiones o proyecciones que generamos desde “los espejos rotos de las identidades individuales”
La acción social de las mujeres es, así, un horizonte fundamental por instaurar en las visiones o proyecciones que generamos desde “los espejos rotos de las identidades individuales”. Al reconocernos desde una episteme colectiva, podemos habitar nuestros territorios (personales y sociales) con la dignidad que nos corresponde como la mitad de la población que somos, ni más ni menos.
Gabriela López Márquez.
Referencias:
- Anzaldúa, G. (2016). Borderlands/La Frontera: The New Mestiza. Capitán Swing Libros, S.L.
- Deleuze, G. (2002). Diferencia y repetición. Amorrortu.
- Domínguez, E. (2006). Representaciones colectivas, episteme y conocimientos. Universidad EAFIT, 42(144), 69-80.
- López, H. y Rodríguez, C. (2014). El debate sobre identidad individual e identidad colectiva. Aportes de la Psicología Social. MILLCAYAC – Revista Digital de Ciencias Sociales, 1(1), 99-107.
- Morin, E. (1986). El conocimiento del conocimiento (Vol. 3). Cátedra.
- Real Academia Española. (2014). Epistemología. En Diccionario de la Lengua Española. https://dle.rae.es/epistemología
- Rivera-Cusicanqui, S. (2010). Violencias (re) encubiertas en Bolivia. Piedra Rota.