Sobre sentir y pensar – Noah Ortega Pagán; Gonzálo Rubio de Juan
Como una tirita para un cuello lacerado,
una finta al inequívoco de la muerte:
el desgarrador grito de la poesía.
(Llegué a ella mucho antes de leer el primer poema, y no fueron necesarios muchos para entender que hay más poesía en la vida que sobre el papel)
En el llanto de sarcófago
de mi madre,
en la sangre que baja por mi brazo
y deja tres gotas en el suelo
que nadie debe ver,
la neurosis causa
efecto
de los no lugares
y el alarido que rasga los silencios
de esta obscena soledad.
Poesía son los ojos
los del hijo que no tengo
fijos en el arroyo,
que ignoran el porqué del arroyo
y poesía son mis vagabundeos nocturnos
pintando con mis sesos
las fachadas metálicas
de la ciudad insomne.
Hay más poesía en escupir
vomitar borracho tu bilis negra
añorando el recuerdo del recuerdo
pero no la habría sin la palabra
que la libera
y por eso la arrastras penosa
por el papel
afligida de sí misma
un rastro nebuloso de la experiencia
con que embellecer la experiencia.
A veces las cosas no necesitan de explicación, porque ya quien las recibe se la da. Sin embargo, en este caso, entre otras cosas por ser el primero, peco de desconfiada y quiero que todo se entienda.
Hace un tiempo, no recuerdo cuando, en una conversación con Gon, uno de mis mejores amigos y referentes, hablábamos sobre la forma que (creo que ambos) tenemos de mirar al mundo. Ojalá pudiera tener todas las conversaciones que hemos disfrutado atesoradas en el cofre que merecen, porque así podría volver a ellas para recuperar con mayor precisión aquello valioso que mi mala memoria no retiene con exactitud.
Sin embargo, sí puedo recordar decirle en aquella charla (algo así como) que, aunque él fuera poeta y yo solo supiera (más o menos) escribir en prosa, ambos compartíamos un mismo enfoque, una misma manera de apreciar, reflexionar e interpretar la vida desde lo más íntimo de nuestro ser, desde un sentir profundo, desde lo sensible (en el sentido más cursi de la palabra), desde un comprender poético, que si algo hace es enriquecer nuestra existencia. Ambos descubrimos la vida, casi sin quererlo y, desde luego, sin poder evitarlo, desde una óptica romántica que sigue el vaivén de luces y sombras de la realidad, desde una comprensión que siente la vida como un palpitar, una pulsión o un latido que, como los nuestros propios, nos mueve desde las entrañas. Es un algo que nos agita y nos impulsa, un pálpito. Y sé que, de no ser por eso, posiblemente ni él sería poeta ni yo sabría escribir en prosa.
Y de una manera curiosa resulta que la vida nos recoge esa mirada y, en cierto modo, nos la devuelve al grito de: ¡Estoy aquí! ¡Víve-me! ¡Siénte-me! ¡Llóra-me! ¡Ríe-me! ¡Súfre- me! ¡Piénsa-me!
Estoy segura de que Gon y yo, igual que no dudo que Bea o Eloy, no escribimos por el mero acto de escribir, sino porque esa forma de ver y vivir, consciente o inconscientemente nos invita a abrirnos en canal, a permitir a la vida atravesarnos, a presentarnos vulnerables ante ella. Nos desnudamos el alma ante lo que pueda venir. Y aunque conlleva un gran riesgo al exponernos tan desprotegidos, no tenemos otro modo de vivir que no sea el del temerario, el del caminante sobre el mar de nubes, que no sabe lo que esconden, pero no puede evitar dejarse embelesar por el misterio.
Si no fuera porque la vida nos llama y nosotros sabemos, o creemos saber escuchar su reclamo, no sentiríamos esa peculiar necesidad de emanciparnos por medio de la escritura. Nos entregamos a la vida, dejando que nos hiera, pero al mismo tiempo necesitamos liberarnos y sanar esas heridas, y no encontramos mejor manera que admirándolas desde la escritura. Utilizamos la escritura para observar desde la distancia aquellas marcas que nos hemos permitido hacer por la vida. Pero no lo hacemos desde una escritura vacía, porque eso no tendría ningún sentido, no daría ningún resultado. Lo hacemos desde una escritura cargada de sensibilidad y emoción, una escritura constitutivamente poética, intrínsecamente emotiva, porque no podría ser de otra forma, ni aunque así lo intentáramos.
Suena romántico, ¿verdad? Sin embargo, no me refiero simplemente a una idealización banal poniéndole un filtro rosa a la vida, ya que ésta está plagada de precariedades y complicaciones, que, si algo merecen, más que embellecerse es denunciarse. Mas bien a lo que apunto es a resaltar lo emocional y sentimental como dos piezas inseparables y fundamentales para la constitución de la existencia, no solo por ser parte fundamental de la vida, sino por ser su esencia.
Esta mirada es la que nos permite desentrañar la maraña, confusa y compleja en que se ha convertido la Vida, librando los hilos que constituyen el Ser, la Verdad o el Bien. Como estudiante de filosofía, estoy acostumbrada a, necesariamente, acercarme a estos conceptos desde la Academia, desde las condiciones de posibilidad de la racionalidad más pura y kantiana posible. No obstante, como mujer joven, enamorada y española (aunque a veces duela decirlo, y justamente porque duele) soy absolutamente incapaz de conocer cualquier concepto, más aún los mencionados, sin abrazar el misterio, sin aceptar lo inestable, sin considerar el sentir.
