Tropicalismo ¿defecto o virtud?
Por: Mathias Mendieta
la racionalidad eurocéntrica juega en favor de una sobre exaltación de lo proveniente desde Europa, mientras que la producción interna, se menosprecia; y se le brinda importancia al conocimiento producido por el razonamiento europeo más que a otras formas de conocimiento de origen latinoamericano.
Benjamín Carrión expresa lo siguiente sobre el ambiente nacional por estar ubicados en la línea ecuatorial: “el nombre de nuestro país, Ecuador, nos da noción de clima, nos transporta a ideas de calor, nos comunica sensaciones ardientes” donde ese nombre filtra “un intuitivo sentido de caracterización regional, que fija y exalta nuestra virtud y nuestro defecto máximo: el tropicalismo” (2010, pág. 30). Este último término, sería nuestra realidad condicionante de vivir en un clima como el que suscita en el trópico y en ningún otro lugar, donde no cambian las estaciones como en los polos y no existe un invierno frío, donde el sol nunca se esconde.
Pero este tropicalismo puede ser un arma de doble filo, ya que para muchos, la exuberancia de este suelo no tardaría en volver mediocres a los hombres, lo que Gabriela Mistral denominaría como “el trópico malo”, “el de la fiebre palúdica y el cacique matón, del afiche odioso, que contiene alacranes, soldadesca pringosa y pereza” (Carrión, pág. 33). Ahora bien, si es la pereza el defecto a consecuencia de vivir en el trópico, y más aún en la región andina de abundantes cosechas que nos mal acostumbraría a tener comida todas las épocas del año, el autor lojano propone una virtud que también sería producto de nuestro clima: “la imaginación creadora” (Carrión, 2010, pág. 34).
Definir a la imaginación creadora no es tarea sencilla, pues para hacerlo hay que contraponerla a la racionalidad eurocéntrica. Para Castro-Gómez, la racionalidad eurocéntrica es una “voluntad de domino” que acompañó y acompaña al proceso de modernización de las sociedades, cuya herramienta principal ha sido un academicismo elitista enfocado de manera excesiva en la tradición occidental del “Yo pienso” cartesiano, el cual ha evitado pensar la historia de la filosofía latinoamericana (2007, pág. 4-6). En pocas palabras, en Latinoamérica, la racionalidad eurocéntrica juega en favor de una sobre exaltación de lo proveniente desde Europa, mientras que la producción interna, se menosprecia; y se le brinda importancia al conocimiento producido por el razonamiento europeo más que a otras formas de conocimiento de origen latinoamericano.
Si la lógica eurocéntrica enfatiza el “Yo pienso”, la imaginación creadora hace referencia a una cosmovisión que le brinda igual o mayor importancia a la comunidad antes que a ese “yo”, a la naturaleza antes que al ser humano. Está la virtud del trópico en cuanto supera esa pereza desproporcionada que nos ha llevado a asimilar la racionalidad eurocéntrica con un imitacionismo sin cuestionamiento, en la mayoría de los ámbitos de nuestra sociedad.
Si este enfoque en una imaginación creadora no proviene de una racionalidad eurocéntrica, entonces ¿de dónde viene? La imaginación más tiene que ver con hacer frente a ese imitacionismo eurocéntrico que ha caracterizado a las élites de nuestro país y de la mayoría de Latinoamérica. Para comprender mejor el posible origen de esta forma de conocimiento podemos remitirnos a Valcárcel, en el que podemos volver sinónimos al tropicalismo con el heliocentrismo: “El culto de la Mama Pacha es par de la heliolatría, y como el sol no es de nadie en particular, tampoco el planeta lo es. Hermanados los dos conceptos en la ideología aborigen, nació el agrarismo, que es propiedad comunitaria de los campos y religión universal del astro del día.” (Mariátegui, pág. 42-43) La heliolatría le quitaba importancia a la propiedad privada para hacerla pública en la época precolombina; aunque la cosmovisión andina se ha transformado por la conquista española, sabemos que, el clima determina la manera de pensar de una región, por ende, aunque haya desaparecido la idolatría al sol, sobrevive el sentimiento -casi religioso- de la celebración permanente al fenómeno descrito como no-cambio estacional. Hay algo que sobrevive de aquella cultura en nosotros, pero de otras formas, pues existen cosmovisiones que nacieron en los Andes, que están relacionadas al funcionamiento de la propia naturaleza de la tierra, de los ciclos agrarios y solares; en consecuencia, quienes vivimos en estos territorios, no podemos desfasarnos tan fácilmente de las festividades del mundo indígena. Aún se celebra el Inti Raymi (Fiesta del Sol) en los Andes de Ecuador, Perú y Bolivia, y estas dinámicas que son diferentes a la racionalidad eurocéntrica, no serán destituidas por la discriminación económica de la población indígena. Pues como mencionó Amauta Mariátegui “el indio, a pesar de las leyes de cien años de régimen republicano, no se ha hecho individualista.” (Mariátegui, pág. 67). Es menester que, quienes formamos parte de su herencia sepamos discernir bien los defectos de las virtudes tropicales y realzarlas, las élites deben aprender a valorar estas características, y deben hacerlas suyas también.
Referencias
- Carrión, Benjamín. 2010. Cartas al Ecuador. Ediciones La Tierra.
- Castro-Gómez, Santiago y Ramón Grosfoguel. 2007. «Giro decolonial, teoría crítica y pensamiento heterárquico”
- Castro-Gómez, Santiago. Transmodernidad (ensayo inédito).
- Mariátegui, José (2007). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Ayacucho