La mirada inicial: notas sobre poesía y naturaleza – Camila Peña
Lo que resulta obsesivo para la que escribe no es el sabor del primer durazno o el zumbido de la abeja, es la emoción que precede al lenguaje, desde una temporalidad sostenida en su verticalidad, eternamente presente y sin una domesticación del deseo.
Recuerdo que el jardín de mi abuela tenía limones del tamaño de mi cabeza y una esquina en la que crecían las frutillas. Era un espacio de cuatro metros en el que lo tocado era una extensión del cuerpo y en el que descubrí sabores que todavía asocio con el amor. Prefiero no nombrar demasiado estas imágenes por miedo a la pérdida de su iluminación específica. El halo que nunca vi en la Virgen sí lo encontré entre esas orquídeas y esa tierra.
En el libro Todo lo que crece, Clara Obligado (2021) describe su origen: de niña miró un geranio quebradizo en una maceta y la planta apareció como en otra dimensión. Fue un momento que define como inaugural. Por otra parte, para María Sánchez (2019) existe una narrativa invisible de su vida en la que determinados elementos, como las manos de sus abuelos, son vistos como destellos que se convierten en palabra.
En mi caso, por ejemplo, cuando escribo sobre el color azul lo hago desde la imagen de las venas de mi abuela limpiando las hojas. Se trata de una aproximación a la literatura y a la naturaleza relacionada directamente con la infancia. Esto sucede sin un sentido de añoranza de ese tiempo vital individual, sino en la recuperación, por medio de la palabra, de lo que puede ser nombrado a través de una mirada inaugural.
Lo que resulta obsesivo para la que escribe no es el sabor del primer durazno o el zumbido de la abeja, es la emoción que precede al lenguaje, desde una temporalidad sostenida en su verticalidad, eternamente presente y sin una domesticación del deseo. O en las palabras de María Zambrano (2019) al citar el caso de Rimbaud como un escritor que siempre tuvo la claridad de que la poesía no era levadura de la infancia sino afán por devolverle a la palabra su inocencia.
El cuerpo de una niña atraviesa en igual medida el placer del descubrimiento como el horror de la violencia. Todo ocurre al mismo tiempo. Entonces, el gesto poético de la recuperación de la emoción primaria se aleja de cualquier noción impresionista, en un sentido de la estética de la luz y el color vibrante tanto en el recuerdo como en la imagen poética. Si el paisaje no atraviesa el cuerpo, es irrelevante y si la palabra tan solo busca una belleza relacionada a la forma, ¿para qué nombrar lo natural?
Deseo
Resulta interesante detenerse un momento en el tema del placer. En el jardín de mi abuela, mi cuerpo era salvaje al igual que el deseo. El sabor de las fresas me desbordaba de tal manera que no podía esperar y guardaba frutos verdes en los bolsillos. Cuando los mordía recordaba su sabor maduro y era suficiente. ¿Qué pasó después? Conocí los relatos fundacionales y a una Eva desnuda que probaba un fruto e instauraba el pecado.
En el libro Metafísica de los tubos (2001), Amélie Nothomb narra su infancia en Japón y se define como una niña que se autoproclama Dios y se niega a “nacer” hasta que entiende el sentido de la vida en una barrita de chocolate. En este descubrimiento primario es evidente que no hay un yo sin placer. El poema vivo es el lenguaje a partir del cual se puede regresar infinitamente a ese sabor y generar formas de intimidad como las que suceden debajo de la tierra.
Escribir poesía es regresar al deseo antes de que desemboque en palabra, antes de relatos y de una educación que convierte a los seres en cuerpos exhaustos y domesticados. No es casualidad la existencia de personajes como Rebeca Linke de Armonía Somers en La mujer desnuda (2020), quien al cumplir treinta años arranca su cabeza, después la coloca nuevamente en su sitio, en un gesto poético y se interna desnuda en el bosque, quien la recibe desde su erotismo y deseo natural.
Horizontalidad e inutilidad
Cuando Emily Dickinson tenía cuarenta años conoció al escritor T. W. Higginson, le puso lirios en sus manos y le dijo que eran su presentación. Además de escribir más de trescientos poemas sobre la naturaleza y prensar más de cuatrocientas especies de flores y hojas, este pequeño gesto denota una relación particular con lo natural (Jine, 2015).
