1. Las Cicatrices Invisibles del empobrecimiento: indagando-me desde la escrivivencia – Ammarantha Wass
La creencia capitalista de la autosuficiencia adquiere un matiz doloroso en el contexto de una ciega travesti
Soy Ammarantha Wass: Activista, artista y Trans-feminista. estudiante lic en educación comunitaria y derechos humanos, Universidad Pedagógica Nacional. miembro de la Escuela de Rarites y la fundación Cuerpos en Resistencia. Reconocida por su lucha al interior del movimiento estudiantil, como aliada de las trabajadoras sexuales, y la garantía de derechos para disidentes corporales, sexuales y de género.
Actualmente, junto a mi esposa académica Maria José, con quien nos juramos parir un trabajo de grado, nos preguntamos que implica educarse y educar en el empobrecimiento y como se refleja esto en la dimensión erótico-afectiva.
Somos maestras en formación, y estudiamos en una universidad de carácter público en Bogotá, desde donde se entiende la educación como un derecho, y no como servicio.
nuestra tesis, pretende posicionar diferentes apuestas epistémicas latinoamericanas, para este texto hablaré desde lo que Conceição Evaristo llama ESCRIVIVENCIAS, situando por qué me pregunto por el empobrecimiento.
Vivir en un entorno empobrecido es más que una mera condición económica; es una experiencia que deja cicatrices profundas en la vida de quienes lo transitamos. Las heridas de la pobreza no son solo físicas o materiales, sino que se extienden hacia el ámbito emocional, psicológico y social, reforzando la idea del avance social, y haciendo de esta, una ilusión titánica.
Ingresé a la Universidad pedagógica nacional, (UPN) en el año 2016, y me ofendió la precariedad de las instalaciones y recursos, la limitada oferta cultural, la inexistente conexión de los pregrados con el mundo laboral, la falta de visión y proyección institucional, la corrupción evidente, la des-financiación estatal hacia una universidad que se nombra nacional, pero es tratada como municipal. Para mí, esto es estudiar en medio del empobrecimiento.
Desde mi infancia, sentía la sombra de la escasez económica que se proyectaba sobre cada aspecto de la vida. La angustia y el llanto por la falta de recursos básicos se convierten en una constante, generando una conciencia dolorosa de las limitaciones impuestas por la carencia. La experiencia de la pobreza se revela como un laberinto de desafíos emocionales y sociales, donde cada paso parece ser un recordatorio doloroso de la insuficiencia.
Sumado a esta conciencia de lo insuficiente, las infancias que crecimos en el empobrecimiento sentimos la obligación de ser autosuficientes. Trabajar para mí, desde los cuatro años fue una «elección», una necesidad impuesta, una respuesta al abandono económico de mi padre, quien al tiempo se abandonaba a sí mismo en el alcohol.
Es aquí, donde los progenitores pasan de ser figuras de apoyo, a cargas emocionales y económicas sobre los cuerpos infantiles. Además de heridas de infancia, yo leo el abandono y la injusticia como factores del empobrecimiento. La vulnerabilidad económica expone a quienes la sufren a un sistema que perpetúa la desigualdad. Las instituciones y la fuerza pública, en lugar de ser guardianes de la equidad, SIEMPRE abusan de la fragilidad económica, exacerbando las dificultades en lugar de permitir que sean aliviadas.
Injusto fue, los desalojos a la fuerza que la policía hizo a nuestras familias, injusto fue, que nos impusieran una mentalidad arrodillada, desesperanzada y derrotada. igual de injusto fue, que nos mostrasen el consumismo como ruta para «salir de pobre». exacerbado por propagandas que ilustran un mundo más «agradable» y «digno», inalcanzable para muchos.
La creencia capitalista de la autosuficiencia adquiere un matiz doloroso en el contexto de una ciega travesti: a una, se le amplifica el deseo de alcanzar poder adquisitivo para resolver independientemente los problemas. Pareciera, que el dinero resuelve todo y compra el respeto de los demás.
En medio de las complejidades y desafíos, la universidad se convirtió en un campo de batalla donde la resistencia colectiva se tejía en cada paso. La educación superior se volvía no solo un medio para la movilidad social, sino también un terreno donde las voces marginalizadas podían resonar y desafiar las narrativas dominantes.
En el periodo 2020-1, ingresé felizmente a la licenciatura en educación comunitaria. aprendiendo que «pobreza» es un lugar político, epistémico, un lugar desde donde también se construye y resiste.
La pandemia del 2020, no solo agravó los déficits presupuestales, sino que también nos trajo otros compliques:
Ahora hay un desprestigio mundial por el sueño universitario, porque no fue garantía de ascenso social o mejor calidad de vida para muchos.
Hubo 4 semestres virtuales, fragmentando el relevo generacional de quienes aman, les importa y defienden lo público.
Ya no son tan legitimadas las formas de organización y movilización en las que creíamos.
Es difícil congregar al grueso estudiantil para encuentros presenciales.
Los estudiantes no entienden luchas de otros estamentos de la universidad, se ha roto el tejido social.
Amaría que la tesis lograse responder a todo, o a una parte, o a algo de todo este atolladero.
Me encantaría hacer un proceso de acciones y escritura placenteros.
Quisiera volver a creer en que los sueños de la Niña ciega y travesti son posibles.
Finalmente, me pregunto lo que me pregunto porque me duele. Porque me importa. Porque me ofende. Porque me siento derrotada. Porque siento que he perdido. Porque quiero hacer de mi tesis una reivindicación propia, y de la PIEDRAGÓGICA.
Sería un logro personal, callarle la boca a quienes mal hablan de la U pública. Refutar a quienes se burlan de la ñeramenta. Incluso lograr que las y los comunitarios, se sientan en la capacidad y con la tarea de continuar construyendo el paradigma socio-crítico latinoamericano.
Notas:
- Piedragógica: forma despectiva o reivindicativa, con la que se refieren a la Universidad Pedagógica, por las confrontaciones con piedras, en contra de las injusticias y la fuerza Pública.
2. Ñeramenta: pretende agrupar a los y las ñeras. forma despectiva o reivindicativa con la cual se denomina a los jóvenes de barrios populares en Bogotá: «los ñeros».