Reflexiones sobre la muerte
Paulo Freire Valdiviezo.
Si la filosofía es importante para la vida, necesariamente tienen que preguntarse por la muerte, pues al enfrentarnos a ella, podemos entender mejor el hecho de encontrar un objetivo a la vida, o simplemente, pensar, de vez en cuando, si vale la pena vivir, cuando en mucho o en poco, lo vamos a dejar de hacer.
Frente a todo lo demás podemos tener seguridad;
pero frente a la muerte, nosotros, los hombres,
vivimos en una ciudad sin murallas.
EPICURO
En las últimas semanas, la muerte, como un suceso que parecía lejano, se ha mostrado como una posibilidad, como algo que llega y se queda en el aire, como aquella situación que es más cercana de lo que parece. Es así que me he dado cuenta que una de las preguntas del ser humano, por más evitada que pueda ser, tiene que ver con esa sensación de finitud, con esa posibilidad de no estar en el mundo o, simplemente, de dejar de ser, si, por azares del destino, llegamos a ser algo.
Entonces, la reflexión en torno a la muerte se vuelve inevitable y surgen ¡o maravilloso ejercicio poético y vital! las preguntas que son el inicio del todo. ¿Es la muerte la finalidad de la vida? De ser así, ¿todo lo demás es un adorno, un camino maravilloso o tortuoso para llegar hacia ella? ¿Es la muerte esa compañera que no nos abandona nunca, por más que los triunfos la espanten de vez en cuando?
Pensar en ella parece ocioso, un sin sentido, cuando hay tantas otras cosas que resolver y pensar, pero, para bien o para mal, ahí está, como una sombra que acompaña todos los pasos que damos. Si hablamos de el ser como esa certeza de estar en el mundo, de habitarlo, con conciencia o sin ella, la muerte se convierte en su antagónico, en el no ser; sin embargo, desde la reflexión filosófico, esta posibilidad de no ser es solamente eso, una posibilidad.
Hablando de posibilidades, es la muerte, a lo mejor, lo que le hace tan atractiva a la vida, porque tiene fecha de caducidad, porque el ahora es eso, un momento que puede acabarse. Es la curiosidad por aquello que desconocemos, lo que nos ha llevado, como especie, a diferenciarnos del resto de animales, pues a lo mejor, las preguntas ¿Hay algo más allá de muerte? ¿La muerte es la nada? ¿Es otra vida prolongada? ¿Es purificación o liberación? Fueron algunas de las dudas primigenias, aunque eso, tampoco lo sabremos.
Si la filosofía es importante para la vida, necesariamente tienen que preguntarse por la muerte, pues al enfrentarnos a ella, podemos entender mejor el hecho de encontrar un objetivo a la vida, o simplemente, pensar, de vez en cuando, si vale la pena vivir, cuando en mucho o en poco, lo vamos a dejar de hacer. Como sostiene Montaigne “filosofar es aprender a morir”, por lo tanto, cuestionarnos sobre ella, sobre la muerte, hace de los seres humanos, seres pensantes, o filosofantes, que es aún mejor, porque al ser seres metafísicos, la muerte es uno de los problemas fundamentales, que, para nuestra suerte, no tiene solución. Digo, y subrayo, para nuestra suerte, porque el hecho de no tener solución, nos enfrenta a un problema que no vamos a resolverlo, pero que tenemos que afrontarlo.
En este sentido, yo concuerdo con Heidegger cuando plantea que, solamente por la muerte cada ser ahí es una existencia y, al ser una existencia, estamos abiertos siempre a la posibilidad. Ahora bien, al ser seres no perfectos, inacabados, ¿es la muerte la que nos completa? Pues no, porque no somos seres inacabados porque nos falta una parte que la vayamos a conseguir con la muerte, somos seres inacabados porque estamos sujetos a la posibilidad constante de siempre ser un ser posible, y eso es lo que le hace tan atractiva a la vida que, pues, a pesar de enfrentarnos a la muerte, queremos jugar con las posibilidades de ser quienes queremos ser.