Gilles Deleuze: Un siglo de ideas que transformaron nuestra visión del mundo
Por: Eduardo Alberto León
En un mundo donde la crisis climática nos enfrenta a la urgente necesidad de reconsiderar nuestra relación con la naturaleza, las ideas de Deleuze sobre la interconexión de todas las cosas cobran una relevancia renovada
Imaginen a un hombre que dedicó su vida a crear nuevas formas de pensar, alguien que se atrevió a desafiar todo lo establecido y nos enseñó a ver el mundo como un espacio de infinitas posibilidades. Ese fue Gilles Deleuze, el filósofo francés que hoy, en su centenario, seguimos celebrando como uno de los pensadores más influyentes y revolucionarios del siglo XX.
Nacido en París en enero 18 1925, Deleuze emergió en una Francia que intentaba reconstruirse después de la Segunda Guerra Mundial. En medio del bullicio intelectual parisino, este joven pensador comenzó a forjar ideas que sacudirían los cimientos de la filosofía tradicional. Pero no piensen en él como un académico encerrado en su torre de marfil; Deleuze fue un verdadero explorador del pensamiento, alguien que se movía con la misma facilidad entre la filosofía, el cine, la literatura y el arte.
¿Qué hace que Deleuze sea tan especial y relevante hoy en día? Para empezar, nos enseñó a pensar de manera diferente sobre la diferencia misma. Suena complicado, ¿verdad? Pero en realidad es bastante revolucionario: en lugar de buscar siempre lo común, lo igual, lo idéntico, Deleuze nos invitó a celebrar lo diferente, lo único, lo singular. Es como si nos hubiera dado permiso para ser verdaderamente nosotros mismos, sin necesidad de encajar en moldes preestablecidos.
Su colaboración con el psicoanalista Félix Guattari dio origen a algunas de las ideas más fascinantes de la filosofía contemporánea. Juntos desarrollaron el concepto de “rizoma”, una manera de entender cómo se conectan las cosas en el mundo. Imaginen las raíces de una planta que se extienden en todas direcciones, sin un centro definido: así es como funciona el pensamiento, la sociedad, la vida misma. ¿Les suena familiar? Piensen en Internet, en las redes sociales, en cómo se propagan las ideas virales: todo esto se parece mucho a lo que Deleuze y Guattari describieron hace décadas.
Pero Deleuze no solo fue un teórico, sino también un pensador cuya influencia trascendió los límites de la filosofía tradicional para adentrarse en terrenos como el arte y el cine. Sus ideas sobre el séptimo arte revolucionaron profundamente la forma en que entendemos y experimentamos las películas. Para él, el cine no era simplemente un medio de entretenimiento o narración lineal, sino una herramienta filosófica capaz de replantear nuestra percepción del tiempo, el movimiento y la realidad misma.
Deleuze propuso que el cine, especialmente en su forma más innovadora, puede liberar al espectador de una experiencia cronológica rígida y llevarlo hacia una percepción del tiempo como algo fluido, fragmentado y subjetivo. En su análisis, identificó dos grandes paradigmas cinematográficos: el «cine-movimiento», que se centra en una narrativa causal y estructurada, y el «cine-tiempo», que rompe con esta lógica para explorar experiencias temporales no lineales. Este último tipo de cine invita a los espectadores a pensar de una manera más abstracta, más libre, como si cada secuencia fuera una ventana a múltiples realidades coexistentes.
Cuando vemos películas modernas que juegan con la estructura temporal, como Inception o Matrix, no solo estamos viendo historias complejas o visualmente impactantes; estamos participando en una experiencia que Deleuze ya había previsto y explicado. Estas películas, al fragmentar y reconfigurar nuestra percepción del tiempo y el espacio, nos permiten habitar simultáneamente diferentes realidades, cuestionar la linealidad de los eventos y reflexionar sobre nuestra relación con el mundo. Así, el cine se convierte, según Deleuze, en una forma de pensamiento en sí misma, un lenguaje que no solo narra, sino que filosofa a través de imágenes y sonidos.
