La obra maestra colectiva: Sobre las convergencias en el quehacer de Eudoxia Estrella y Olga Fisch – Gabriela Vázquez
El arte, espejo de la cultura y catalizador del cambio, ha sido históricamente un dominio en el que la voz de la mujer ha luchado por hacerse escuchar.
A medida que la cultura y el arte se entrelazan con hilos que permean tiempos y geografías distintas, resulta cautivador observar cómo artistas diversas pueden haberse encontrado realizando simultáneamente expresiones creativas sorprendentemente similares. La combinación de factores humanos, emocionales, sociopolíticos y estéticos, así como obligaciones y exigencias no acordadas, fueron algunas de las situaciones que desencadenaron el transitar de Eudoxia Estrella (1925-2021) y Olga Anhalzer Fisch (1901-1990), en el campo de la cultura del Ecuador.
Hablando a través de las voces de Nochlin, Hooks, Menchú y muchas otras, la reflexión que genera la triangulación mujer, arte y comunidad es un prisma que refleja desafíos, superación y dura transformación desde décadas atrás. Han sido ellas ―y de paso, nosotras― quienes se han encontrado con la necesidad de construir una historia del arte vibrante y real, que continúa desafiando las convenciones y enriqueciendo la experiencia artística global. En este umbral, Eudoxia Estrella fue una célebre pintora acuarelista cuencana, ciertamente reconocida por su producción creativa a través de su icónica técnica del “casualismo dirigido”; bautizada por sí misma y documentada en la escena del libro de Villacís (2011, p.15).
Durante una entrevista, Eudoxia narró una discusión con su pareja, el artista Guillermo Larrazábal, al reflexionar acerca del proceso de creación:
Él decía que el óleo es más difícil que la acuarela, porque pudiendo hacer y rehacer, raspar, pintar encima, en fin, (nunca se está contento), siempre falta algo… mientras que la acuarela te sale o no te sale y se acabó… Al oírle eso, (yo) me propuse demostrarle que no es así y pinté una cabeza que no me salía, no me gustaba. Entonces meto esa acuarela al agua, bajo el grifo, la lavo y veo que eso me ofrece muchas posibilidades; los colores se corren, se mezclan, me sugieren nuevas formas y la cromática se enriquece. A partir de esa experiencia trabajo bastante y consigo un casualismo dirigido. Con eso, ¡que nadie me diga que el óleo es más fácil que la acuarela!
Pasado el tiempo, en agosto de 1980, cuando aún no se habían finalizado todos los procesos reconstructivos de la antigua “Casa de la Temperancia” ―cuya historia es tema para otro ensayo, claro―, mediante el reiterado pedido de Hernán Crespo, Eudoxia aceptó el cargo de Directora del Museo Municipal de Arte Moderno. Sin designación formal y con menos del mobiliario indispensable (Villacís, 2011), pero con toda la certeza de que daría cuerpo y cabeza al proyecto que muy pronto se convirtió en un espacio referencial para el arte moderno y contemporáneo de Cuenca y del país entero.
Su vínculo con la comunidad del barrio de San Sebastián fue imprescindible para ella, habiendo comenzado a “organizar el museo de afuera hacia dentro” (Villacís, 2011). Su labor arrancó reuniendo a la comunidad del entorno, explicando de qué se trataba este nuevo sitio de las artes y la cultura. Manifestó, además, que esto generaría un “adelanto para el lugar” y proyectaba películas para la vecindad, que eran provistas por la Alianza Francesa y el Centro Cultural Abraham Lincoln. Como menciona en su entrevista: “así inicié animando al barrio” (Villacís, 2011,[A7] ) ―ahí, en las enormes blancas paredes del MMAM―.
Su visión tripartita en la dirección del MMAM constaba de los componentes: educación, difusión y enriquecimiento patrimonial. Una proyección futurista que en la década de 1980 representó la instauración de los primeros talleres infantiles de pintura y la creación ―desde cero― de una colección de arte moderno para Cuenca. No contenta con ello, la artista, consolidada ya como gestora, trascendió los límites de ese primer barrio para proponer y llevar a cabo la Primera Bienal de Cuenca (inicialmente de pintura), inaugurada en abril de 1987.
En el mismo libro citado, Eudoxia menciona que, al contactar a intelectuales y artistas con el fin de comentarles sobre su proyecto, ella percibía que en sus mentes pensaban: “¡esta loca está soñando, hablarnos de que va a sacar una bienal internacional !”. Y así fue, la sacó; con visión, perseverancia y responsabilidad extremas. ¡No podemos siquiera imaginar lo difícil que debió ser! Claro que recibió la ayuda de muchas personas que, sintiéndose identificadas con el proyecto, movieron cielo y tierra para que este sueño se vuelva tangible. De allá a acá, estos dos grandes e irremplazables espacios precursores de cultura local y nacional, dirigidos ―y básicamente creados― por esta inagotable mujer son íconos de pasión y amor de una vida, porque como ya sabemos “el arte por el arte” es un verdadero placer.
