El club de los que se detienen a pensar
Paulo Freire Valdiviezo.
La incomodidad del que piensa nos da una idea clara sobre lo que significa pensar en una sociedad que no le presta mucha atención a lo esencial.
“Es cierto que a la filosofía le hace falta calle, pero, también es cierto que a la calle le hace falta filosofía” menciona Diego Jadán-Heredia en un capítulo del podcast «Diálogos Mundanos», que, a propósito, al escucharlo, me hizo cambiar radicalmente lo que estaba escribiendo para este artículo.
Cuando nos juntamos a conversar sobre la posibilidad de hacer una revista sobre filosofía, una de las preguntas fundamentales era ¿cómo hacemos que la filosofía pueda ser leída por personas que no son, necesariamente, del campo de la filosofía? Y, en el fondo, la pregunta tiene una certeza implícita, la utilidad de esta. En otros artículos ya hemos discutido sobre la utilidad/inutilidad de filosofía, pero es importante discutir esta necesidad en los momentos complejos que atraviesa el país y nuestra región.
La filosofía es útil porque permite pensar. No hay cosa más fundamental y necesaria que esa, pensar. Si nos damos cuenta, hoy no tenemos mucho tiempo para pensar, la hiper estimulación que provocan las pantallas y las redes nos ha llevado a que el silencio y la calma se los pueda encontrar, únicamente, como productos ofrecidos por escuelas de meditación. Estamos tan hiper estimulados que pagamos por tener espacios de silencio. Más allá de la ironía, de la necesidad del silencio y del encuentro con uno mismo, nos hace falta conectarnos con aquello que hemos perdido, pensar la calle, lo cotidiano. Poco a poco, nos han arrebatado la capacidad de asombro, la sensibilidad, la indignación, y, por ende, la posibilidad de mirarnos en el otro.
¿Por qué quitar la Filosofía de los currículos? Porque solo sirve para pensar. ¿Por qué no es bueno pensar en una sociedad tan acelerada como la de hoy? Porque “aburre”, porque despierta, porque el que piensa está ocupando su tiempo “libre” en algo más que no sea producir y consumir. La incomodidad del que piensa nos da una idea clara sobre lo que significa pensar en una sociedad que no le presta mucha atención a lo esencial.
Ahora bien, parecería que cuando hablamos de pensar estamos hablando de una acción que tiene que desembocar en profundidades científicas; pues no. Si vamos a la definición de pensar, según la Real Academia de la Lengua, pensar es “examinar mentalmente algo con atención para formar un juicio”, pues, es eso lo que nos hace tanta falta, detenernos, examinar con atención, y, sobre todo, formar un juicio. Qué falta que nos hace formar un juicio sobre las cosas, aunque parezca paranoico, es eso lo que nos arrebataron, lo que nos dejamos arrebatar.
La destrucción paulatina del planeta, el acceso cada vez más restringido a la educación de calidad, el casi nulo acceso al arte, el desempleo, la violencia, son síntomas de una sociedad que se rompe, son problemas que se profundizan y, para los cuales, las soluciones parecen lejanas. Normalizar estos problemas es producto de dejar de pensar. Ojo, no tenemos que entender que dejar de pensar es ser tonto, son cosas distintas, es el proceso de pensar, el espacio y el tiempo para hacerlo, lo que hoy hemos perdido, por tanto, pensar es una de las soluciones más cercanas y más potentes.
Hoy le propongo formar un club, el más irreverente de todos: El club de los que se detienen a pensar, que sería un grupo de gente que, simplemente, realiza el acto que más incomoda, detenerse unos segundos a analizar algo con atención para formar un juicio.
Paulo Freire Valdiviezo.
Imagen tomada de discord.com e intervenida digitalmente.