Y en cuanto al presente, ¿qué pensaría Deleuze sobre nuestro mundo hiperconectado? Seguramente, vería con una sonrisa cómo sus teorías sobre las “sociedades de control” se materializan de manera tan explícita en la era de los smartphones, las redes sociales y la vigilancia digital. Fue uno de los primeros en señalar cómo el control social había dejado atrás las formas tradicionales de regulación (escuelas, fábricas, prisiones) y se había desplazado hacia formas más sutiles, descentralizadas y omnipresentes. Para Deleuze, el poder ya no se ejercía solo desde instituciones cerradas, sino a través de redes de información, manipulación y seguimiento constantes que moldean nuestra vida cotidiana, a menudo sin que seamos plenamente conscientes de ello.
En un mundo donde la crisis climática nos enfrenta a la urgente necesidad de reconsiderar nuestra relación con la naturaleza, las ideas de Deleuze sobre la interconexión de todas las cosas cobran una relevancia renovada. Su visión nos invita a ver el mundo no como un conjunto de elementos separados, sino como un continuo dinámico en el que cada parte está intrínsecamente conectada con las demás. La noción de que somos parte de un vasto tejido de vida y existencia resuena hoy más que nunca, en un momento crítico donde nuestras acciones tienen un impacto global y debemos replantear nuestras relaciones con el medio ambiente.
¿Y el arte y la creatividad en esta era de transformación? Deleuze nos enseñó que la creación no es solo una reproducción de lo conocido, sino una invención constante de nuevas posibilidades de vida. Para él, el arte no se limita a representar la realidad; es un proceso que crea nuevas realidades, nuevos modos de sentir, pensar y existir. En un contexto donde la inteligencia artificial está comenzando a redefinir los límites de lo que consideramos «creativo», las reflexiones de Deleuze sobre la originalidad, la creación y la innovación son más pertinentes que nunca. La tecnología no anula la creatividad; la amplifica, permitiéndonos explorar nuevos horizontes en el arte, la ciencia y el pensamiento.
A cien años de su nacimiento, las ideas de Deleuze siguen siendo una fuente inagotable de inspiración para artistas, activistas, pensadores y todos aquellos que se atreven a imaginar un mundo diferente. Sus conceptos no son reliquias del pasado, sino herramientas vivas que nos ofrecen nuevos enfoques para entender y actuar en un mundo en constante cambio. En un contexto lleno de desafíos, sus pensamientos siguen iluminando posibles caminos hacia el futuro, invitándonos a pensar más allá de los límites establecidos y a explorar nuevas formas de vivir y de ser.
Aunque nos dejó físicamente en 1995, su legado sigue más vigente que nunca. En un mundo cada vez más complejo e interconectado, las ideas de Deleuze no solo nos permiten entender nuestra realidad, sino también transformarla. Como él mismo afirmaba, pensar no se limita a interpretar el mundo, sino que implica crear nuevas posibilidades de vida.
Eduardo Alberto León. Actualmente realiza investigaciones sobre “ontologías contemporáneas”. Mis líneas líneas de trabajo son filosofía moderna, ontología, sociología de los sentidos, Estética, postestructuralismo, política y ciencia. Ha sido responsable de distintos proyectos de investigación en filosofía francesa. Miembro de la Red Estudios Latinoaméricanos Deleuze & Guattari. Ha publicado artículos relacionados, con la filosofía de Deleuze, Guattari, Badiou, Spinoza, Žižek, entre otros.
Referencias:
- Deleuze, G. y Guattari, F. (1980). Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos.
- Deleuze, G. (1983). La imagen-movimiento: Estudios sobre cine 1. Paidós.
- Deleuze, G. (1985). La imagen-tiempo: Estudios sobre cine 2. Paidós.
- Dosse, F. (2009). Gilles Deleuze y Félix Guattari: Biografía cruzada. Fondo de Cultura Económica.