Anime, filosofía, cultura japonesa y occidental ¿existen diálogos posibles?
Por: Juan Fernando Bermeo Palacios
El anime, además, ha introducido a las audiencias occidentales a una serie de comportamientos y valores profundamente enraizados en la cultura japonesa que, sin contexto, podrían resultar desconcertantes o incluso incomprensibles.
La respuesta corta al título de este artículo es sí, por supuesto. No obstante, los pormenores que demuestran que, de hecho, existen muchos puentes dialógicos posibles entre la animación japonesa y temáticas filosóficas, sí que merecen ser mencionados. Actualmente, resulta difícil pensar que el devenir de la filosofía sea ajeno a casi cualquier temática, sobre todo considerando la masificación de la información y el acceso virtualmente ilimitado a ella. En el caso del anime, o animación japonesa, nos encontramos frente a productos audiovisuales que parecen haberse convertido, eso sí, por mérito propio, en una de las fuentes más lucrativas para aprender y establecer diálogos interculturales con Japón, desde este lado del mundo. Por supuesto, este mérito no siempre es uno de los objetivos comunicativos pensados por los autores al momento de la realización artística, sin embargo, es innegable que el anime ha terminado por posicionarse como una de las ventanas hacia la cultura nipona más accesibles para el público en general.
Hay que considerar, para empezar a entender estas afirmaciones, que la industria del anime no solo tiene un impacto cultural significativo, sino también un peso económico crucial tanto para Japón como para el mercado global. Este fenómeno trasciende las fronteras del entretenimiento, conectando elementos culturales, históricos y sociales que atraen a públicos diversos y fomentan la exportación de un imaginario japonés a escala global. Dentro de Japón, el anime representa una parte sustancial de la economía creativa del país, generando empleos directos e indirectos, mientras que en el exterior se posiciona como un producto de exportación que consolida la influencia cultural de Japón en un contexto de creciente globalización. Según el informe de la Association of Japanese Animations (AJA), la industria alcanzó un valor de 2.426 billones de yenes (aproximadamente 21.000 millones de dólares) en 2021, cifra que destaca la relevancia de este sector en la economía japonesa y su capacidad para competir en mercados internacionales, sin mencionar que representa alrededor del 1,2% del Producto Interno Bruto (PIB) de Japón (2022). Esto implica que, más allá de ser un medio artístico y cultural, se ha consolidado como uno de los productos de exportación más relevantes de Japón, un motor económico que refuerza la presencia del país en la economía y cultura mundial.
Como producto artístico, el anime, considerando su impacto nacional y de exportación, ha sabido llevar hábil y efectivamente elementos de su cultura insertados en sus historias, a veces más o menos implícitamente dependiendo del caso y el objetivo comunicativo de cada autor. Estas narrativas, cargadas de simbolismos y referencias culturales, han permitido que conceptos tradicionales como el bushidō, el shintoísmo o festividades locales como la Golden Week, sean conocidos por audiencias occidentales que, de otro modo, no habrían tenido acceso próximo a estas facetas de la cultura japonesa.
El anime, entonces, ha desempeñado un rol de divulgación cultural en su internacionalización, sirviendo como un puente cultural que, a través de sus relatos, temáticas y estéticas, logra despertar la curiosidad y el interés por aprender más sobre Japón. “El anime permite una inmersión visual en una estética diferente, además de actuar como una introducción a la filosofía, los valores y las formas de vida japonesas, brindando una experiencia muchas veces educativa, camuflada, convenientemente, como entretenimiento” (Napier, 2005, p. 15).
Esta capacidad única del anime ha transformado el consumo de entretenimiento en una oportunidad para la comprensión intercultural, haciendo que elementos como la gastronomía, las costumbres y los paisajes japoneses se perciban con familiaridad y aprecio en los hogares occidentales.
