Transdisciplina, filosofía y educación
Emy Daniela Díaz
En este sentido quizá el término adecuado sería: transconocer, como una disposición continua de no reconocer fronteras, y construir caminos de libre andar. Para transeúntes curiosos, voladores y navegantes que se construyen en plural.
La transdisciplina implica múltiples acciones plurales que no reconocen fronteras en los pensamientos y que pueden orientar la navegación en las corrientes tormentosas de la educación. No vale la pena profundizar en el discutido origen del paradigma, ni en su implementación en el cono sur. Los debates de origen y esencia están altamente superados por la urgencia de reinventar las formas de hacer educación. Me voy a concentrar en las posibilidades y estructuras que permiten implementar estas acciones plurales y conseguir resultados tropicales, aquellos que son latinoamericanos. Las acciones transdisciplinares también llegan a ser potencia para crear conocimientos y saberes populares, no son solo para los campos científicos, sino que se inspiran en la diversidad comunitaria e identitaria para adentrarse en las múltiples educaciones: en las públicas, populares, privadas, formales, informales, las subterráneas, educación para adultos, presencial, a distancia, entre otras.
En este sentido quizá el término adecuado sería: transconocer, como una disposición continua de no reconocer fronteras, y construir caminos de libre andar. Para transeúntes curiosos, voladores y navegantes que se construyen en plural. Así este libre andar sería un tránsito abierto que se vive necesariamente en colectivo. Un sentir para atravesar. Una red de múltiples tránsitos, tanto en la educación como en la investigación. El transconocer como una práctica del conocimiento sería una estrategia de libertad para enfrentar y minar el estado de dominación global permanente en el que vivimos.
Es profundamente solitario pensar las fronteras como existentes, son cosas del tiempo. Sin embargo el tiempo no existe siempre, ni para todos, pero de manera inconstante golpea los zapatos de viajeros errantes. El tiempo impulsa las dudas, le da electricidad a la filosofía. Serán los forasteros y migrantes los primeros en experimentar que no existe el tiempo. Si no se siente, no existe. En los confines y fronteras se respira el mismo aire de un lado que del otro, detrás de los metales, a través de los muros, en las sillas de plástico. Si todos respiramos, no existen fronteras.
La transdisciplina es una disposición del ser para cooperar, un comportamiento urgente que en este momento de crisis civilizatoria universal puede sobrevivirnos. Así, lo -trans- es la dimensión más humana, aquella que conecta saberes. Por ejemplo, en el campo de la educación en su sentido más amplio cuando se genera y experimenta el conocimiento, a nivel humano, popular y natural. Cuando se escucha, se piensa, y se ejercita el ser en comunidad. Allí el arte es lenguaje y la filosofía ejerce como fuente para la experimentación. Es decir, se ejerce el poder de la humanidad de sentir. En esta línea Manai Kowii (2020) establece que:
“Las representaciones estéticas de los pueblos del Abya Yala nacen desde los sentires y saberes de las comunidades. A lo largo de los años, los pueblos han propuesto una estética que abraza diversos aspectos de nuestra cultura, en que lo ritual, lo mítico y lo estético se encuentren de manera armónica, convirtiéndose en un kipi que resguarda la memoria histórica de nuestros pueblos. El arte se transforma en testimonio vivo de su sabiduría.” (p.18)
Así, en las prácticas artísticas del bordado y el tejido se encuentran personas y saberes de campos diversos: desde la historia, las artes, la economía popular, la política, entre otras tantas, para crear un proceso equilibrado que se comunica en red. De la misma manera que en la investigación científica sobre medicina preventiva cuando se juntan seres humanos desde: la biología, antropología, historia, psicología, herbolaria, nutrición, etc. No existe manera humana de investigar y ser guía en procesos educativos sin la cooperación transdisciplinar.
