¡Murió dios! ¿Y ahora qué?
Lelouch Lamperouge.
Porque cuando Dios ha muerto, en una forma de esencia individual, como primera voluntad nuestra, debemos preguntarnos ¿dónde quedamos los humanos?
Nietzsche, en una de sus frases más famosas, se refiere a que “dios ha muerto”; más no en un ámbito espiritual. Él, analiza a dios como una creencia humana, lo suficientemente grande como para ser la base de la sociedad occidental en la modernidad y ahí radica su importancia.
Lo analiza como la base moral de una sociedad que antes de la muerte de dios ya tenía problemas graves: para empezar, una dicotomía infranqueable entre el deber ser humano y la realidad. Con un dios occidental “perfecto”, las personas se veían en una búsqueda implacable de la “perfección”, de un estilo de vida de acuerdo a las creencias de bondad y perfección imposibles de alcanzar para sí mismos.
Personas que tienen como guía moral a una imagen de bondad absoluta, deberían vivir en una constante depresión causada por no poder alcanzar la vida que deberían tener, porque el ser humano no puede ser definido como bueno o como malo en esencia, mucho menos “perfecto”; seres tan insignificantes no pueden creer que la voluntad divina se refleja a través de ellos, ni tampoco que los actos merecen algo tan inconmensurable como algo eterno, sea este premio o castigo. Ahora bien, cuando observamos a las personas, que basan su en esas creencias, actuar de maneras que solo pueden ser catalogadas como crueles, en el sentido de causar daño a terceros, solo podemos preguntarnos ¿Cómo es esto posible?
Podríamos señalar que lo anterior se debe a dos paradigmas morales para occidente: el perdón absoluto de un dios perfecto y el libre albedrío. Dos construcciones teóricas que terminan por cubrir, casi en su totalidad, esa ambivalencia moral entre la realidad y el deber ser de los creyentes. Una ambivalencia que, de no ser solucionada, no permitiría vivir a los más pulcros seres que se jactan de su dios hoy en día, que viven y profesan ideas de amor y bondad mientras que sus actos reflejan otro tipo de principios.
Sin embargo, el gran problema es para los que no podemos negar la muerte de dios, seres que no podemos ocultar lo que nuestros ojos vieron, porque lamentablemente existe un grupo de seres humanos que vimos a dios morir. Las personas que, luego de un pequeño tránsito por este mundo, no aceptan la hipocresía de un dios perfecto que permite las atrocidades humanas.
Siguiendo el gran problema tratado por Nietzsche, si es que dios murió, ¿con él muere el bien y el mal? Pregunta fácil de solucionar para la mayoría de personas que han sido criadas con la idea de dios, pero que se vuelve una incógnita importante para la vida de los no creyentes, en un sentido más amplio que la creencia de dios, en un sentido de una creencia del bien y del mal.
Porque según Schopenhauer el ser humano en esencia tiene una idea de deber ser, una idea de proyección, que termina reflejada en una idea de cómo debería ser el mundo o cómo deberá ser y eso necesariamente crea un bien y un mal en un sentido de la mejor forma en la cual el yo debería de actuar, conforme a mi deber ser, entonces si dios murió y se necesita un horizonte moral, en la actualidad el ser humano ha recurrido a otro tipo de fábulas, desde la admiración hasta el consumo, lo que sea para definirlo, lo cual es curioso, puesto que por más que cambian los nombres, incluso los ídolos siguen algunos patrones.
Porque se crean nuevos relatos que forman la moral, un héroe, muriendo para salvarnos, ocasiona una idea de bien y mal, no tan directa como el relato de Jesús en la cruz, pero para las futuras generaciones que ya consumen esos relatos y que en algún punto estadísticamente dejaran de creer en dios, ya se implanta una idea de bien y mal, por medio de los medios masivos de información, puesto que la idea de qué dios ha muerto, va más allá de una idea de religión, o moral, analizándolo desde las dinámicas actuales, forma el más importante campo de pelea por el “poder”, el “sentido común”, la normalidad, al nivel más íntimo del ser humano, el bien y el mal, la conciencia misma, la subjetividad.
Porque cuando Dios ha muerto, en una forma de esencia individual, como primera voluntad nuestra, debemos preguntarnos ¿dónde quedamos los humanos? ¿Pequeños primates evolucionados en medio de una mota de polvo que vaga por el universo?, ¿Como el universo intentando entenderse?, ¿Héroes que intentan cambiar el mundo? ¿El infierno de los otros?, ¿Animales que buscan placer? ¿Lla imagen y semejanza de quien alguna vez fue dios? ¿Como un medio? ¿Como un fin?
Lelouch Lamperouge
Bibliografía:
- Nietzsche, F. (2015). así habló Zaratustra (Vol. 30). NoBooks Editorial.
- Schopenhauer, A., & Claros, L. F. M. (2010). El mundo como voluntad y representación (Vol. 1). Gredos.
Imagen tomada de thelycaeum.wordpress.com e intervenida digitalmente.