Con la llegada de estas contextualizaciones culturales y filosóficas, es imposible no establecer diálogos comparativos con las diferencias encontradas entre los contextos japoneses y occidentales. Por ejemplo, en My Neighbor Totoro de Studio Ghibli, la interacción entre los personajes y los espíritus de la naturaleza refleja la cosmovisión shintoísta, donde los elementos naturales están imbuidos de divinidad. Este aspecto ha ayudado a los espectadores occidentales a comprender una relación con la naturaleza que difiere radicalmente de las perspectivas de este lado del globo sobre explotación o conservación. En el shintoísmo, la naturaleza no es solo un recurso, sino un ente sagrado que debe ser respetado y venerado. Los árboles, las montañas, y los ríos son vistos como moradas de kami (espíritus), y la idea de simbiosis entre seres humanos y el entorno es central. A través de la figura de Totoro, una deidad de la naturaleza amigable y juguetona, el anime transmite una visión profundamente espiritual y armoniosa con el mundo natural, invitando a los espectadores a reflexionar sobre cómo la relación humana con la tierra podría ser más respetuosa y equilibrada.
Otro caso es el de Shingeki no Kyojin (Attack on Titan), que explora temas como el sacrificio colectivo y la obediencia a la autoridad, profundamente arraigados en la historia militar y social de Japón. Sin este contexto, estas conductas podrían interpretarse de forma unidimensional, pero la trama facilita una apreciación más matizada. En la cultura japonesa, la noción de sacrificio personal por el bien colectivo es un valor central, influenciado tanto por la tradición samurái como por las experiencias traumáticas de la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción de la nación después del conflicto. En Shingeki no Kyojin, los personajes deben enfrentarse a la amenaza existencial representada por gigantescos titanes mientras luchan por proteger a la humanidad, lo que lleva a muchos de ellos a tomar decisiones difíciles que incluyen la entrega de sus vidas en aras del bienestar común.
Estas historias, como se intenta ilustrar, ofrecen una lente narrativa que permite a las audiencias internacionales navegar por “códigos culturales complejos”, transformando el desconocimiento en curiosidad y aprendizaje (Cavallaro, 2006, p. 78). El anime, además, ha introducido a las audiencias occidentales a una serie de comportamientos y valores profundamente enraizados en la cultura japonesa que, sin contexto, podrían resultar desconcertantes o incluso incomprensibles. Por ejemplo, en Saikano (She, the Ultimate Weapon), la historia aborda temas como el sacrificio individual por el bienestar colectivo y el dolor de las despedidas en un contexto de guerra. Este enfoque refleja la influencia de las experiencias históricas de Japón, como la Segunda Guerra Mundial, en su narrativa contemporánea. Para los espectadores occidentales, la exploración de estas emociones en un marco cultural distinto fomenta una comprensión más profunda del pacifismo inherente al Japón que huye de la guerra y sus consecuencias. En Saikano, la exploración del sacrificio individual refleja las cicatrices de las experiencias bélicas de Japón, mientras ofrece también una meditación sobre la transitoriedad de la vida y el sufrimiento como elementos inherentes de la condición humana; temas influenciados por el budismo. La relación entre los personajes Chise y Shūji ilustra cómo, incluso en momentos de destrucción, el amor puede ser un faro que guía el significado de la existencia.
En Naruto, por mencionar otro favorito del público, las relaciones maestro-discípulo y los valores de lealtad, esfuerzo y superación personal están profundamente ligados a la ética del bushidō. Este sistema de valores, aunque tradicionalmente asociado con los samuráis, permea gran parte de la narrativa japonesa. A través de las aventuras de Naruto Uzumaki y su lucha por ser aceptado en su comunidad, los espectadores occidentales comprenden mejor el papel de la perseverancia y la comunión en la sociedad japonesa. La filosofía del esfuerzo constante y la autodeterminación se entrelaza con una reflexión sobre las responsabilidades sociales. Naruto Uzumaki lucha por su lugar en la aldea, al mismo tiempo que sus acciones simbolizan una ruptura con el determinismo social, promoviendo una idea de superación que desafía los sistemas tradicionales de castas. Además, la interacción entre personajes como Naruto y Sasuke refleja el equilibrio entre el yin y el yang, una dualidad presente desde las raíces culturales japonesas.
En contraste, Death Note explora dilemas éticos universales a través de un prisma japonés, como la noción del equilibrio entre el bien y el mal. Light Yagami, el protagonista, enfrenta un conflicto moral que revela una relación compleja entre justicia y poder, un tema que dialoga con los debates filosóficos presentes en Japón desde la reforma Meiji (1868-1912), una etapa crucial en la historia de Japón, caracterizada por la modernización y occidentalización.