Por otro lado -lo disciplinar- son las fronteras creadas institucionalmente para controlar ciertas prácticas limitadas al obedecer. Estrategias de una autoridad no humana, despolitizada. Una gramática de lecciones y castigos. No obstante dado que no somos antropófagos, o seguramente no queremos serlo, el reto perpetuo es lidiar con lo disciplinar. Para este caso las acciones trans son profundamente demoledoras de fronteras. Con relación a la autoridad, aquella que disciplina, interviene y controla las relaciones en el sistema educativo Hannah Arendt (1996) señaló que:
“El síntoma más significativo de la crisis, el que indica su hondura y gravedad, es su expansión hacia áreas previas a lo político, como la crianza y educación de los niños, donde la autoridad en el sentido más amplio siempre se aceptó como un imperativo natural, obviamente exigido tanto por las necesidades naturales (la indefensión del niño) como por la necesidad política (la continuidad de una civilización establecida que sólo puede perpetuarse si sus retoños transitan por un mundo preestablecido, en el que han nacido como forasteros). Por su carácter simple y elemental, a través de la historia del pensamiento político, esta forma de autoridad sirvió de modelo para una gran variedad de formas autoritarias de gobierno, de modo que el hecho de que aún esta autoridad prepolítica que rige las relaciones entre adultos y niños, profesores y alumnos, ya no sea firme, significa que todas las metáforas y modelos antiguamente aceptados de las relaciones autoritarias perdieron su carácter admisible.” (p.102)
Para proponer el tipo de relaciones urgentes en el campo de la educación y profundizar los caminos del transconocer, me parece útil recordar las filosofías que se han gestado en el territorio que ahora es Latinoamérica. Una de ellas es la Tojolabal. Según Dussel, Mendieta y Bohorquez (2009) este pueblo del sureste mexicano, que vive en los Altos de Chiapas así como otros tantos de la región, precedieron a los europeos por milenios. Además, desarrollaron lingüísticamente la base del fundamento de la comunidad, es decir él -nosotros-. Entonces:
“El concepto clave para ellos es el Nosotros, palabra que semánticamente indica que no hay reyes ni jefes, tampoco caudillos, caciques o mandones, palabras que no existen en tojolabal. El poder no se concentra en manos de uno o de una minoría, sino que es ejercido por el Nosotros, en el cual todos son corresponsables de las decisiones que se toman en el nivel de comunidad.” (p.33)
De esta manera para los tojolabales el nosotros se extiende para incluir no sólo a la sociedad humana sino a todo el cosmos, desde su perspectiva todo vive. No hay nada que no tenga corazón. Con este detalle establecen que la relación de los seres humanos con la naturaleza no se configura en dominación, sino en respeto. Además sobre la educación Tojolabal, según Dussel, Mendieta y Bohorquez (2009):
“(…) el Nosotros es el gran nivelador de equidad y justicia que no distingue a los de arriba de los de abajo. La educación es el mecanismo procesual de nosotrificación, en el cual todos aprenden, todos comparten sus conocimientos y aportan su sabiduría. Al ser examinados en la escuela, los alumnos se reúnen para resolverlo todos juntos, porque la solución del problema se alcanza por consenso y por la intervención de todos, lo que supone que todos entendieron el problema. El buen consenso es más importante que uno solo se luzca y los demás queden superados, vencidos, atrasados.” (p.35)
La categoría básica no es el “ente en cuanto ente” de la metafísica occidental, sino la relación. Para el runa quechua, la situación es la inversa: el universo es ante todo un sistema de entes interrelacionados.
En este contexto los principios para hacer posible la transdisciplina en los sistemas de educación e investigación, vienen de manera más eficaz de la memoria de las filosofías del territorio latinoamericano. Tanto la nosotrificación de la educación, como el consenso y la capacidad de resolver conflictos, confluyen en ser comunidad. La filosofía Tojolabal maya, también tiene como fundamento el saber escuchar. A esto se le puede sumar una buena dosis de filosofía andina para explicar la naturaleza y el cosmos. Como señalan Dussel, Mendieta y Bohorquez (2009), el tiempo no es cuantitativo sino cualitativo; cada tiempo tiene su propósito específico. Existe un tiempo para la siembra, otro para el aporque, otro para la cosecha; hay tiempos rituales para la pachamama. Además según los autores el rasgo fundamental del pensamiento andino es la relacionalidad de todo. La categoría básica no es el “ente en cuanto ente” de la metafísica occidental, sino la relación. Para el runa quechua, la situación es la inversa: el universo es ante todo un sistema de entes interrelacionados.
Tanto en las filosofías como en los laberintos de las ciencias, la formación de comunidades para pensar, debatir, y crear, constituyen un desafío de comunicación y respeto. El desafío de atravesar fronteras es bastante arduo, aún mayor en aquellas que son mentales. Construir las posibilidades para atravesar con equilibrio desde la diversidad a la pluralidad, actualmente supone uno de los retos políticos y culturales estratégicos para sobrevivir a las guerras.
Bibliografía
- Arendt, H. (1996). Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Ediciones Península: Barcelona.
- Dussel, E. Mendieta, E. Bohorquez, C. (2009) . El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” (1300-2000): historia, corrientes, temas y filósofos. Siglo XXI: Centro de Cooperación Regional para la educación de adultos en América Latina y el Caribe. México.
- Kowii, M. (2020). Sumakruray. Debates sobre el arte kichwa. Universidad Andina Simón Bolívar: Quito.