Para mí es una regla fundamental de ser, un mandato de vivir y conocer, el enfrentarse a lo que se pone ante mí desde un prisma que sube a la palestra, no para castigar sino para alabar eso emotivo, eso sensible, eso romántico, eso cursi, eso poético y, en última instancia, eso cultural y socialmente vinculado a lo femenino y, por ende, relegado a un segundo plano. Es un movimiento emancipatorio para todo aquello desplazado como lo “tierno”, que es tierno porque es blando y es blando porque es “débil”, dando así espacio y voz a una forma de intuir el mundo olvidada, ignorada y silenciada.
Como le ocurre al conocimiento que nos ofrece la poesía frente al de la filosofía, el primero se reconoce por haber sido subestimado, por inestable, endeble y caprichoso (de nuevo, todos adjetivos que resuenan en el eco popular como cualidades de “mujer”), sin embargo, el segundo ha gozado del mayor de los privilegios en cuanto a conocimiento refiere, el del ser el arquetipo del saber, presentándose regio, seguro y permanente.
En cierta forma, es en ese sentido que esta manera de mirar al mundo tiene, además y como todo, un potencial político, que, aunque no es de lo que vamos a hablar, merecía la pena subrayar. La poesía se convierte en un instrumento de empoderamiento y liberación para todas las experiencias femeninas de búsqueda de conocimiento. Es una herramienta para desafiar las narrativas dominantes y construir nuevos discursos para comprender el mundo. Cada palabra escrita, cada verso recitado, se convierte en un acto de resistencia, una afirmación de dignidad.
Así como el poeta se sumerge en el océano de las palabras para dar voz a lo inefable, el filósofo se sumerge en el abismo del pensamiento para iluminar los rincones más oscuros. En este baile eterno entre la razón y la emoción, entre la lógica y la intuición, encontramos el verdadero tejido de la vida, una tela con hilos de sueños y realidades entrelazadas.
Cuando exploramos el mundo, ¿lo conocemos porque lo sentimos?, no porque lo sentimos con los sentidos corporales básicos que sí, evidentemente son puente fundamental para conectarnos con la realidad, quiero decir, si lo conocemos porque lo sentimos con lo otro que siente, con los sentimientos, ¿o porque lo comprendemos con la comprensión de entender las cosas?
La pregunta realmente es más sencilla, a la vez que más metafísica: ¿conocemos con la razón, o lo hacemos con el corazón? ¿No es acaso la poesía, lo romántico, lo emocional, lo inestable, aquello que nos permite trascender de las limitaciones de la razón y sumergirnos en una comprensión profunda? Si la vida se parece a algo, no es desde luego a conceptos estancos, aburridos, cargados de peso ideal, pero vacíos de pura realidad. Si la vida se parece a algo es mucho más a un rio, a una lluvia, a un bosque o a un mar de ideas sueltas y quizá vagas pero que en conjunto construyen un cuadro mental.
Para mí, la única forma con sentido de pensar el mundo es aquella que integra lo sensible y lo emocional con lo racional, reconociendo la importancia de la intuición y la imaginación en el proceso de descubrimiento del mundo. Para mí, la única forma con sentido de conocer el mundo es sintiéndolo.
Como cuando quieres a alguien y dejas de ver el mundo desde tus ojos solitarios para verlo desde la unión de tus ojos con los suyos, generando un mundo nuevo para el que las palabras ya no sirven, porque no funcionan, no encajan y no tienen sentido, haciendo que solo lo que sientes te permita conectar con ese nuevo mundo. Así funciona también la poesía, así funciona también lo emocional, juntando dos realidades separadas para gestar una nueva y más completa, aunque quizá más opaca. La poesía es un puente, un camino nuevo y quizá, más completo dentro de su indescifrabilidad, que enlaza la vida cotidiana con lo más trascendental de nuestro ser. No por nada cito aquí a María Zambrano en su trabajo Claros del Bosque para decir que “pensar es ante todo (como raíz, como acto) descifrar lo que se siente”.
Noah Ortega Pagán – Texto (IG: @noahyamor) ; Gonzalo Rubio de Juan – Poema (IG: @lamuertevertical) Poema. Estudiantes de Filosofía y Educación Social, respectivamente. Nos ubicamos en la ciudad de Madrid. Nuestro proyecto, «Ennui» nace de la necesidad de compartir todo aquello que vivimos, hablamos, cantamos y callamos los jóvenes. Desde la convergencia entre filosofía y poesía, en esa dialéctica en que danzan reforzándose la una a la otra, tratamos de abordar las preocupaciones de una generación perdida en la niebla del absurdo posmoderno y el capitalismo tardío. La fragilidad y la fuerza del amor, las relaciones, la autopercepción, la experiencia del mundo sensible que se nos escapa en la búsqueda de una vida aparentemente capaz de alcanzar poco más que la precariedad. Son solo algunos de los temas que tratamos de plasmar, buscando alzar la voz joven, la voz ahogada en un mundo hostil, una última herramienta ante el impulso deshumanizador de nuestros tiempos.
Ilustación de portada: Santiago Espinoza (@sanespinozza); Ilustraciones internas: Eduarda Abad (@EDU._.ABAD)