Esta misma brillantez creativa la compartió Olga Anhalzer Fisch, artista Bauhaus, coleccionista y galerista húngarojudía que se estableció en el Ecuador en 1939. Su siempre conocido interés y fascinación por las artes populares y tradicionales propiciaron que Olga generara una cuidada selección curatorial que dio paso a la conformación de la primera colección de artes populares ecuatorianas. Poniendo así en valor buena parte del patrimonio cultural inmaterial que estas contienen, así como el reconocimiento a las comunidades artesanales que las crean.
Rápidamente, los oficios y “las formas de hacer a mano” nacionales empezaron a ser parte de su cotidianidad. Un constante incentivo e inspiración en su trabajo, que promovió ampliamente el desarrollo del diseño y la ejecución de piezas únicas que elaboraba junto a la comunidad artesanal. Dentro de sus piezas más conocidas se encuentran sus extraordinarias alfombras, que han formado parte de exhibiciones en el MoMA (Museum of Modern Art, N.Y.), el Lincoln Center for the Performing Arts (N.Y.) y el edificio de la ONU (N.Y.). Además, estas forman parte de diversas colecciones de alto renombre.
Con la frase, “si hay algo en lo que puedo confiar, es en mis ojos” (Fisch 2024), la artista entrelazó su visible amor por las artes populares, su “ojo diestro” (Fisch 2024), en su faceta creativa y el trabajo digno y respetado hacia los grupos indígenas artesanales. Conforme el paso del tiempo, pero de manera ágil, sus obras trascendieron hacia el mercado internacional, lo que ocasionó que, gracias a su crecimiento y constante evolución creativa, estableciera un taller propio con el objetivo de que sus artesanos pudieran mantener una vida digna y en equilibrio con su labor. Su colaboración con la comunidad fue tan amplia que su cercanía con el pueblo de Tigua, por ejemplo, es conocida hasta la actualidad. Los iniciales tambores con soporte de piel de oveja fueron uno de los puntos de partida en los que la positiva influencia de Olga aportó para la trascendencia de la representación de la fiesta popular en ese tipo de soporte.
El paso evolutivo del paisaje, de la escena tradicional, de las costumbres del pueblo indígena de Cotopaxi plasmadas en los tambores, hacia la pintura en plano, sin marco y con marco, fue sin duda uno de los gratos resultados que el trabajo con Fisch posibilitó, abriendo las oportunidades de comercio y difusión cultural de esta categoría de obras. Su legado ha trascendido hasta las nuevas generaciones de su familia, alimentando un cariño genuino y respetuoso hacia las mujeres y hombres artesanos del Ecuador. Fue pionera en reconocer a las artesanías de oficio como el receptáculo más auténtico del conocimiento intergeneracional patrimonial, algo que normalmente no se tenía en cuenta en la época, una mirada panorámica que hoy en día pisa firme en el campo cultural.
Olga Fisch Folklore, la galería de su familia, se enorgullece no solo de promover la artesanía de oficio, sino también de capacitar y empoderar a los grupos artesanales en su trabajo. Guiada por cuatro generaciones de mujeres, lleva adelante con gran satisfacción el legado de Olga Fisch, garantizando que las tradiciones y patrimonio cultural del Ecuador sigan prosperando y consolidándose (Fisch, 2024).
El arte, espejo de la cultura y catalizador del cambio, ha sido históricamente un dominio en el que la voz de la mujer ha luchado por hacerse escuchar. La relación entre ella, el arte y la comunidad no es meramente un tema de representación; es una cuestión de acceso al empoderamiento y, en sí mismo, al empoderamiento de las comunidades, a la capacidad de influir en la construcción de una narrativa colectiva equilibrada.
A medida que la lucha por la igualdad y el reconocimiento continúe, es crucial mantener presente la reflexión y crítica filosófica en cada conversación sobre el arte. El presente y futuro del arte —inclusivo, equitativo y diverso—, tal como lo miraban Eudoxia y Olga, dependerá de la disposición constante para escuchar y valorar las voces de todas las creadoras que dan forma a la narrativa cultural de nuestra época, que potencia a las comunidades creativas, apoyándose en los aportes teóricos y la filosofía del arte, que solo se vuelve real en el propio metro cuadrado de cada persona.
Referencias:
Fisch, O. (2024). Acerca de nosotros. Olga Fisch Folklore. https://olgafisch.com/pages/about-us
Villacís, R. (2011). Eudoxia Estrella o la belleza en estado puro. Ilustre Municipalidad de Cuenca.