Pero, además, lleva estas reflexiones a un terreno más existencial, confrontando al espectador con la pregunta: ¿qué haríamos con un poder absoluto? Light Yagami, al asumir el rol de un dios de la justicia, cae víctima de su hybris, un concepto que resuena tanto con la tragedia griega como con los textos filosóficos zen, que advierten sobre los peligros del ego desmedido. La serie aborda el relativismo moral y nos fuerza a considerar las consecuencias del individualismo extremo frente al bienestar colectivo.
Por otro lado, Gantz desafía las nociones tradicionales de moralidad, confrontando a los personajes con decisiones extremas que reflejan el estrés de vivir en una sociedad altamente competitiva y tecnológicamente avanzada. Ofrece una mirada cruda a la alienación urbana y la lucha por el significado en un contexto de modernidad vanguardista. Con su representación cruda y brutal de la vida y la muerte, ofrece una crítica a la deshumanización en las sociedades urbanas modernas. Los personajes, arrancados de sus vidas cotidianas, son obligados a enfrentar sus miedos más profundos y sus deseos reprimidos. Este enfoque plantea preguntas sobre el sentido de la vida en un mundo donde la tecnología y la desconexión emocional dominan las interacciones humanas.
Cowboy Bebop combina influencias occidentales y japonesas para explorar el aislamiento, la nostalgia y las consecuencias de las elecciones pasadas. A través del protagonista Spike Spiegel y su búsqueda personal en un mundo futurista caótico y convulsionado, el anime presenta un desarrollo argumental que mantiene en el personaje elementos propios del gaman (resiliencia), una característica de pensamiento distintiva de la cultura japonesa filosofía japonesa que se refiere a la capacidad de ser paciente y perseverante ante las dificultades. También introduce una narrativa melancólica que combina la estética del western y el noir con temas profundamente japoneses, como el llamado mono no aware, la conciencia de la belleza y la tristeza de lo efímero. A través de las historias de Spike Spiegel y su tripulación, el anime reflexiona sobre la imposibilidad de escapar del pasado y la búsqueda constante de redención. La filosofía subyacente en este relato invita a los espectadores a considerar su relación con el tiempo y las pérdidas inevitables de la vida.
Y si hablamos de animación que invita a la reflexión filosófica y mundana, no podemos dejar de mencionar a Neon Genesis Evangelion, donde se profundiza en la introspección psicológica y el conflicto interno de sus personajes, lo que refleja el énfasis japonés en la autoexploración y la búsqueda de la armonía interna frente a la presión externa. Este enfoque ha permitido a las audiencias occidentales apreciar la complejidad del alma humana desde una perspectiva japonesa. Más allá de su narrativa apocalíptica, la obra examina el miedo al abandono, la identidad y la conexión humana. Influenciado por el existencialismo y el psicoanálisis, el anime cuestiona la naturaleza de la realidad y la construcción del yo. El protagonista, Shinji Ikari, al enfrentarse a los Shito (Ángeles, en el doblaje latino) y a sus propias inseguridades, se convierte en un espejo de la lucha interna que muchas personas experimentan en busca de propósito o motivos para no dejar este mundo.
La conexión entre las tradiciones culturales japonesas y su representación en el anime no solo se limita a festividades, como la conocida Golden Week (semana de cuatro días de feriado que se celebra a finales de abril y principios de mayo), sino que también abarca eventos simbólicos que capturan la esencia de las relaciones humanas y la interacción social. Estas representaciones, además de fomentar la comprensión de estas tradiciones en Occidente, han permitido que elementos culturales específicos sean reconocidos como una parte fundamental del imaginario japonés. Tanto la mencionada Golden Week como los festivales de fuegos artificiales o las ferias de verano, por mencionar otro típico del anime, son ejemplos claros de cómo estas narrativas acercan conceptos culturales a una audiencia global, integrándose de manera fluida en sus historias y personajes. En el caso del famoso feriado largo, mencionado en series como Toradora!, se utiliza para explorar la dinámica de los personajes en actividades típicas como excursiones, picnics o visitas a templos.
En la serie Nana, por ejemplo, los fuegos artificiales no solo son un telón de fondo estético, sino un espacio para explorar relaciones profundas y momentos introspectivos. Las escenas que los incluyen suelen estar cargadas de simbolismo, destacando la fugacidad de la juventud, el amor y la amistad. Similarmente, en animes como Cardcaptor Sakura o Your Lie in April, la feria de verano o los festivales de fuegos artificiales se convierten en momentos de catarsis emocional, donde los personajes reflexionan sobre sus vidas, enfrentan conflictos o simplemente celebran instantes de alegría en medio de la adversidad. Estas representaciones han ayudado a las audiencias occidentales a entender cómo los japoneses perciben los momentos de descanso no solo como un tiempo de relajación, sino también como una oportunidad para reforzar lazos sociales y disfrutar de la naturaleza.
