¿Por qué escriben ellas?
Lucía López.
Entonces, qué nos queda después de este sinsabor… lo que nos resta es considerar por qué es indispensable que se escuchen todas las voces femeninas a partir de las plataformas artísticas y académicas
Lo femenino se identifica con lo sensorial de la naturaleza y no consigue imaginarlo sino inmerso en una naturaleza amable pero refractaria a las vocaciones más altas de la creatividad espiritual
Soren Kierkegaard. Diario de un seductor.
A menudo, cuando pensamos en las artes “favoritas”, entre ellas, en este caso específico la literatura, empezamos a concentrarnos en los autores hombres -este acto es inconsciente, o al menos prefiero pensarlo así- y desarrollamos una tendencia involuntaria a dejar a un lado a las mujeres que escriben y a muchas voces que pretenden plasmar a través del lenguaje escrito, aquello que resuena en la vida real de cada individuo; en este sentido, este texto busca invitar a pensar un momento sobre la pregunta ¿Por qué escribir desde “lo femenino”?
Por qué pretender responder esta interrogante con una sola posición que agrupe -en el mejor de los casos a la mayoría de ellas… de nosotras- más bien, únicamente, es interesante esbozar las opiniones de algunas mujeres a quienes escribir nos motiva y podremos alejarnos de un mundo que todavía los prefiere a ellos, aunque haya sucedido tanto como para que los festivales, encuentros, concursos de literatura puedan hoy en día estar abiertos para las mujeres.
Por más que se digan y escriban tanto al respecto, la realidad es que ser mujer y escribir representa un desafío más que nos ha sido impuesto; en este sentido cito lo siguiente:
La “masculinización”, “infantilización”, “reducción autobiográfica”, “uniformización”, “deshistorización” y “deceso” de la escritura y la escritora, son –nos parece– las operaciones más recurrentes para dejar fuera a la mujer de la literatura. Asimismo, creemos que a la inicial indistinción entre poetas y prosistas (reducidas a la imagen general de “escritora-mujer”), se produjo una rápida diferenciación que asoció la poeta a la niña sensible y la narradora a la peligrosa feminista, asunto que con el avance del siglo derivó en la invalidación de esta poética infantil y en la lenta valoración del profesionalismo de las narradoras que se alejaron (estratégicamente, también) de cualquier adscripción feminista. Sus novelas y cuentos, en cambio, no sólo sitúan las problemáticas de género en el centro principal de interés, sino que serán el escenario en donde debaten y polemizan con los críticos y la autoridad masculina, confrontando las representaciones y estereotipos de este espejo masculino, del cual buscan enérgicamente librarse y, finalmente, destruir. (Traverso, 2013, p.3)
En este sentido, es difícil que, hoy en día aún se tenga esta situación para considerar que, lo que las mujeres escriben, es interesante, inédito, valioso por sí mismo y no requiere una valoración en comparación con nadie. Sin embargo, lo que menciono, es una tarea que todavía se comete, inclusive, de manera involuntaria, y por lo tanto es indispensable decirlo. También, es indispensable que los incentivos hacia la tarea de la escritura por parte de las mujeres se fortalezcan a partir de la práctica y no solo eso, sino que tenemos que estimular este proceso.
La misma Gabriela Mistral, tuvo que “ganarse” a pulso su galardón de la poeta más sobresaliente, en un siglo XX que señalaba con el dedo a las mujeres que pretendían presentar sus trabajos y ser juzgados de la misma forma y rigurosidad que el de los escritores y poetas hombres.
También, es importante mencionar que el origen de la acción de escribir, radica esencialmente, en la búsqueda de exteriorizar cómo nos sentimos, nuestras luchas internas, nuestras desventuras, los sueños y las ilusiones que alimentan nuestra vida diaria.
Sin embargo, aún permanecen ciertos sentires de lo que fue en el siglo XX cuando, a decir de Traverso (2013, p. 8), a pesar de que la mayor parte de los trabajos realizados por escritoras y prosistas en América Latina lograron ser comentados por los críticos y, en muchos casos, resaltados y recomendados; no lograron lo que se denominaba “masculinización” necesaria para integrar -realmente- la historia de la literatura latinoamericana, salvo en unas escasas excepciones.
Entonces, qué nos queda después de este sinsabor… lo que nos resta es considerar por qué es indispensable que se escuchen todas las voces femeninas a partir de las plataformas artísticas y académicas; y aunque lo que menciono es elemental y está por demás afirmarlo, hoy en día, lamentablemente persisten ciertas plataformas que consideran que tal o cual reflexión acerca de si una creación literaria o científica está o no “masculinizada” (Traverso, 2013) entonces, es triste que todavía permanece -entre líneas- aquellas reflexiones de que tan a la altura se considera que es un deber el acto emancipatorio de generar una igualdad de espacios que miren la dimensión de la realidad de que las mujeres escriban todo tipo de acciones que pueden estar definidas o no en el interior de un sentir único que ha consolidado el deseo unánime de que las condiciones de vida de las que no todas gozan y que, por lo tanto, es indispensable y urgente que esas voces puedan considerarse tal cual y no por medio de los filtros que permiten juzgar esta escritura a través de lo que ha sido normalizado como un modelo de representación escrita desde un punto de vista masculino; sino que el quehacer de las mujeres pueda permanecer sin cumplir un requisito previo de si es que se trata de una poeta o escritora.
En este sentido, una de las principales características de la evolución de la escritura desde las mujeres, radicó en el hecho de retirar el uso de los pseudónimos, al respecto lo siguiente;
a pesar del consenso de parte de los intelectuales liberales por estimular la educación y participación de la mujer en el ámbito de la letras –sugiriéndoles incluso el uso del nombre real en lugar del seudónimo, porque “lo contrario parece implicar como que ellas mismas reconociesen que han invadido un campo que les estuviera vedado”, estos mismos parecían alimentar ciertas dudas respecto del eventual éxito profesional que pudieran lograr estas inmaduras señoritas escritoras: pues cualquier género literario –según medina– “supone gran conocimiento de la vida y de sus pasiones, que una niña, por talentosa que sea, no está preparada para abordar con éxito”. (Traverso, 2013, p. 11)
Finalmente, lo que se supone es que las condiciones de legitimidad a través de las producciones escritas desarrolladas por mujeres, se relacionan -todavía- en el siglo XXI con el fenómeno de la “infantilización de la escritura” en el que considerar estas producciones artísticas y científicas en un mismo rango de las que desarrollan los escritores varones aún es un peldaño que le cuesta asumir a los escenarios artísticos y científicos y que aún se encuentran medianamente ocultos.
Lucía López Vaca.
Bibliografía:
- Traverso, A. (2013). Ser mujer y escribir en Chile: canon, crítica y concepciones de género. Anales de literatura chilena, número 20.