Frente a discursos que persisten con respecto a la humanización de la naturaleza o la animalización de lo humano conviene ser muy críticos con la mirada. Relacionarse desde el poder, situando al humano siempre en el centro, se aleja por completo de la poesía y la naturaleza. A pesar de estar siempre condicionados y de la necesidad de situarse, es necesario remarcar que existen formas de inteligencia superiores a las de seres que cometen genocidios: la migración de las aves, las redes de los hongos, el sistema de raíces de las plantas o el sistema nervioso de los pulpos. La inteligencia de lo poético, no del humano que escribe poesía, se alinea a esta lista.
Hablar sobre naturaleza y escritura es plantear la necesidad improductiva a partir de la cual se puede mirar sin interpretar
Hablar sobre naturaleza y escritura es plantear la necesidad improductiva a partir de la cual se puede mirar sin interpretar, sino, como el método de Simone Weil (2024), a la espera de que la luz brote del elemento observado. Para esto se requiere una forma de habitar el mundo que no tiene relación alguna con la colonización, ni del tiempo ni del otro. El poema no tiene funciones prácticas o utilitarias y la poesía, al igual que la naturaleza, se encuentra en resistencia a la temporalidad del sistema productivo.
No se puede pretender que el poema se convierta en un organismo vivo en la lógica de la creación desmedida, es absolutamente opuesto. La escritura está en el deseo sin domesticar, en la mirada inicial siempre horizontal y anterior al lenguaje e incluso al mundo. ¿Se puede entender la antigüedad del gesto y de la presencia, al igual que se entiende la antigüedad del océano en la rapidez?
Este es un gesto político: el de negarse a ser superior y simplemente observar, así, la poesía es tan solo una manera de desembocar.
Tanto como para escritoras como Emily Dickinson o Marosa di Giorgio (2021), la naturaleza en forma de flores sirve como contraseña del mundo. Nos da acceso a lo poético desde un sentido más amplio que la escritura. El jardín de mi abuela me mostró una posibilidad de habitar, en la que la conciencia corporal dio paso al halo. En el regreso al jardín existe un misticismo por el que es necesario ralentizarse para entrar a su imagen real o imaginaria. Este es un gesto político: el de negarse a ser superior y simplemente observar, así, la poesía es tan solo una manera de desembocar.
Camila Peña. Máster en Estudios Artísticos, Literarios y de la Cultura. Ganadora del II Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Ruiz Udiel con el poemario Jardín transparente, publicado en Valparaíso Ediciones (2021), traducido al inglés por la sede estadounidense de la misma editorial (2022) y presentado en la Universidad de Virginia. Publicó su segundo poemario Erma junto a La Caída Editorial en (2022). Recibió la presea Dr Matilde Hidalgo de Procel por la Asamblea Nacional del Ecuador en (2020) y la presea Huayna Cápac por el Gobierno Provincial del Azuay en (2023). Es la fundadora de Oceánico, un laboratorio literario en el que dicta talleres interdisciplinarios de escritura.
Referencias
- Di Giorgio, M. (2021). Los papeles salvajes. Adriana Hidalgo.
- Jine, W. A. N. G. (2015). Language of Flowers in Emily Dickinson”s Poetry. Studies in Literature and Language, 10(6), 49-52. https://core.ac.uk/reader/236303840
- Nothomb, A. (2001). Metafísica de los tubos. Anagrama.
- Obligado, C. (2021). Todo lo que crece: naturaleza y escritura. Editorial Páginas de Espuma.
- Sánchez, M. (2019). Tierra de mujeres: Una mirada íntima y familiar al mundo rural. Seix Barral.
- Somers, A. (2020). La mujer desnuda. Criatura Editora.
- Weil, S. (2024). La gravedad y la gracia. Alianza Editorial.
- Zambrano, M. (2019). Hacia un saber sobre el alma. Alianza editorial.
Ilustación de portada: Santiago Espinoza (@sanespinozza); Ilustraciones internas: Eduarda Abad (@EDU._.ABAD)