En este sentido, el anime no solo relata historias sobre costumbres y festividades, sino que las hace vivir desde su interior, brindando a los espectadores la oportunidad de sumergirse plenamente en la atmósfera de esos eventos. Como indica Martínez (2019), el anime actúa como un puente cultural que “permite a las audiencias globales no solo comprender tradiciones ajenas, sino también experimentarlas de forma visceral, al ser narradas desde perspectivas íntimas y visualmente impactantes” (p. 84).
Así, el anime, en su capacidad para contar historias profundamente arraigadas en las particularidades culturales de Japón, trasciende el entretenimiento para situarse como un medio de reflexión artística y filosófica. Como bien lo señala Jonathan Clements (2013), su capacidad de “revelar las capas culturales y filosóficas de Japón” (p. 52) permite establecer diálogos con corrientes de pensamiento tanto clásicas como contemporáneas, no solo dentro de Japón, sino también en un contexto global. Desde los dilemas éticos en Death Note, que dialogan con el utilitarismo y la ética kantiana, hasta las reflexiones existenciales de Neon Genesis Evangelion, influenciadas por el psicoanálisis y el mismo existencialismo; el anime no solo incorpora, sino que invita a reinterpretar estas corrientes bajo nuevas perspectivas narrativas.
En un mundo interconectado donde las diferencias culturales se entremezclan con facilidad, el anime ha demostrado ser un puente para fomentar la comprensión y el aprecio de ideas ajenas, haciendo que valores y conceptos como el gaman o la introspección budista se integren al repertorio global. Estas contribuciones no solo reflejan la universalidad de las preocupaciones humanas, sino que también abren un espacio para que las filosofías del pasado dialoguen con los retos del presente, desde el individualismo exacerbado hasta la alienación tecnológica.
Para otra ocasión quedan en el tintero conceptos que nos resultan mucho más familiares a los habitantes de este lado del charco y que, de no ser por el anime u otros productos artísticos y de entretenimiento, nos serían terriblemente ajenos. Los yōkai, criaturas fantasmagóricas del folclore japonés que aparecen en múltiples adaptaciones y manifestaciones culturales locales e internacionales, son una muestra de conceptos que se han acercado a este hemisferio gracias al anime.
Es aquí donde la pregunta inicial, “¿existen diálogos posibles?”, encuentra, como se anticipó, una respuesta afirmativa en la evidencia presentada: el anime no solo posibilita tales diálogos, sino que los enriquece al agregar una dimensión estética y emocional que profundiza la experiencia filosófica, una ventana hacia Japón, un espejo donde los espectadores pueden reflexionar sobre sí mismos y sobre su lugar en el mundo.
Juan Fernando Bermeo Palacios. (Cuenca, 1989) es escritor, guionista, músico y docente. Es máster en Literatura Española e Hispanoamericana y miembro fundador del ClubPEN Ecuador.
Referencias:
- Association of Japanese Animations. (2022). The 2021 report on the Japanese animation industry. Association of Japanese Animations.
- Cavallaro, D. (2006). The Anime Art of Hayao Miyazaki. McFarland & Company.
- Cardcaptor Sakura (1998-2000). Anime Series. Madhouse, CLAMP.
- Clements, J. (2013). Anime: A History. British Film Institute.
- Cowboy Bebop (1998). Anime Series. Sunrise.
- Evangelion: Neon Genesis Evangelion (1995). Anime Series. Gainax.
- Gantz (2004). Anime Series. Gonzo.
- Martínez, R. (2019). Cultura visual y anime japonés: Una mirada intercultural. Editorial Comunicación Cultural.
- Nana (2006). Anime Series. Madhouse.
- Naruto (2002-2007). Anime Series. Pierrot.
- Saikano (2002). Anime Series. Gonzo.
- Toradora! (2008). Anime Series. J.C. Staff.
- Your Lie in April (2014). Anime Series. A-1 Pictures.
Imagen tomada de japon-secreto.com e intervenida digitalmente