La culpa del cóndor – Lechuza sin alas
Un mal radical, que nos empuja a creer que por naturaleza extrema -infrahumana-, requiere también de una remediación divina -supra humana-, y lo que sigue es dejar la justicia en las manos de un dios posible, y no en las nuestras.
Detrás de sus lentes falsos aullaban enterrados, unos ojos azules siempre angustiados por la ausencia. Y adelante, una nariz puntiaguda, colosal y desproporcionada. De ahí su apodo: Mariano, «el cóndor» Barbecho:
A continuación, un fragmento de la transcripción del audio del 28 de julio de 1990 a Juan Esteban Morante, alumno del sexto año de bachillerato, tras el hallazgo del cuerpo de Susana Guzman Parra en el apartamento del fallecido Ing. Mariano Barbecho Jimenez.
“Lo recuerdo lejos, paseando por los pasillos de la central, imponente altivo, cómo en el escudo nacional. Era el profe gracioso, el que inflaba condones y nos llevó a las putas antes de cumplir los quince. Nos decía que con tan solo mirar la altura de sus faldas podía reconocer las niñas “fáciles” de las dignas. Nos contó que cuando las miras se mojan, y por lo mismo, los varones, ¡no tenemos porqué conceder sus negativas! «Pura vanidad de las zorras» -reía.
-Cuando no quieren, cógelas al descuido, cómo a las gallinas. ¡Si la única diferencia que tienen es que les falta plumas! -Nos aconsejaba, mientras lo mirábamos perplejos, entusiasmados.
Algunos dicen que se comió a la Susy y a la Emilia juntas, que le dieron el culo para pasar mate… Lo cierto es que nunca supimos más de la primera que desapareció un día, así sin más y la otra, se perdió, tal vez en sus pensamientos…
Eso, si es que pensaba. El cóndor decía, -y le creíamos- que «la cabecita solo les sirve para que les crezca el pelo»
A las 9:35 de la mañana del domingo 22 de julio de 1990 murió… No, no fue en la cárcel, tampoco fue mutilado ni le arrancaron los ojos, ni siquiera sufrió una agonía larga, nada más lo arrolló un taxi. Es que la muerte no es justa, y la vida tampoco. Probablemente no hay llamas eternas en un infierno para abusadores. Probablemente ni siquiera hay un infierno, y ciertamente el Dios de Emilia y Susy no es ni el tercio del imperfecto, imaginado por Epicuro (Ramírez 2015, 105) ni bueno, ni omnipotente, y mucho menos omnipresente. Cuando analizamos la vida de la gente en fragmentos, nos resulta natural comprender al mal desde una óptica maniquea. Un mal radical, que nos empuja a creer que por naturaleza extrema -infrahumana-, requiere también de una remediación divina -supra humana-, y lo que sigue es dejar la justicia en las manos de un dios posible, y no en las nuestras.
Es que quizá todos hemos conocido a una versión del Condor Barbecho. Pero quién violó, y finalmente asesinó a Susy luego de 6 días de tortura, fue Morante, el mudo Esteban, el obediente, el que solo reía, pero callaba, el que cooperó con la policía. Ese que nadie reconoce, pero que siempre está.
Tal vez, el mudo representaría el mejor boceto de la concepción que la filósofa alemana Hannah Arendt, tiene del mal:
Ese mal que tiene la capacidad de envenenar el mundo con atrocidades como el genocidio o el machismo, no está encarnado en monstruos o villanos excepciónales, sino en gente común, obediente, carente de pensamiento propio. No por lo anterior se puede considerar al machismo como una maquinaria que tiene como engranajes a hombres inocentes, sino al contrario, pensar a cada machista como individuos concretos, responsables de su obediencia; pero para abordar el machismo, considero preciso desvincularlo del mal radical, que contiene deseos premeditados transformados en actos que niegan la humanidad de las mujeres. Pienso que es más apropiado analizarlo desde la óptica arendtiana del mal banal, que obra por las motivaciones más fútiles y nimias, pero por sobre todo, ajenas. ¡Que actual me resulta actualizar su pensamiento para comprender el machismo que comienza con la mofa y el chiste, pero que termina con sangre y cuerpos enterrados!
“Ahora estoy convencida de que el mal nunca puede ser radical, sino únicamente extremo, no posee profundidad, y tampoco ninguna dimensión demoníaca, puede extenderse por el mundo entero y echarlo a perder precisamente porque es un hongo que invade las superficies y desafía al pensamiento, tal como dije, porque el pensamiento intenta alcanzar cierta profundidad, ir a la raíz, pero cuando trata con la intención del mal, esa intención se ve frustrada, porque no hay nada, esa es su banalidad. Solamente el bien tiene profundidad y puede ser radical” (Arendt y Feldman, 1978).
Pero cuando se llega a comprender la génesis del problema, es preciso dar con una propuesta positiva, que también proviene de Arendt, aunque de otro libro: La condición humana. En esta obra analiza lo que denomina: la Vita activa, referido a las actividades que los humanos hacen en el mundo, identificando tres formas principales: labor, trabajo y acción. Siendo la primera necesaria para satisfacer las necesidades básicas como la alimentación o el aseo, la segunda se da cuando construimos y mantenemos un mundo apto para el uso humano, cómo escribir este artículo, pero la acción, es la forma más elevada de actividad humana, y se refiere a las actividades realizadas en el foro, en el dominio público, en el contexto de la esfera política. Y considero que es eso lo que precisamos en la actualidad. Llevar las letras al foro, a la calle, hacer mundanas nuestras ideas.
Referencias:
- Arendt, H. y Feldman, R.. (1978). The Jew as Pariah: Jewish Identity and Politics in the Modern Age. Evergreen Books. Grove.
- Mora Ramírez, R. (2015). El argumento ontológico según Gödel. Revista 1 (2): 103–19.